CAPÍTULO CINCO

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Me despierto sobre la una del medio día. Pensaba que no iba a conseguir dormir. Creía que tenía que hacerlo para calmarme. Pero con Huda en mi casa no podía hacerlo, así que las pastillas para dormir me han ayudado más de lo que me pensaba. Han hecho un gran efecto. No me lo esperaba porque muchas veces no me hacen nada, pero igual es porque me he tomado dos del tirón. Nunca me había comido dos a la vez. No se puede tomar más de una cápsula en una misma ingesta, pero me da igual. Como si me da un infarto, no creo que nadie me eche de menos, no le hago falta a nadie.

Recojo las sábanas que las tengo esparcidas por el suelo y me dirijo al servicio ¿Estará Huda ya despierta? Decido primero ducharme y luego comprobarlo. Me pongo mi maquillaje por si acaso. No voy a salir ni hoy ni mañana, pero me lo coloco igualmente en la cara. Hoy es sábado y mi padre no me ha escrito aún. Estará entretenido con su novia que se habrá olvidado hasta de su propia hija. No, no. No tengo que empezar a pensar mal. Agito mi cabeza hacia todos los lados para eliminar los malos pensamientos.

-- Aléjate de mi cabeza demonio -- le digo como si me escuchara de verdad.

No te han sentado nada bien las pastillas Lea

Me dice Afra riéndose de mí. Puede ser ¿Qué hago yo hablándole al demonio? ¿Me escucha siquiera? No lo sé, igual sí, no se sabe.

Salgo del baño y me dirijo a la cocina porque estoy escuchando ruidos que provienen de allí. Me encuentro a Huda comiéndose el resto del melón que le sobró anoche.

-- Eeyy bella durmiente – dice con la boca llena mientras me saluda con una mano

-- Hola ¿Cuándo te has levantado? – pregunto

-- ¡Pues hace unas horas ya! Estaba esperándote para desayunar pero me estaba desmayando del hambre que tenía – contesta gesticulando demasiado con los brazos.

Me rio de lo exagerada que es con su hambre

-- Si puedes comer lo que quieras conmigo o sin mí. Estás en tu casa – le digo sincera

-- No hace falta que me lo digas – dice guiñándome un ojo.

-- ¿Te saco algo más? – pregunto mientras señalo la nevera y me siento a su lado en el taburete.

-- No, no. Gracias, me tengo que ir ya a mi casa que mis padres están esperándome – dice levantándose de su asiento.

Hablando de sus padres no sé si les ha avisado de que iba a pasar la noche en mi casa.

-- ¿Les avisaste ayer de que te quedabas conmigo no?

-- Claro, si no ya estaría la policía buscándome – dice riéndose

No lo pillo.

-- ¿La policía? – pregunto dubitativa

-- O sea que mis padres ya hubiesen presentado una denuncia si no supiesen nada de mí – contesta dándose golpecitos con la mano en la frente.

-- Ah vale, no lo había pillado – digo avergonzada

Veo como Huda se pone a limpiar donde ha comido y tira la corteza del melón a la basura.

-- Déjalo Huda, ya lo hago yo si te tienes que ir – me ofrezco

No hace falta que lo limpie, es mi invitada.

-- Si hombreeeeee, encima que como de gratis. No recogerlo ya es de ser una sinvergüenza – dice riéndose.

Termina de recoger y la acompaño hasta la puerta. Me dice que haber si me animo y salimos con su prima Sara a algún lado, pero le declino la propuesta suavemente sin que se note mucho. Entonces me amenaza de que no este mal por esas víboras si no vendrá a sacarme a la fuerza. Le prometo de que no estaré mal y se marcha no muy convencida de mi promesa. Yo en su lugar también me iría poco convencida la verdad. Pero tengo que intentar cumplir mi promesa. Tengo que mantenerme fuerte y no pensar en lo de ayer ¿Pero a quién estoy pretendiendo engañar?

¿LUCHAR O RENDIRSE? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora