He estado todo el fin de semana con ataques de ansiedad arrancándome el pelo cada dos por tres. Me entraba una agonía que no sabía cómo deliberar con ella. Estaba desesperada recordando todo lo que me pasó durante la excursión y encima no podía autolesionarme porque sigo llena de cortes. Cuando no aguantaba más la ansiedad me rascaba alguna costra hasta sacarme de nuevo sangre. Parecía que me calmaba, pero al rato volvía a arrancarme el pelo. No lo puedo evitar, no lo puedo controlar. Mi dolor es tan grande que no sé como gestionarlo. ESTABA DESESPERADA. Solo quería cortarme las venas. Estaba a punto de hacerlo, pero entonces llegó Afra y me obligó a no hacerlo. Es muy contradictoria, a veces solo me susurra cosas para quitarme la vida y otras me dice que permanezca viva. Según ella no ha llegado aún el momento, dice que todavía queda un poco más, que aguante un poco más y ya. Hoy es lunes y realmente no tengo fuerzas para ir a clases, tengo terror de cruzarme con ELLAS y tampoco quiero que Guido me este molestando. Ojalá os pudiera explicar mejor el abatimiento que siento para que me entendáis, pero simplemente no quiero hacer nada. Solo quiero permanecer tumbada durante todo el día. Los dos anteriores días eran desesperación, agonía, angustia, y hoy es abatimiento, rendición, apatía. He estado huyendo de mi padre todo el rato y él tampoco es que me haya prestado mucha atención, estaba todo el rato en su despacho o hablando por móvil. Es más no me ha dicho nada sobre lo del psicólogo y de la sirvienta. Y espero que no me diga absolutamente nada. Suspiro sabiendo que me tengo que levantar de la cama. El hecho de solo pensarlo me agobia ¿Y si mejor falto hoy? Sí, creo que sería lo mejor. El problema es que mi padre sigue aquí, no sé cuándo se volverá a ir. Además no me ha comentado nada respecto a un posible viaje. He conseguido que no se haya fijado en la rojez de mi cara, aunque ayer por la noche me miré al espejo y no quedaba rastro de ella. Menos mal, no me ha tardado mucho. Tenía miedo de que permanezca allí durante toda la semana. Sería un infierno ir al instituto porque los profesores me preguntarían, Borja me preguntaría, Erik me preguntaría y el pensar que les tengo que contestar a cada uno de ellos me incomoda más de la cuenta. Y más porque les diría que es una quemadura y seamos sinceros, la marca tenía pinta de todo menos de una quemadura.
No voy a ir al instituto, voy a levantarme como si fuera a ir y me voy a esconder dentro del armario, ya que quepo perfectamente dentro de él y cuando se vaya mi padre salgo. Hago lo dicho y me dirijo al baño. Me ducho y me curro las heridas. Miro mi cara en el espejo y veo como después de un año de tratamiento para el acné esta habiendo resultados, cada vez tengo menos granos. Al inicio del tratamiento no había reaccionado bien, vomitaba, tenía visión borrosa, temblores, picores en la piel Hasta que me cambiaron de pastillas y la cosa fue mejor. Ahora lo que más me queda en la cara son marcas a causa de los granos que tenía. A mí no me salían granos me salían ciruelos. Se abultaban bajo mi piel sin pujar para fuera. Y lo que dolía, pff. A veces me daba sin querer con algo y veía las estrellas por el dolor. Termino de hacer todo poniéndome la ropa y me dirijo a la habitación de mi padre para ver si sigue durmiendo. Al entrar veo que no esta dentro ¿Dónde está? Jolín como este en la cocina me va a tocar ir al instituto de verdad. Resoplando lo busco por la casa y lo encuentro dentro del baño, entonces miro la hora. Por la hora que es tendría que estar saliendo por la puerta para coger a tiempo el autobús. Doy pasos fuertes a lado de la puerta del servicio con intención de que me escuche.
-- ¡Adiós papá! – grito para que me oiga.
-- Adiós hija, ten buen día – contesta
Un gran día dentro de mi armario.
-- Igualmente – digo mientras me voy alejando para que parezca que me estoy yendo ya.
-- ¿Has desayunado jovencita? – pregunta gritando
-- ¡SÍ, SÍ! – grito.
Me voy corriendo y abro la puerta de la calle. A su vez la cierro demasiado fuerte aposta. Entonces vuelvo sigilosamente a mi habitación sin que me llegue a escuchar. Con miedo entro en ella y me escondo dentro del armario cogiendo mi móvil. Pff, menos mal. No me ha pillado, temía que saliera del baño y me viera volviendo a mi habitación. Me siento encima de mi ropa estirando mis piernas y abro mi móvil para decirle a Huda que estoy enferma. Siempre digo lo mismo, que estoy mala. Pensarán que soy una vende penas ya. No he hablado con ella en todo el fin de semana, no tenía ánimos para ello. Así que dejé a un lado mi móvil y me olvidé completamente de él poniéndolo en silencio. Al verlo tengo muchos mensajes y encima de números que no conozco. Me tenso inmediatamente ¿Serán ELLAS? Noooooo, que no sean ELLAS por favor. Si no me tendría que cambiar de número otra vez. Abro el primero y dice:
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¿LUCHAR O RENDIRSE?
Non-Fiction¿Conseguirá salir Lea del tormento en el que vive con ayuda de Guido o se rendirá ante todas esas personas que la están destruyendo? No se permite plagio. Derechos reservados de autor. La obra es completamente sacada de mi cabeza 100% DRAMA. Basada...