Me levanto con ganas de haber muerto mientras dormía, de no haber despertado nunca. Pero como no es así por desgracia me despego de las sábanas con una opresión en el pecho, la habitual de todos los días. Uno de los momentos más terribles de mi día a día es cuando me suena la alarma y me anuncia que tengo que ir al instituto. Instituto, sí, instituto, ese lugar donde vas supuestamente a estudiar, a adquirir conocimientos, a que los profesores te sirvan de apoyo, a tener buenos amigos
Cojo mi neceser de la estantería pequeña que tengo en mi habitación situada enfrente de mi cama. En él están mi crema facial para el acné, recetada por mi dermatólogo y mi maquillaje. Al cogerlo se cae la foto de mi madre, mi querida madre, esa persona que me había protegido hasta el final de sus días. Esa mujer que lo dio todo para que yo pudiera estar feliz. No me doy cuenta hasta que veo la foto empapada de mis propias lágrimas de que estoy llorando de nuevo. Lágrimas que parecen interminables. Dolor, dolor, dolor. Eso es lo único que llena mi corazón.
Me doy cuenta de que ya son las 07:25 y me pongo muy nerviosa porque el autobús que cojo todas las mañanas sale a las 07:45. Salgo corriendo escaleras abajo, me ducho y me visto a la velocidad de la luz. Me miro al espejo como todos los días, esas ojeras y esos granos nunca se me irán, son parte de mi vida, por lo menos ellos no me abandonan. Intento no derrumbarme de nuevo por mi aspecto físico, así que me hago una coleta baja, me echo mi crema y mi maquillaje para tapar mis imperfecciones. Siempre he deseado ser como estas chicas que aparecen en Instagram, tan guapas y perfectas. Todo lo de ellas es perfecto, rostro, físico, casa, vidaCada uno le ha tocado estar en un cuerpo supongo o eso intento hacerme creer.
Viendo el reloj del servicio me quedan alrededor de unos siete minutos para poder coger el autobús. Puede sonar raro, pero necesito que en cada habitación haya un reloj, necesito calcular el tiempo, necesito sentir que por lo menos soy dueña de mi tiempo.
Dejo todo patas arriba, menos mal que mi padre no iba a estar durante esta semana, si no me caería una de sus broncas de una hora seguida sin pausa. Subo hacia mi habitación, cojo las llaves, mi mochila y las deportivas. Vuelvo a bajar las escaleras como si no hubiera un mañana, y en el último escalón en vez de pisar toda la planta del pie encima, la mitad se me queda para fuera sin apoyar. Intento no perder el equilibrio sujetándome a la barandilla que se encuentra a mi derecha, pero desafortunadamente no lo consigo y a cámara lenta veo cómo voy cayendo de plancha al suelo y arrastro conmigo un jarrón de cristal que había en la esquina nada más empezar las escaleras. Éste se hace añicos, se rompe en mil pedazos. Me recuerda a mi corazón, creo que se podría comparar con esos pedacitos que se encuentran en este momento por todo mi alrededor. Cuando miro el reloj me entra pánico, no puedo recoger este destrozo que he causado de buena mañana, agradezco nuevamente que mi padre no se encuentre y que no tenga que volver. Me da la sensación o mejor dicho el presentimiento de que esta semana va a ser maravillosa irónicamente.
Me levanto con prisa del suelo, voy corriendo hacia la entrada con mis deportivas, me agacho para calzarme y me doy cuenta de que probablemente me haya reventado la rodilla, ya que me da un pinchazo de dolor en la rótula. Después de ponerme las deportivas me aseguro de que llevo la mochila y las llaves. Salgo de mi casa y voy corriendo como si tuviera al diablo detrás mía hacia la estación de autobuses, la rodilla me protesta, pero no reduzco mi velocidad. En estas situaciones agradezco más aún al universo de tener la estación a una manzana de mi casa. He de decir que una de las cosas que más me gustan es mi urbanización, apartada y poco transitada. Las calles están llenas de árboles, uno a cada paso que das y ahora que ha comenzando la primavera todo empieza a florecer, vuelve todo a tener vida y como no, trae consigo los picores de nariz, que de tanto rascarme me sale sangre, los estornudos, los mosquitos que te pican por todos lados. Afortunados son aquellos que no se les acercan los bichos como a mí que me dejo cada cicatriz en la piel que me tarda meses en desaparecer. Yo realmente intento no rascarme, pero creo que hasta día de hoy es imposible. Así que pensándolo mejor prefiero el invierno o el otoño que no hay tantos seres diminutos y malvados pululando por mi alrededor en busca de chupar mi sangre.
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¿LUCHAR O RENDIRSE?
Saggistica¿Conseguirá salir Lea del tormento en el que vive con ayuda de Guido o se rendirá ante todas esas personas que la están destruyendo? No se permite plagio. Derechos reservados de autor. La obra es completamente sacada de mi cabeza 100% DRAMA. Basada...