CAPÍTULO QUINCE

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-- ¡¡LEEA!!

Me levanto de golpe abriendo mucho los ojos para ver quién me está gritando. Es mi padre. Desubicada veo que me encuentro en mi habitación.

-- ¿Qué pasa? – le pregunto frotándome los ojos mientras me incorporo en la cama.

¿Por qué me grita?

-- Hija que deberías estar cogiendo el autobús para ir al instituto – contesta mi padre esta vez sin gritar.

¿Autobús? ¿Instituto?

-- ¿Qué día es hoy? – pregunto desconcertada.

Mi padre resopla y suspira a la vez.

-- Hija es lunes y llegas tarde. Vamos dúchate y vístete que te llevo yo – afirma sin lugar a replicas.

Me quedo mirándolo sin saber qué hacer ¿Hoy es lunes?

-- ¡Vamos! – exclama mi padre cuando ve que me he quedado embobada.

-- Aaahh sí, sí. Voy – contesto levantándome de la cama.

Cojo ropa limpia y me dirijo al servicio a ducharme mientras mi padre se va a la cocina ¿No estaba hace un momento con Guido? ¿Cómo que ya es lunes si hace un segundo era domingo? Me desvisto rápido y me meto en la bañera. Hoy no me duele tanto la cabeza y el ardor que tenía en el esófago ha desaparecido. Al echarme agua encima me siento más centrada, más ubicada en el tiempo y en el lugar en el que estoy. No sé qué me pasó ayer que no daba pie con bola. Recuerdo lo que hice el sábado, ELLAS se rieron de mí mientras me obligaron a beber hasta desmayar. No entiendo cómo ayer no me afectó tanto el hecho de que me hicieran eso, lo único que quería era dormir. No tuve ningún ataque de ansiedad. No sabía que el alcohol provocaba eso en las personas. Supongo que lo que sentí es a lo que se llama resaca. Ayer discutió conmigo Guido, pero ahora que estoy con mi cabeza en su sitio le entiendo. Se había preocupado mucho por mí. Me ha demostrado que le importo, aunque la verdad no recuerdo mucho lo que me dijo. Es como que estaba consciente y a la vez no. Solo recuerdo frases pequeñas y difusas que me fue diciendo. Supongo que ha sido él el que me ha traído de vuelta a casa porque sigo con la misma ropa que la del sábado. Menos mal que mi padre no se ha fijado que he dormido en ropa de calle. Si no me hubiese dicho algo seguro. ELLAS fueron muy malas conmigo, más malas de lo habitual. El recordarlo hace que se deposite esa piedra encima de mi pecho que no me deja ni respirar.

Estabas tardando en ponerte mal.

Comienzo a sentir ese dolor en mi corazón. No recuerdo todo a causa del alcohol. Me viene a la mente todo lo que me hicieron y todo lo que me dijeron antes de que estuviera ebria. Cuando Unai me agarró a la fuerza y me llevó con ELLAS. Estaban disfrutando mi dolor, se reían, se burlaban. Me obligaron a hacer cosas que no quería y como la miedica que soy aceptaba sin quejarme mucho. Sabía que no tenía escapatoria, sabía que no podía hacer otra cosa aparte de obedecer. Siento como quiere darme un ataque de ansiedad, siento como pierdo dominio de mi cuerpo. Me arranco el pelo a puñados para calmarme. No me tendría que estar afectando, tendría que seguir con las emociones apagadas como ayer. Pero cada vez son más consciente de mi realidad, de lo que pasé. Me humillaron hasta que se cansaron de mí, al igual que un trapo sucio y desgastado. Tonta. Tonta. Tonta. Afra no me vuelvas a obligar a hacer estas cosas por favor.

-- ¡Lea estás tardando! ¡Que llegamos tarde! – escucho que grita mi padre.

Tengo que calmarme. No puede saber de mis ataques de ansiedad. Ni él ni nadie. Respira. Respira. Cuando vuelva del instituto me voy a quemar hasta cansarme. Hasta volver a la inconsciencia. Termino de ducharme poniéndome la ropa y me recojo el pelo en una coleta. No tengo tiempo para secármelo. Ya se secará a lo largo del día. Salgo del baño y me dirijo a mi habitación para coger mis cosas. No he preparado la mochila, no la he tocado desde que la dejé el viernes por la tarde. No sé que libros tendré dentro, pero la cojo igual sin echar una ojeada dentro de ella. También agarro mi móvil y mis llaves. Bajo y veo que mi padre se encuentra enfrente de la puerta. Intento no sentir este odio hacia él, pero no puedo. No me dice nada de desayunar ni nada por el estilo, se ve que se le ha olvidado ¡Por mí genial! Cuando estoy a su lado me pongo los calcetines junto a las zapatillas y salimos afuera hacia el coche. Entramos dentro de él y mi padre arranca enseguida poniéndose en marcha. Veo que me mira de reojo todo el rato ¿Qué le pasa?

¿LUCHAR O RENDIRSE? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora