CAPÍTULO ONCE

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Ha transcurrido una semana desde que salí del hospital. Me tuvieron allí encerrada por seis días hasta que mi nivel de hemoglobina ascendió un poco, ya que al principio parecía que no servía de nada el hecho de meterme sangre por vía intravenosa. Estaba desesperada, pensaba que nunca iban a soltarme y encima la psicóloga venía todos los días a visitarme. Preguntas, preguntas y más preguntas. Preguntaba lo mismo todos los días, pero veía como en cada ocasión buscaba estrategias nuevas para engatusarme y poder confiar en ella. Sin embargo esas estrategias no le han servido de nada, sigo sin contarle nada. Mi padre no dejaba en ningún momento la habitación, hasta llamó a su amigo para que le trajera ropa limpia para ducharse aquí. Me parecía ya excesivo, le decía que se fuera a casa aunque sea solo para ducharse y cambiarse tranquilamente, pero se negaba rotundamente. Yo ya desistía, a pesar de que quería que me dejara respirar tranquila porque me estaba agobiando muchísimo que estuviera tan encima de mí cuando nunca lo ha estado. Por lo que en parte me resultaba muy raro. Pero he de decir que cuando llegamos a casa intenté hablar con él para que me dejara más espacio porque quería venirse a dormir conmigo en mi habitación. Me decía que iba a comprar otra cama e instalarla a lado de la mía. Yo ya no sabía que hacer con el estrés que tenía. Así que mientras lloraba a mares, le decía a mi padre que me sentía muy presionada, que así nunca me iba a recuperar y un millón de cosas más. Entones comprendió que se estaba pasando, por lo que empezó a dejarme mi espacio personal y mi tiempo a solas. Encima no iba ni a la oficina, solo trabajaba desde casa. Yo solo deseaba que se fuera de viaje y así estar libre en mi casa. De repente escucho que alguien entra en mi cuarto, por lo que me giro en la cama para mirar en dirección a la puerta. Mi padre, quién va a ser si no.

-- ¿Estabas durmiendo? – pregunta cauteloso

-- No, solo estoy tumbada ¿Por?

¿Habrá venido alguien? Ha estado visitándome muchas veces Huda. A veces venía sola y otras con Hebe y Anisa. Pero prácticamente venía todos los días a verme.

-- Nada, solo es que tengo que irme hoy de viaje. No puedo atrasarlo más, pero tampoco quiero dejarte sola – dice preocupado mientras se sienta a mi lado en la cama.

YUUUUPIIIIIIIIII. SE VAAAAA, SE VAAAAAA. QUE SUBIDÓN.

-- ¿Te vas? – pregunto sin poder esconder mi alegría.

Esto es una buena noticia, una gran noticia. Antes no me gustaba que se fuera porque tenía miedo por las noches, pero esta vez bienvenido sea ese miedo. Mi padre me mira con cara de perro al ver mi reacción.

-- Encima te alegras – me recrimina

Uf lo estoy haciendo muy mal, no debe ver mi felicidad. Cambio el chip e intento ocultar mi euforia.

-- No, no es eso papá – intento decir algo más, pero no se me ocurre nada.

Me mira sin creerme ni un poco.

-- Díselo a otro – dice serio – el caso es que me tendré que ir por una semana entera, no podré cuidar de ti. Así que espero que seas lo suficientemente responsable para cuidarte tú solita porque no me ha dado tiempo a buscar una criada. Pero nada más volver contrataré a una y no hay pegas ni desacuerdos con eso ¿Vale? – comenta tajante.

-- Vale – contesto mientras refunfuño.

Le diga lo que diga, no voy a cambiar nada. Lo bueno es que se va. SE VA POR UNA SEMANA ENTERA, UNA SEMANAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA.

-- Seguirás haciendo tus comidas como vienes haciendo y la psicóloga vendrá todos los días por la mañana a visitarte. Ni se te ocurra dejarla en la calle porque como llame al timbre y no le abras me llamará directamente al móvil – advierte serio.

¿LUCHAR O RENDIRSE? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora