8: No necesitas morir para conocer a un ángel.

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Advertencia: Contenido sensible.

La voz del preso se transforma en un suave murmullo, acompañado de una mirada ausente.Sus ojos traspasan al oficial y éste se da cuenta de que están muy lejos ahora, que miran hacia el pasado.

La noche que conocí a Kim Bae hacía tanto frío que los ángeles no salieron a volar o velar de los destinos de los hombres que poblaban el mundo.Por esa razón siempre pienso que llegué a aquella barandilla, porque los ángeles nunca me tuvieron un afecto lo suficientemente grande y siempre estuvieron demasiado ocupados para lidiar conmigo.

Podría tergiversar la historia y afirmar que iba a afrontar la muerte de una manera valiente, pero eso no dejaría de ser mentira.No hay forma honrada o valiente de enfrentar a la parca.Ninguna trágica realización o agridulce resignación me llevaron hacia allí.Sólo la desesperación.La realidad era mucho menos idealista: los músculos de los brazos me temblaban mientras me aferraba por detrás de mi espalda a la baranda y la respiración salía catapultada de entre mis labios como un nubarrón.Tenía un nudo en el estómago y la angustia me estrangulaba el esófago.

Yo era presa del miedo.Estaba aterrorizado.No había ningún tipo de paz sufrida, nada de melancólica aceptación tampoco.Esa mierda no era real, o al menos no me estaba sucediendo.Mientras miraba hacia los autos que circulaban a metros por debajo de mis pies como pequeños puntos de color y veía a las personas circular con normalidad, mis manos se volvieron resbalosas.Sin embargo, yo estaba dispuesto a morir.Ahí estaba el asunto: el miedo podía estar allí pero yo había tomado una decisión.El debate era si mi determinación era mucho más fuerte que mi instinto innato de supervivencia o no.Todo se resumía a eso.

La sangre bombeaba con fuerza por mis venas.Uno de mis pies resbaló ligeramente mientras miraba hacía abajo y mi corazón golpeó con fuerza mi pecho, sonando con fuerza en la cavidad de mis oídos.

Boom, boom, boom.

Pronto no latiría así.Pronto no latiría de ninguna manera.Entonces no tendría que preocuparme por mi miserable vida de nuevo.No tendría que preocuparme por volver a aquél infierno, por el aroma del whisky barato impregnado en mi nariz, por los prestamistas exigiendo su dinero.Ya no tendría que repetir el sonido de los nudillos golpeando la carne en las zonas más vulnerables...destrozando el alma.No tendría que recostarme por las noches con el cuerpo rendido a causa del dolor y la almohada entre los dientes.

Miré hacia abajo y expulsé lentamente todo el aire, soltando uno a uno mis dedos.La capucha sobre mi cabeza se movía ligeramente con el viento, al igual que los mechones negros que me acariciaban la frente y me producían cierto cosquilleo.

Tenía el cuerpo y el alma entumecidas.Me sentía como en algún especie de trance, viéndome desde afuera, como enajenado de mi propio cuerpo.Durante un segundo me permití darle rienda suelta a mi imaginación: me imaginé cayendo, mi cuerpo gravitando momentaneamente el aire hasta llegar a un impacto sordo contra el asfalto.Sería rápido.Ni siquiera alcanzaría a escuchar el chasquido de mi columna y mis huesos al quebrarse.Lo último que vería sería ésta vista y las estrellas en el cielo...luego obscuridad.Para siempre, como un eterno sueño.Y entonces ya no sentiría nada, para bien o para mal.

Yo no le temía a la oscuridad.No estábamos enemistados, al contrario: ella y yo nos habíamos vuelto uno.En ella solía resguardarme, en ella solía sentarme para lamer mis heridas y miserias.Era lógico que en algún punto retornara a ella a la hora de partir.Era el ciclo natural de las cosas.Viví sólo y moriría sólo.No podía aspirar a nada más porque no conocía nada más, por lo tanto, no había nada que añorar en su lugar.

Trauma » Adachi YutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora