Una Mirada [En Edición]

18.

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Alguna vez fue para mí.
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Las mañanas se volvieron pesadas y las noches se convirtieron en un insomnio crónico. Sentía un peso en el pecho y sabía que lo peor aún estaba por llegar. Y llegó. Pero lo peor no fue ver que no corrías desesperado en mi dirección, ni que no me invitaras a tomar una taza de café, ni siquiera que no me miraras. Lo peor fue tu indiferencia, que enterró el puñal aún más profundo en mi pecho. El desasosiego de un amor no correspondido me sabía a un beso con sabor a sangre.

Decidí que era hora de poner en práctica mi ingenio. Armé un plan para hacer que te fijaras en mí, para sacudirte de tu apatía y mostrarte lo que te estabas perdiendo. Comencé a crear situaciones inesperadas, a ser el centro de atención en cada lugar al que iba. Convertí mi vida en un espectáculo, un juego en el que intentaba ganar tu mirada.

Empecé a escribir cartas anónimas llenas de poesía y pasión, esperando que te llegaran al corazón. Las dejaba en tu puerta, en tu automóvil, en tu lugar favorito de la cafetería. Jugaba al enigmático, intentando atrapar tu curiosidad. Pero el resultado era siempre el mismo: tus ojos evitaban cruzarse con los míos, como si el destino se burlara de mi intento por hacerte notar.

Tu mirada seguía perdida en otra parte. Fue como lanzar perlas a los cerdos, porque no supiste apreciar el esfuerzo que hice por ti.

No teníamos que ser nada, no esperaba que dejaras de sentir huracanes por ella y de repente empezar a amarme a mi.

Esperaba que por lo menos fueses mi amigo, me hubiera hecho sentir menos usada.

Tan rápido como volviste a acercarte te alejaste.Cada vez que hablabas, tu voz se convertía en un canto que acariciaba mi alma. Pero desafortunadamente, esa hermosa melodía se convirtió en solo un eco lejano en mi memoria, pues tu atención estaba totalmente centrada en ella. Observaba cómo le dedicabas toda tu atención a ella, que se había adueñado de tus pensamientos y emociones. Mi corazón se llenaba de tristeza al verlos juntos, compartiendo risas y complicidades, mientras yo quedaba relegada al plano invisible de tu existencia. ¿Por qué no pude ser yo la causante de tu alegría y felicidad? ¿Acaso no merecía yo ser la destinataria de tu amor?

Y pesar de todo esto, mi amor por ti nunca dejó de crecer. Cada día, buscaba la manera de acercarme a tu corazón, pero parecía ser una misión imposible. Mi dulce melodía no tenía la capacidad de competir con la intensidad de la que ahora era el centro de tu universo.

Me preguntaba qué había hecho mal, cuál había sido mi error para convertirme en un mero espectador de la historia de amor que hace unos meses yo había empezado a protagonizar. Me llenaba de alegría saber que al menos tu eras feliz, aún cuando yo no pudiera ser el motivo de tu sonrisa.

Quizás el destino tenía planes diferentes para nosotros, pero mientras tanto, seguiría amándote en silencio y mantendría en mi memoria aquella dulce mirada y hermosa sonrisa que alguna vez fue para mí.