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A tu merced.

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Me había sentido valiente así que salí del escondite.

Hey, Jane. — Pronunciaron mi nombre como si se deleitarán en decirlo—Tenía tiempo si verte. Andas más guapa que nunca. — Era Carl, ese chico que tanto odiabas porque siempre tenía algo bonito que decirme.

Y sí. Estaba en una fiesta rodeada de gente, sintiéndome vacía. El nivel estruendoso de la música me hacía preguntarme si había hecho bien al haber venido. Ya habían pasado algunos meses y mirar la fecha me avergonzaba, porque no habia podido superarte y mucho menos dejar de pensarte ni un solo día.


Carl, siguió a mi lado toda la noche. Y entonces, sin tí, me di cuenta que él tenía un rostro bonito y para mí sorpresa, Carl es de hecho una buena persona, no como me habías hecho creer que, era un inepto arrogante y sin personalidad. Carl se encargo de distraer mi mente, de platicar y de hacerme creer por un momento que estaba bien sin tí. Talvez fue el alcohol y no Carl.

Ese día, quizás todo pudo ser diferente. Me encontraba riendo y disfrutando con otras personas y por un momento llegué a creer que ese día todo cambiaría y que sería el fin de aquella amarga historia, y tal vez estos escritos hubieran llegado a su fin justo ese día.

Pero...

Allí estabas.

Lo juro. No sabía que estarías allí.

Estaba tan ensimismada, tan concentrada en algo más que, no eras tú, que no me di cuenta cuando llegaste a mí. — El vinotinto, te sienta muy bien, Jane — Dijiste, con esa sonrisa ebria y coqueta.

— Nolan...

— Siempre has tenido la atención de Carl.— comentaste— Siempre fue bastante evidente.

Y tú tenías la mía ¿No era eso igual de evidente?

Hey, Nolan — te saludo Carl, al regresar con un par de tragos.

¿Todo bien? Tenía tiempo si verte, Carl. — dijiste — Ya veo que has salido de tu cueva. ¿Son todos los estudiantes de ingeniería informática tan ermitaños o esa cualidad es solo tuya? Es raro verte en una fiesta. — dijiste con sarcasmo

Quizá — siguiéndote el juego — Somos un poco alérgicos a otros seres humanos. — reíste y mi mundo se detuvo— Si embargo no puedo seguirte el paso Nolan, tú estás en todas, casi empiezo a creer que no tienes donde dormir— respondió con el mismo nivel de sarcasmo.

Veo que has afilado esas garras, ingeniero. —  dijiste con falso tono de halago — Bueno, iré a ganarle en los naipes a Wilhelm— dijiste retirandote, dejándome nuevamente con esa sensación de soledad. Diste un paso en retroceso para decir:— Y Carl, cuidala, estaré cerca.

Por supuesto, pásala bien.

Tú no tanto, eh — dijiste, con un guiño en su dirección.

Después de verte, no podía estar tranquila.
Bebi aún más. Esperando que el alcohol me diera la valentía de ir a buscarte. Y después de unos tragos más, me perdí de la vista de Carl.

Y si, te busque.

No debí hacerlo, no debí ir por tí. No cuando el licor había inhibido mi sentido común.

Nolan.

— Mi dulce, Jane. — siempre lograbas hacer que mi corazón se acelerara —¿Dónde has dejado al ingeniero?

— ¿Alguna vez te confesé que tu mirada es mi paraíso personal?

— Creo que estás muy ebria, Jane.

— Lo estoy.

— Deberías ir a casa, pequeña.

— Tengo algo que confesarte.

— Jane...

Me gustas — dijiste casi en un susurro —y creo que la palabra nisiquiera llegar a explicar lo que siento por tí. — tus ojos me miraban turbulentos —Te necesito. — confesé — Y te extraño tanto, que duele. — Tu ceño se frunció. Te gustaba tenerme a tu pies, pero no te gustaba enfrentar lo que eso implicaba —Te amo, Nolan...

Te lo dije lo mucho que me gustabas, que la palabra no abarcaba ni la mitad de lo que me hacías sentir, en medio de la desesperación despiadada que causaba tu ausencia, y creeme que esperaba que aquellas palabras cambiarán mi destino.

Sin embargo... no dijiste nada.

...— Estoy a tu merced, con mi corazón en tus manos.

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Una Mirada [En Edición] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora