27. Quema

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Me siento en la cama después de darme una ducha para intentar alejar los malos pensamientos, pero como me temía no ha funcionado.

No puedo creer que Tae me haya estado utilizando este tiempo, que haya jugado conmigo, que me haya usado como a un títere para pasar un buen rato, experimentar la homosexualidad... o que se yo.

Ahora entiendo porque quería quedarse a dormir conmigo, porque quería que tuviésemos sexo aun siendo inexperto, porque era tan cariñoso conmigo... era para experimentar todo lo que pudiese en el menor tiempo posible. Todo esto no ha significado nada para él.

La presión que siento en el pecho no desaparece, va creciendo, me ahoga, me asfixia. No sé qué hacer para que desaparezca. Me tumbo en la cama con los ojos cerrados intentando despejar la mente, pero solamente consigo ver los ojos azules de Tae, su lunar de la nariz, el de su labio... esos lunares que tanto me gusta besar y que ya no voy a poder hacer.

Desesperado me levanto y abro la ventana, saco medio cuerpo fuera con la esperanza de poder respirar, de tranquilizarme. No corre ni una brisa, la ansiedad comienza a instalarse en mí. Saco un cigarrillo del paquete de tabaco que tengo encima de la mesa y lo enciendo aspirando tranquilamente el humo que se cuela hasta mis pulmones, lo expulso y veo como se pierde y desaparece en la oscuridad de la noche. Ojala mis malos pensamientos desapareciesen igual.

No sé cuánto tiempo me quedo contemplando la oscuridad de la calle y pensando en cómo Tae me ha abandonado. Cuando quiero darme cuenta, veo a lo lejos unos rayos de sol que comienzan a iluminar las calles y que me ciegan. Bajo un poco la persiana y me siento en la cama.

Sé que debería ir a clase, pero paso. Llevo dos días sin dormir y mis ojeras son más grandes que mis ganas por vivir. No quiero ver la cara preocupada de Hobi mientas me interroga por mi aspecto y por no pasar tiempo con Tae.

Suspiro mientras sigo dándole vueltas a lo ocurrido. Me odio a mí mismo por confiar en la gente, por creer que me quieren, cuando únicamente solo están jugando conmigo. Los sentimientos que hace años me hicieron caer vuelven a aparecer. Nunca supe cómo gestionar este tipo de sentimientos, únicamente hacía caso a lo que psicólogo me decía mientras me aislaba en casa. Prácticamente estuve un año sin salir de casa, sin ir a clase, sin relacionarme con nadie por miedo a que volviesen a pegarme, a insultarme, a decirme que me querían cuando era mentira, a besarme como si fuese un juego... solo para reírse de mí y de mi homosexualidad.

Me costó mucho aceptar que no era un problema, que no estaba enfermo... Y creía que lo había superado, pero ahora, todos esos sentimientos me están golpeando fuerte de nuevo. Sé que voy a volver a caer en las viejas costumbres, en la forma que tenía de aliviar el dolor y el vacío de mi corazón. Así que... ¿Para qué seguir sufriendo? ¿Para qué posponerlo más?

Cojo el mechero, me quedo mirándolo durante varios minutos mientras miro la llama fijamente. Sé que no debería hacerlo, pero no puedo evitarlo, necesito pensar en algo que no sea en el dolor de mi corazón, prefiero un dolor físico que opaque el dolor emocional que siento ahora mismo. Esta será una marca que me recordará que no debo confiar en la gente, que no debo abrirme a desconocidos, que no debo querer a nadie. Al final siempre me quedo solo.

Acerco el mechero a mi brazo izquierdo, comienzo a sentir un ligero calor cuando la llama roza mi piel. Pronto comienza a dolerme, es un dolor dulce, cuanto más me duele el brazo menos noto la presión de mi pecho. Aguanto unos segundos más y cuando las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos apago el mechero. Lo repito varias veces hasta que me siento liberado.

No sé si estoy llorando por el dolor de las quemaduras o por volver a ser el cobarde y el inútil que nunca dejé de ser. El brazo me palpita, siento como me escuece y me arde. Las lágrimas caen como un torrente por mi cara, ya no puedo controlarlas. Me tapo la cara con las manos intentando calmarme, pero no lo consigo. Todo mi mundo se ha desmoronado, todo se ha ido a la mierda. He vuelto a ser el mismo inútil de siempre.

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