park seonghwa

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[vengo a hacer un poco de spam y es que he empezado un fanfic/au de ateez, de momento solamente he publicado un prefacio y el prólogo, en teoría actualizaré cada semana o cada dos, depende cuánto tarde, así que si alguien de vosotrxs está interesadx, adelante]

parte II

Arlette resopló por cuarta vez desde que estaba encarcelada

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Arlette resopló por cuarta vez desde que estaba encarcelada. Se movía por la celda con paso sumamente tranquilo, mientras iba silbando. Justo detrás de las rejas, se encontraba un hombre de una constitución robusta, con semblante serio y de brazos cruzados. La iba siguiendo con la mirada, de arriba abajo.

Arlette se había dado cuenta que estaba siendo observada, así que había intentado mantenerse tranquila. Tenía la sensación de que si se mostraba muy preocupada, los agentes de policía creerían con más certeza que había sido ella la que había provocado los asesinatos.

No había sido ella.

Tampoco podía quitarse la culpa porque nadie la creería. Nadie había visto al verdadero asesino, solo ella.

Se paró justo en medio de la celda y se quedó mirando el policía que estaba sentado. Los dos hicieron un duelo de miradas hasta que él abrió la boca.

―¿Alguna vez te han dicho que sirves para actriz de películas pornográficas? Porque estás tremenda.

Ojalá nunca hubiese abierto la boca.

Arlette se lo quedó mirando, intentando desgarrarle el alma. El policía se estremeció un poco.

―¿Alguna vez te han dicho que eres asqueroso? Porque me están dando ganas de vomitarte en la cara.

Arlette bufó y se sentó en la silla. No era la primera vez que tenía que aguantar comentarios de ese tipo. Arlette era preciosa. Tenía todos los cánones de belleza estampados en su cuerpo. La gente la veía exótica porque resaltaba entre toda la multitud. Siempre había sido la única extranjera en los grupos, en la escuela, en el trabajo... Pero ella no se sentía extranjera. Se había criado, desde que era una recién nacida, en Corea del Sur. Se sentía igual que todos los coreanos porque sus padres biológicos la habían abandonada en una casa aleatoria y, desde ese entonces, se crío en la cultura coreana. Aun así, nunca dejaría de ser la chica extranjera porque la gente solo veía el físico.

No tenía más identidad que esa, la extranjera. La extranjera vista como un objeto sexual.

―Y... ¿Por qué te han encarcelado? ―el policía preguntó temblando. Ahora le intimidaba la chica.

Arlette miró por la pequeña ventana que había, recordando la situación surrealista.



Las calles de Seúl estaban bastante tranquilas, no había ningún movimiento fuera de lo habitual. Había grupos de niños corriendo por los parques, gente en las terrazas tomando algo... Todo normal.

𝐀𝐓𝐄𝐄𝐙 𝐈𝐌𝐀𝐆𝐈𝐍𝐀𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora