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Fui a mi sala común para meterme en mi habitación y coger un sobre. Metí la carta dentro con mucho amor y nostalgia y la sellé con una pegatina que tenía en el fondo de mi baúl. No me olvidé de algunos premios que tenía para Hades. Quería formar una relación bonita con mi primera propia mascota, y llevaba semanas sin verla después de lo ocurrido.

Salí de nuevo con mucha prisa a aquella torre donde descansaban las lechuzas.

Ya con la torre en frente tuve un sentimiento de cansancio al ver lo alto que estaba y la cantidad de escaleras que tendría que subir.

Mientras ascendía las interminables escaleras, la nieve comenzó a caer suavemente del cielo. Los copos blancos danzaban en el aire, creando un paisaje mágico a mi alrededor. Cada escalón que subía se cubría de una fina capa blanca, haciendo crujir la nieve bajo mis pies y dejando huellas tras de mí.

El horizonte se envolvía en un manto blanco, transformando el paisaje en un sueño nevado. Las montañas parecían talladas en hielo, sus picos coronados con copos de nieve brillantes. La brisa helada acariciaba mi rostro, y el silencio se adueñaba del entorno, solo interrumpido por el susurro del viento y el crujido de mis pasos.

Al llegar eché todo el aire de mis pulmones ruidosamente dándome cuenta en ese momento de que alguien también estaba presente.

Un chico pelirrojo de espaldas daba de comer a una lechuza gris y muy pequeña.

Me fijé bien en el cuello de este, y aquél lunar que no quería ver estaba en su cuello.

Pasé por su lado con la cabeza bien alta y me miró, pero seguíamos en silencio. Miré a Hades y empezó a Ulular alegremente al verme.

Maldije para mis adentros porque tenía que hablar en voz alta, o si no, Hades no entendería cuál era el destinatario de mi carta.

Yo: Hola Hades, sé que me has echado de menos.- Acaricié sus plumas cariñosamente.- Manda estas cartas a casa, por favor.- Agitó las alas y le di un premio, acto seguido se fue volando.

Me dispuse a recoger la comida que se me había caído sin querer a Hades al agitar las alas y se lo puse en su pequeño plato. Eso me valía de escusa para ver disimuladamente lo que hacía Weasley mientras me agachaba.

Doblaba cuidadosamente el pergamino y se lo puso en el pico a aquella lechuza.

Yo: Weasley, ¿es tu Lechuza?- Rompí el silencio levantándome y poniendo la comida de mi lechuza en su respectivo plato.

George: No, es de mi hermano Ron.- dijo seco.

Yo: ¿Fred y tú ya os habláis?- Pregunté con curiosidad.

George: Sí.- Levantó la mirada y su expresión de seriedad cambió a una de confusión.- ¿A ti que te importa?

Yo: Fred estuvo conmigo en la biblioteca haciéndome compañía y me contó que habíais discutido.

George: No deberías saber nada, métete en tus asuntos.- Dijo tajante.

Yo: Es mi amigo y por eso me lo ha contado. Está celoso.- Estaba perdiendo la paciencia y empecé a arrepentirme de haberle sacado tema de conversación.

George: ¿Por qué tendría que estarlo?- dijo confuso.

Yo: ¿No lo ves, Wesley? Lleváis toda la vida juntos, es normal que se sienta extraño y más cuando el motivo es la chica que le gusta a tu hermano.- Está vez intenté dejarle con la palabra en la boca y caminé indignada hacia la salida.

George: Foster...- Me giré enfadada.- ¿cómo nos diferencias?- Me acerqué a él y le señalé el lunar.

Yo: Por esto.- El chico se tapó el lunar con la mano pensando distraído.

Eleonor Foster Y La Piedra Filosofal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora