Estudios DOA

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-Tenemos que salir de este camión en cuanto se detenga-Annabeth se frotó las manos- Ustedes se esconden, y yo los distraigo usando mi gorra.

-¿Creen que ya estamos en Los Ángeles?-preguntó Grover.

Percy se lo pensó.

-No hay modo de saberlo...

-Percy, eres muy fuerte, percibes cosas que nosotros no. Quizás seas capaz de sentir a Hades.

Él rio nerviosamente.

-Lo que hago bien podría hacerlo otro semidiós, y además, él no está directamente en Los Ángeles, si no que ahí está la entrada a su reino. En todo caso, mi instinto no funciona siempre, la mayor parte del tiempo no siento nada.

-Quizá necesitas práctica- señaló Nico.

Percy se encogió de hombros.

-Yo quisiera saber como lo haces-comentó la rubia.

-Pues... es muy fácil, una vez tienes el truco. Nuestra aura reacciona a las de seres divinos o monstruos, cuando están cerca. Los monstruos se sienten como un aire más pesado, pero los dioses se sienten distintos, cada uno tiene su propia esencia.

-¿Y nosotros?

-No puedo sentirlos a ustedes, pero me imagino debe ser una mezcla de nuestro padre divino y nuestra propia aura.

No pudieron continuar la conversación porque el camión empezó a frenar hasta detenerse. Annabeth se apresuró a ponerse la gorra, y los tres chicos se apretujaron detrás de los sacos de nabos. Afortunadamente, Percy y Nico eran lo suficientemente pequeños como para pasar desapercibidos.

Un hombre abrió la puerta y entró, riéndose de las pobres condiciones en las que estaban los tres animales. No había estado dentro más de cinco minutos cuando alguien golpeó la pared del camión y él frunció el ceño, pensando que su compañero lo estaba llamando. Con un suspiro de exasperación, salió y desapareció de su vista.

-Rápido, vamos.

-Pero los animales...-replicó Grover.

Percy destapó su bolígrafo y levantó la espada sobre su cabeza, bajando la hoja con fuerza contra el candado en la primera jaula. El ruido no pasaría desapercibido, pero el león estaba libre ahora. Quizá fue cosa de Grover, pero no los atacó y en vez de ello saltó a la calle, seguido poco después de el antílope y la zebra.

-¿Que están esperando?-llamó Annabeth, haciéndoles un gesto-¡andando!

Los tres saltaron del camión y corrieron por la calle.

-¿Donde estamos?-preguntó Percy, confundido.

-¿Que no es obvio?-respondió Grover.

Él se aclaró la garganta.

-¿Encerrado desde los cuatro años en algún agujero?-se señaló a si mismo con un tono sarcástico- ¡nunca he salido de Nueva York en mi vida!

Grover se sonrojó, avergonzado.

-Perdón.

-Estamos en Las Vegas-explicó Annabeth, y los cuatro frenaron hasta detenerse en medio de turistas- no estamos muy lejos de Los Ángeles, pero necesitamos pensar bien nuestro próximo movimiento...

Grover miró hacia el hotel frente al cual se habían detenido.

-¿Y si entramos aquí? Podríamos pedir un taxi o algo por el estilo.

Annabeth miró la fachada pensativa.

-No veo porque no.

Percy y Nico se movieron al mismo tiempo, tirando de ellos hacia atrás.

Percy Jackson y el regalo de PoseidónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora