Westover Hall

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Había varias cosas que no le gustaban a Percy. La primera y más importante era ser llamado enano. Otra era Luke. Finalmente, estar sentado en un auto entre Thalia y Nico estaba entre sus cosas menos favoritas.

Nico era un amor, y Percy lo adoraba, pero entre los tres, no podían parar de discutir con Thalia en ningún momento. Annabeth estaba sentada en el asiento del copiloto, y el taxista trataba de ignorar a los adolescentes apiñados en su taxi.

Grover les había mandado un mensaje desde Westover hall, pues no solamente había una mestiza en la escuela militar, si no también un monstruo.

Percy y Nico se la habían estado pasando de maravilla, los dos solos en el hotel (Bueno, no solos, porque Maddie y Mason estaban ahí), especialmente después del Mar de los Monstruos, pero Quirón había prometido que podían volver una vez acabada la misión.

Para cuando se bajaron del taxi frente a la escuela, seguramente el pobre taxista querría retirarse.

-La próxima vez, que alguien nos traiga-se quejó Annabeth.

-Todos somos huérfanos-señaló Percy- o al menos algo parecido.

Thalia levantó una ceja en su dirección.

-¿No tienes madre?

-Claro que si, ¿cómo crees que existo?-Percy hizo una pausa- supongo que cree que estoy muerto, si no es que peor. ¿Y tú?

Thalia hizo una mueca.

-No me gusta hablar de eso.

Los cuatro entraron. La escuela militar no era demasiado especial. La decoración era un poco... extraña, pero por lo demás estaba vacía. Grover los encontró vagando en el vestíbulo.

-¡Chicos! ¡Que alivio! Vamos, es por aquí.

Grover los llevó hacia el gimnasio, donde se estaba llevando a cabo una escena de horror: un baile.

Percy detestaba lugares llenos de gente, y además no tenía idea de cómo a nadie le explotaban los tímpanos con lo fuerte que estaba la música. O quizá sus sentidos sólo eran más finos que un humano normal, quien sabe.

-¿El monstruo?-preguntó Thalia.

Grover miró nervioso a su alrededor, fijando la mirada en un hombre.

-El subdirector, el doctor Espino.

El hombre tenía los ojos de diferente color, y se mantenía rígido en una esquina, los ojos finos en el otro lado del gimnasio, donde un grupo de chicas disfrutaban de la fiesta.

-¿Una de ellas?

-Sabina-susurró Grover- la de cabello castaño y blusa rosa.

La chica llevaba tacones tan altos que Percy se preguntó cómo era posible caminar. Era de admirarse.

-Bien, dividámonos antes de llamar atención-Annabeth sugirió cómo la lista del grupo- Thalia y yo mantendremos la mirada en Sabina. Chicos, vigilen al doctor.

Las dos se internaron en el mar de adolescentes y Grover se alejó también. Percy y Nico intercambiaron una mirada y encogiéndose de hombros y se fueron por el otro lado.

Percy se sentía fuera de lugar. A pesar de estar cumpliendo sus catorce años, todavía se sentía demasiado pequeño. Incluso Nico era de su estatura, y Annabeth era super alta a su lado. Pero que se podía hacer.

Nadie le prestó atención a pesar de que sus movimientos de baile no eran muy buenos, pero en cierto momento un grupo de adolescentes se interpuso en su camino y cuando pudo ubicarse otra vez, el doctor Espino ya no estaba ahí.

Percy Jackson y el regalo de PoseidónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora