Sorpresa! Un león casi nos mata

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La quimera era el animal más feo que Percy hubiera visto. Tenía melena, como un león, llena de sangre seca, pero sus patas eran de cabra, y su cola una enorme serpiente. El collar que llevaba al cuello rezaba: "Quimera: tiene la rabia, escupe fuego, es venenoso. Si lo encuentran, por favor, llamen al Tártaro, extensión 954". A él la parte que más le preocupó fue la de la rabia. Fuego y veneno podían ser curados con ambrosía. ¿Rabia? No estaba muy seguro.

Annabeth se puso una gorra y desapareció. ¿Invisibilidad?

-¡Rápido, hay que distraerla para que ella pueda acercarse!-exclamó Grover.

Percy destapó su bolígrafo y la hoja reluciente pareció llamar la atención del bicho.

-¡Eh!-exclamó-¡por aquí, perrito!

El monstruo le rugió, pero perdió el interés rápidamente y se volvió hacia el chico cabra. Su cola azotó el aire con ese movimiento y Annabeth reapareció metros más allá al haber sido empujada, la gorra cayéndose.

Grover gritó y echó a correr, escondiéndose tras unos basureros, mientras Quimera trataba de sacarlo con las enormes garras. Percy aprovechó que parecía no notarlo y se trepó en las escaleras de emergencia de un edificio.

-¡Manténganlo quieto!

-¡Como si fuera algo fácil!

Pensando en que estaba haciendo una estupidez monumental, Percy saltó sobre el lomo del monstruo y enterró la espada en la nuca de este. Quimera rugió y se alzó sobre sus dos patas traseras, haciendo que por poco se cayera al suelo, pero luego se derrumbó, convirtiéndose en polvo. Percy tosió y se sacudió la ropa, asqueado.

-Puaj. Polvo de monstruo.

Annabeth se apoyó en el contenedor de basura para recuperar el aliento. Se había llevado un buen golpe.

-¿Por qué te ignoró?-preguntó finalmente.

Percy tapó su bolígrafo y lo guardó otra vez.

-No tengo idea.

Grover salió de su escondite como pudo.

-Eso era lo que había sentido antes, ahora estoy seguro. ¡Hueles a monstruo! Te ignoró porque pensó que eras uno.

Annabeth sacó su cuchillo y lo puso en su cuello.

-¡Hey, de nada por salvarles el trasero! Soy un semidiós.

-¿Que hay del olor a monstruo?

Percy apartó el cuchillo de un manotazo y se levantó del suelo.

-No pienso explicar nada. Es mi vida y hago lo que yo quiero.

Annabeth lo miró iracunda, pero no dijo nada, y guardó de nuevo el cuchillo. Aún si no quería admitirlo, Percy no había hecho nada malo y además los había salvado con su maniobra.

-Es hora de irnos, hay que buscar a los otros dos mestizos.











Buscar en la biblioteca fue muy aburrido. Para empezar, los libros no estaban en griego antiguo, lo que los hacía ilegibles para un semidiós, y además había tanto por donde buscar. Percy nunca había usado una computadora, por lo que Annabeth fue quien se encargó de buscar en la base de datos. Finalmente, tenían tres escuelas potenciales donde buscar.

-Podríamos dividirnos e ir uno a cada una-señaló Percy.

-¿En una ciudad plagada de monstruos? No, no gracias.

Percy rodó los ojos mientras se comía un trocito de ambrosía. Nadie parecía prestarles atención en la calle, aunque eran un trío de lo más extraño. Grover se veía un poco mayor que los dos, por el acné y la barbita. Annabeth vestía con la camisa del campamento, y Percy con ropa demasiado grande para su cuerpo. Seguramente, para todos eran sólo tres adolescentes saltándose las clases. Lo cual, técnicamente, era cierto.

Percy Jackson y el regalo de PoseidónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora