Nos persiguen arañas en el túnel del amor

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Encontraron el escudo de ares después de vagar un rato. Al fondo de una piscina en forma de cuenco, rodeada por estatuas de Cupido, que luego desembocaba en un túnel.

-¿Así de fácil?-preguntó Annabeth.

-Tiene que haber una trampa-dijo Grover nerviosamente- Ares no lo habría dejado aquí porque si.

-Pues igual hay que llevárselo.

Percy se asomó al borde.

-Voy contigo-dijo la rubia.

-No, no gracias-le respondió Percy con una mueca- de ningún modo me voy a meter contigo en la "emocionante atracción del amor", que asco.

-¿Y que? ¿Te vas a llevar al niño novato? No seas ridículo.

Percy la ignoró y empezó a bajar. Se detuvo frente al bote que estaba en medio, y revisó el bote. Aparte del escudo había un chal color rosa. Lo ignoró y se centró en el escudo, pero no lo tomó de inmediato. Tenía una mala sensación de pronto.

Annabeth extendió la mano, a su lado, dispuesta a tomarlo.

-¡Espera, no!

Ella se detuvo.

-¿Ahora que, sesos de alga?

-Siento... siento algo extraño-de rascó la cabeza, mirando a su alrededor-Cómo si... como si hubiera un dios cerca.

-No seas tonto, no hay manera de que puedas sentir la presencia de un dios.

-Es débil-la ignoró- creo que en realidad, estuvo aquí antes.

-¡Pues claro, Ares!

-No se trata de Ares.

Lo que sentía era más... ligero. Caluroso. Como fuego, y metal.

-Sólo toma el escudo y ya.

Percy rodó los ojos e hizo como lo decía, pero algo se rompió al momento de hacerlo. El ruido de engranajes los rodeo de inmediato, y los Cupidos dispararon sus flechas a cada lado de la piscina, formando una red de hilos metálicos que se entrelazaban solos formando una red.

-¡Hefesto!-comprendió Annabeth-¡debió tender una trampa para Ares y Afrodita!

Las cabezas de los cupidos se abrieron mostrando cámaras.

"Retransmisión a Olympus en un minuto. Cincuenta y nueve segundos. Cincuenta y ocho segundos..."

Y eso no era todo. De unas trampillas en el borde de la piscina empezaron a salir cientos de bichos diminutos de largas patas, hechos de metal.

-¡Arañas!-gritó despavorida la chica.

Grover intentó ver entre la red, pero apenas podía ver a la hija de Atenea gritar y huir de las arañas.

-¡Percy!-exclamó Nico-¡¿Donde está Percy?!

Annabeth se subió al bote, donde todavía quedaba el escudo, y miró a su alrededor en pánico, pero no había rastro alguno del semidiós.

Las arañas empezaban a subirse al bote, y ella estaba demasiado aterrada como para moverse, y entonces las tuberías rugieron y una ola de agua inundó la piscina, acabando con los insectos. Annabeth apenas tuvo tiempo de abrocharse el cinturón y aferrar el escudo antes de que el agua la alcanzara y el bote empezara a dar vueltas en el remolino que se formaba en la piscina.

Con una última vuelta casi rozando la red, salió despedida hacia el túnel del amor.

Nico y Grover corrieron de inmediato al otro lado de la atracción.

Percy Jackson y el regalo de PoseidónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora