Capitulo 11

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Lucy Pevensie corría sin descanso por las ajetreadas calles de Londres.
-Tienes que llegar- se dijo mientras veía cada vez mas cerca la estación de trenes- Tienes que llegar, casi estas allí.
La sonrisa de la niña era implacable, totalmente luminosa y, llena de vida. Rio sin poder evitarlo, mientras su hermano tropezaba detras de ella sin poder alcanzarla.
Y de pronto,
¡Boom!
La estación de trenes voló por los aires, la niña dio un paso atrás aterrada, siento rodeada por sus hermanos y, olvidando los gritos que se formaban a su alrededor.
¡No!-grito con todas sus fuerzas cuando entro en razón, tratando de librarse del agarre de su hermano mayor- ¡No, por favor!¡Mama! ¡Papa!
Los jovenes Pevensie, cayeron unidos al suelo, sin poder hacer otra cosa que llorar por su familia perdida.
Aquel, habia sido el inicio del fin.
La joven Pevensie abrió los ojos, para verse rodeada de cientos de arboles y, estrellas. Todos a su alrededor continuaban durmiendo, eran un grupo pequeño de siete personas: Edmund, William, Marcus, Elizabeth, Jacob, Mathew y ella misma. Sus acompañantes dormían profundamente junto a las brazas de la antigua fogata, acurrucados en sus gruesas mantas, ya que a pesar de encontrarse en verano, las temperaturas por la noche caían terriblemente.
La joven, se incorporo abrazada de su manta y, camino hasta el arroyo con cautela. Llevaban siete días de viaje, siete días de deambular en la noche, por aquellas horribles pesadillas. Eran como premoniciones, casi como si el mismo Aslan quisiera que entendiera algo.
El crujido de una rama al quebrarse la saco de su ensimismamiento y, empuño rápidamente su daga.
-Lo siento su majestad- dijo Mathew saliendo de las sobras- No quise sobresaltarla. Desperté y, note que no estaba, así que me dispuse a buscarla. No quise asustarla.
Lucy respiro mas tranquila mientras volvía a guardar su daga.
-Descuida- dijo levantando la manta que en su arrebato habia lanzado al piso- Lamento haberte preocupado, no podía dormir y, decidí dar un paseo por el arrollo.
-¿Le importaría tener un poco de compañía?- inquirió el joven ruborizando a la chica- Yo tampoco puedo dormir.
-¿Porque no?- respondió, despreocupadamente.
Caminaron tranquilamente, disfrutando del silencio que los rodeaba.
-Cuéntame de ti- exclamo la muchacha al llegar- ¿Cual es tu historia?
-Nací en un pequeño pueblito a las afueras de Narnia hace 16 años, mi madre murió durante en parto. Su nombre era Natalie y, era una mujer bellísima según todos, se parecía mucho a Bella. Mi hermana, es tres años mayor que yo, no hemos sido nunca muy unidos, pero, siempre he cuidado de ella. Mi padre por otro lado, murió cuando cumplí los 10, un sujeto intento abusar de mi hermana y, perdió la vida en el altercado. Vivimos en las calles desde entonces, hasta que una mañana hace dos años, conocimos a Caspian. El nos dio trabajo, comida y, lo mas importante, nos dio un hogar. Es prácticamente mi hermano, en todos los aspectos menos en la sangre.
-¡Valla!- suspiro la muchacha colocando una mano en su hombro- Lamento por todo por lo que han pasado, ha de ser terrible.
-Descuide su majestad- sonrió el chico, Lucy creyó que se veía especialmente apuesto bajo la luz de la luna - No vale la pena apenarse por el pasado, debemos continuar hacia el futuro.
Lucy no pudo evitarlo y, lo abrazo. El muchacho se quedo estático por unos momentos, antes de regresarle el gesto. Abrazarla era reconfortante, la muchacha se sentía completamente cálida y, olía a lavandas.
-Has sido muy valiente Math- susurro aun en sus brazos- Gracias por contarme tu historia, desde hoy, en mi siempre encontraras a una amiga.
- Es usted muy generosa mi reina. Seria un honor ser su amigo.
La niña sonrió separándose del muchacho
- Llámame Lucy- simplemente respondió.
Continuaron charlando por un par de horas, acurrucados bajo la manta a orillas del rio. La joven apoyo la cabeza en su hombro mientras el tiempo pasaba, no supo cuando el sueño la venció, pero de un momento a otro, Mathew noto que estaba dormida. Tomándola con cuidado, regreso al campamento, todo seguía igual, nadie se habia movido. Los ronquidos aqui y, allá eran lo único que rompía la tranquilidad de la noche. Mathew coloco con delicadeza a la joven reina junto a la fogata, arropándola con su gran manta.
-Buenas noches Lucy- susurro antes de acurrucarse en su propia frazada y, caer en los brazos de Morfeo.

Las Crónicas de Narnia: MarcadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora