Capitulo 36

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Emprendieron la marcha nuevamente en la madrugada, el sol aun no se asomaba entre los arboles y, una leve neblina lo cubría todo, helando sus huesos. Los restos de la fogata, lanzaban sus ultimas bocanadas de vida en el clima vespertino.
-A buen ritmo- insistió Peter mientras ajustaba las correas de su caballo- llegaremos al castillo al anochecer. La sombra de la noche debería ser suficiente para permitirnos infiltrarnos, aun así, la capa que me entrego Santa podría ayudarnos.
-¿Cree que es prudente que valla usted solo su majestad?
-Matth tiene razón Peter
-Una persona es mas sigilosa que un grupo armado, si en una hora no salgo, ustedes entraran.
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Susan se inclino sobre el árbol, vomitando todo el contenido de su estomago. Desde la visita de Jadis, sus nauseas vespertinas se habian vuelto mas fuertes que nunca. Agradecía a Aslan que nadie lo supiera.
Despues de un buen trago de agua, se dispuso a despertar a su hermanita, que yacía acurrucada a un par de arboles de distancia.
Recordó vagamente la noche anterior, habia amarrado la pulsera con delicadeza en la muñeca de su amado, deleitándose de el calor que emanaba su piel bronceada. Caspian olía a bosque y cuero, definitivamente era su afrodisiaco favorito.
-Prométeme que te mantendrás fuera de peligro- susurro estrechándola cariñosamente contra su pecho, mientras acariciaba su largo cabello castaño.
-Estaremos bien- respondió levemente sintiéndose una hipócrita. Caspian la mataría cuando se enterara de la verdad, por lo cual, se permitió unos últimos momentos de paz mientras el joven besaba con cariño cada parte de su rostro y, estomago.
-Te amo mi princesita, estaré en casa antes de lo que imaginas. No hagas ninguna locura
Sus ultimas palabras aun resonaban en sus oídos, mientras el ruido de la puerta al cerrarse sellaba su destino. Inconscientemente se llevo una mano a los labios, mientras una solitaria lagrima, rodaba por su mejilla.
-Es hora de seguir Lu- susurro a su hermana menor en cuanto abrió los ojos.
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Archalet se uniría a la batalla habia proclamado la muchacha.
Despues de una extenuante charla, en la que habian acordado lo que se llevaría acabo, se habia retirado a sus aposentos antes de partir.
Edmund se dejo caer en la silla, mientras masajeaba su cabeza. Habian pasado dos dias desde la partida de sus hermanos, el pobre muchacho estaba muerto de preocupación ya que era perfectamente consiente de que no podía bajar la guardia con aquella mujer.
-Mi rey- inquirió Isabella golpeando la puerta antes de entrar.
-Dime
-¿Quería saber si su majestad necesitaba algo mas antes de que me retirara a mis aposentos?
-No no- respondió el muchacho con un sonrisa gentil enderezándose en su asiento- trabajare un rato en estos papeles y me ire a la cama. Gracias Isabella
-Con su permiso- la joven le dio una leve reverencia antes de encaminarse a la puerta.
-¿Isabella?- inquirió una ultima vez el monarca de prepo antes de que la muchacha saliera.
-¿Mi señor?
-Se que esto no me corresponde, pero, ¿Podrida pedirte un favor? ... No bajes los brazos con mi hermano, se que puede ser un testarudo insoportable, pero realmente te quiere ... simplemente, ha tenido un pasado difícil. Asa que si tu en verdad sientes algo por el, no te rindas ¿Vale?
La muchacha lo miro sorprendida sobre como tenia esa información y, el pasado del gran rey. Sin embargo, le sonrió con ternura por su preocupación hacia su hermano mayor. El mismo amor y, devoción que sentía ella hacia Math.
-Buenas noches- finalizo la muchacha, transmitiendo en una mirada, todo lo que no podia expresar en palabras.
-Buenas noches Isabella- respondió de igual manera, pasando una mano por su cabello. Peter definitivamente lo mataría si algún día se enteraba de aquello.
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-Alli esta- susurro Susan a su hermanita. A pesar de la inmensa capa que llevaba encima y, las capas de ropa que las cubrían, ambas muchachas tiritaban de frio.
Aguanta un poco mas bebe, penso con inquietud, mientras su hijo golpeaba sus costillas. No era nada cómodo cabalgar por un día y medio, con un niño en su vientre. Gracias a Aslan, las innumerables capas de ropa, ocultaban su embarazo.
-¿Quien anda ahí?- inquirió el centinela en la puerta. El castillo era inmenso, llegaba incluso mas alto de donde daba la vista, con conchas marinas reluciendo en las paredes, como miles de monedas de oro. Un muro de piedra blanca, trepado por coloridas plantas y flores de colores, bordeaba todo el lugar.
Habian dos guardias en la puerta, median tres o cuatro veces mas que su guerrero mas alto. Susan trago con fuerza, cuadro los hombros y, se bajo la capucha, dejándolos ver la corona que brillaba en sus rizos.
- Mi nombre es Susan Pevensie, vengo a ver al rey.

Las Crónicas de Narnia: MarcadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora