IX

6.8K 872 57
                                    

No era la primera vez que salía a un club con amigas, pero el festejo de su cumpleaños, se le estaba yendo de las manos. Entre las apuestas de trago, y los "juegos", la joven castaña ya se encontraba algo pasada de alcohol.

Si bien sus primas estaban ahí con ella para cuidarla, uno de sus compañeros estaba demostrando demasiado interés en la jovencita. Y ¿Por qué no? Pensaron ambas, estaban de fiesta, Candy era virgen, ambos estaban muy "alegres" ¿Por qué no podría dejarla tener su primera vez con él?

Se notaba que entre ambos había una buena comunicación, que se llevaban bien, y quizás era eso lo que faltaba para que concretaran una posible relación, un poco de alcohol que les diera un empujoncito.

Así que, ambas muchachas los dejaron solos, en un apartado, mientras ellos hablaban. Reían más que nada, estaban tan ebrios, que cualquier cosa los hacía reír.

—Te ves hermosa —le dijo tomando la botella de ron, mirándola a los ojos—. Muy bonita esta noche.

Ella frunció el ceño, y luego negó con la cabeza, riendo divertida.

—Deja de decir estupideces, Stephen.

Se acercó más a ella, y la tomó del rostro. Candice lo observó confundida, sonriendo, y sin esperarlo, la besó, tomándola por sorpresa.

Su cabeza estaba tan confundida, que le llevó unos segundos reaccionar, intentando quitárselo de encima. Lo tomó de los hombros, y lo empujó con fuerza, rompiendo el beso.

—¡¿Qué haces?! ¡Basta!

—No seas una amargada —rio—. Yo sé que tú también quieres, y sólo te haces de rogar.

Cuando intentó volver a besarla, Candice giró la cabeza, poniendo sus manos al frente. Pero de todos modos Stephen no se detuvo, bajó sus manos y la tomó de los hombros para besar su cuello.

—¡No! ¡Basta! —exclamó sintiéndolo encima de ella, chupando su cuello, lamiéndolo.

Desesperada, estiró una de sus manos hacia la mesa, llegando a rozar con las puntas de sus dedos su vaso, arrastrándolo hasta su mano. Y al sentir que él bajaba una de sus manos a los muslos de ella, intentando llegar al interior de los mismos, sujetó el vaso con fuerza y lo rompió en su cabeza, logrando que el muchacho se alejara, aturdido.

—¡Te dije que no! —le gritó con lágrimas en los ojos—. ¡Enfermo!

Se apresuró a ponerse de pie, mareada, y se fue de allí, tomándose de las barandas de la escalera para irse. No, ya no quería festejar nada, sólo irse a su casa.

***

—Cuatro días después—

—¡Bastien! —chilló entrando corriendo al establo, sonriendo.

Hacía casi dos semanas que no lo veía, y lo había extrañado tanto. Lo vio agachado juntando algo, y se abrazó a él, riendo.

—Amor, te extrañé mucho —le dijo dándole varios besos por el cuello, abrazándolo.

—Yo también.

—Ey, no luces tan emocionado ¿Qué pasa?

Se sentó sobre la paja, y la jovencita ni lo pensó, se sentó sobre los muslos de él, mirándolo curiosa.

—En unos meses empezarás la universalidad, y ya no podremos vernos.

—Encontraremos una solución, hasta que puedas irte conmigo.

—Candy, tu papá es mí dueño, yo no puedo irme de aquí. Él me compró, le pertenezco. ¿Qué pasará si me encuentra en tu departamento? ¿Si un día va de visita de sorpresa y yo estoy ahí?

—Pues al diablo con mí padre, yo te llevaré conmigo, y viviremos juntos —sonrió, robándole un beso corto—. Y dormiremos juntos, y te besaré siempre que quiera —susurró antes de hacerlo, tomándolo del rostro.

La besó, pasando sus brazos por su cintura, abrazándola a él, acercándola más a su cuerpo, hasta sentir los pechos de ella contra su pecho.

—Te veías preciosa —le dijo pasando sus labios por la mejilla de ella, hasta su oreja—. Estabas hermosa en tu cumpleaños, mí amor.

Se estremeció por completo, sonriendo, al escuchar su voz ronca contra su oído, al sentir sus labios por su cuello, como la primera vez.

—¿Cómo lo sabes? —jadeó bajo, al sentir que lamía su cuello, y llevaba sus manos hacia el trasero de ella, apretándolo.

—Te vi, mientras te cantaban y luego cortabas tu pastel. Te vi feliz, emocionada... Y te vi también con ese muchacho.

Candice abrió los ojos, tensándose.

—¿Pasó algo más fuera de la fiesta?

—No.

—No me enojaré, sólo quiero que seas sincera conmigo —pronunció en un tono calmo.

Candice desvió la mirada, abrazándolo, sintiendo como él le acariciaba la espalda.

—Me besó en el club, pero yo no le correspondí —murmuró, con culpa—. Habíamos bebido de más lo dos, pero no pasó más nada.

—¿Segura?

—Sí, lo juro, no pasó más nada.

Y Bastien no tendría esas sospechas, sino fuera porque le había visto un moretón que estaba desapareciendo en su cuello. Básicamente, un chupón.

—¿Me amas?

—Claro que te amo, Bastien. Eres el hombre de mi vida, mi amor ¿Por qué me preguntas eso?

—No estás siendo sincera conmigo.

—¿Q-Qué?

—Si sólo te besó ¿Por qué tienes un chupón?

Los ojos de la castaña se cubrieron de lágrimas, derramando algunas.

—É-Él no quiso detenerse, le dije que no, e intentó meter su mano en mí entrepierna. Me tomó con fuerza de los hombros, estaba encima mío, y me chupó el cuello. Te juro que no pasó más nada, Bastien —sollozó—. Yo jamás te engañaría, te amo, jamás haría algo así.

—¿Le contaste a alguien más esto?

—No iba a hacerlo, pero —pronunció respirando profundo, tragando el nudo de su garganta—... Al idiota tuvieron que hacerle tres puntos en la cabeza, por el vaso que le rompí para que se alejara de mí, y ahí tuve que declarar que es lo que había pasado, porque yo lo había agredido. Es un hijo de puta cínico.

—¿Qué hizo tu padre?

—Se puso furioso, fuimos a la policía, y pidió una orden de restricción. Y él perdió el año, porque en la escuela lo expulsaron por su comportamiento.

—De acuerdo, a mi sólo me interesa que tú estés bien —le dijo en un tono bajo, besando suavemente su frente—. Y está bien que te hayas defendido, amor. Si no lo hubieras hecho, quizás ese... Desgraciado se habría aprovechado de ti —gruñó.

...

Los diálogos en el libro de Itzak pueden aparecer diferentes ❤️

BastienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora