La relación con sus padres se había quebrado completamente luego de lo que le habían hecho. Y había tenido que vivir con ellos dos semanas más, hasta cumplir los dieciocho años y marcharse de allí.
En aquel tiempo, había logrado conseguir algo de información, aunque no sabía si eran cierta, pero un empleado le había dicho que a Bastien lo habían dejado en la frontera con el país vecino.
Y también le había dicho, que era casi imposible que siguiera vivo, ya que estaba muy herido. De todos modos, a ella no le importó, quería ir a buscarlo igual.
Habían pasado nueve meses desde que lo había visto por última vez, y tenía la esperanza de encontrarlo, de que siguiera vivo.
Candice se había deshecho de todas sus cosas, las había vendido, para poder conseguir algo de dinero y marcharse.
Empezar una nueva vida, en un país que no era el suyo, apenas hablando el idioma, no era fácil. Lo mejor que había conseguido, era ser moza de un bar.
Había mentido con la dirección de su casa, ya que el primer mes lo había pasado en un hogar transitorio para mujeres, hasta conseguir dinero suficiente para alquiler una habitación, cerca de su trabajo.
Y así estuvo varios meses, buscando los fines de semanas en los asentamiento de Bestias a Bastien, a alguien que pudiera saber de él.
Pero nadie jamás lo había visto, no existía un muchacho con sus características, que hablara francés en aquel lugar.
***
—Entonces, me llamo Givon —pronunció confundido.
Su recuperación había llevado mucho tiempo, que volviera a hablar, que despertara sobre todo, y encima, sin recuerdos.
El muchacho no sabía quién era, de donde venía, o como se llamaba. Y Gillian de cierto modo, agradecía que fuera así. Cuando él lo había encontrado, Givon estaba muy mal, no sólo lo habían masacrado a golpes, su padre le había dicho que también presentaba signos de violencia sexual.
Y Gillian en estos momentos preferiría que el azabache no recoradara nada.
—Así es —sonrió—. Y yo soy tu amigo Gillian.
Asintió con la cabeza, sintiéndose tan confundido. Su cabeza era una laguna, vacía, no habían recuerdos, nada.
—Oye, tómalo con calma, tuviste un accidente, es normal que no recuerdes nada. Te golpeaste muy fuerte la cabeza, con el tiempo irás recordando todo.
—¿Accidente de qué?
—De auto, creo que esa noche pensaste que eras Torretto —rio.
Gracia que Givon no compartió, ya que no entendía el chiste.
—No me hagas caso. En fin, mi padre dice que si para mañana ya te sientes mejor, más estable, te dará el alta ¿De acuerdo?
—¿Y dónde vivo?
—Conmigo, somos compañeros de cuarto —sonrió.
Era muy pronto para decirle la verdad. Cuando Givon estuviera más lúcido, le contaría lo que realmente había pasado.
***
—Meses después—
Había conocido a una chica muy agradable luego de mudarse de ciudad, ya que allí no estaba Bastien. Candice no se iba a quedar en un sólo lugar, buscaría en todo el país hasta encontrarlo.
La joven se llamaba Zoe, y era una muchacha muy inocente, buena, llena de sueños, cursando su último año de secundaria.
Ver a Zoe le recordaba de cierto modo a ella misma, hacía más de un año atrás, cuando tenía su misma edad. Pensando en su carrera, en sus amigas, en la vida universitaria.
Todo eso que ella había perdido, junto a su hijo...
Que ella había estado embarazada, era algo que nadie sabía. Había conocido personas muy buenas allí, pero a ninguna le había contado de su bebé fallecido.
Candice sólo hablaba de Bastien, del muchacho bestia por el cual ella había abandonado su país natal, a quien quería encontrar.
En muy poco tiempo, se habían hecho muy buenas amigas con Zoe, confidentes. La jovencita solía ir a visitar a Candice en su trabajo, ya que la muchacha trabajaba en una cafetería cerca de su escuela.
Candice sabía que en aquella ciudad, mucho más grande que en la primera donde había llegado, habían varios asentamientos de bestias, y muchas personas de ésta especie.
Y cuando Zoe le había contado que en la obra de construcción de su padre, trabajaban jóvenes de ésta especie, la castaña se había ido sin dudarlo, con la esperanza de hallar a Bastien.
Sin conseguirlo.
***
—Mira Givon, esto es sencillo —pronunció Gillian, mostrándole su nuevo puesto de trabajo—. Cuando te traen un producto, tú lo pasas por aquí, visualizas el precio en la pantalla, recibes el dinero del comprador, y lo tecleas aquí. Se abre la caja, y le das su vuelto, sencillo.
—De acuerdo.
—Siempre una sonrisa, si se junta mucha gente no te apresures, hazlo a tu ritmo. Controla bien el dinero que te dan, el vuelto que tú das, que el código de barras sea el correcto, y... Creo que no hay más nada —le dijo pensativo—. Si llegaras a necesitar ayuda, me llamas y yo vendré a solucionar cualquier problema ¿De acuerdo?
—Sí.
—Perfecto entonces —sonrió—. Hoy me quedaré un rato aquí contigo, para ver que todo esté en orden, o por si tienes alguna duda. Eso sí, debes usar siempre la gorra, o un gorro, lo que más te guste. Es por una cuestión estética, tú sabes que a mi no me molesta lo que eres, pero hay muchas personas que sí.
—No te preocupes, la llevaré siempre puesta —le aseguró.
Aquella gorra no sólo era parte de la vestimenta de trabajo, sino también para ocultar sus orejas.
***
—Eso es bebé, toma tus medicamentos —sonrió, dándole con una jeringa al pequeño niñito, que no dejaba de llorar.
El bebé había nacido prematuro, con bajo peso, y sus pulmones no estaban completamente desarrollados. El niño, que ya tenía un año de vida, había quedado con problemas respiratorios.
Solía agitarse mucho y sufría constantemente de infecciones respiratorias. Pero aún así, no se rendía.
Si bien ya tenía un año, y en esos meses había ganado peso, aún era muy pequeño comparado con otros niños de su edad. Y eso también se debía a la mala alimentación que había llevado su madre, y a que se la pasara enfermo gran parte de su corta vida.
Pero Luke no se daba por vencido, y su hermosa sonrisa pura, y sus ojitos azules inocentes, solían derretir de amor a sus cuidadoras. El bebé había sido dejado en un hogar para niños, y era el primero de su especie en ser recibido allí.
...