VIII

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Casi tres meses sin verse, sin besarse, sin estar juntos, que lo único que querían en ese momento ambos, era recuperar el tiempo perdido.

Se abrazó a él, gimiendo mientras subía y bajaba suavemente, siendo abrazada con fuerza de la cintura por Bastien, que mordía y chupaba su cuello.

Lo había extrañado tanto de ese modo, había necesitado tanto estar así con él, sentirse plena, feliz.

Gimió más fuerte, en el momento en que el azabache aumentaba su ritmo, tomándola de las caderas para subirla y bajarla más rápido, antes de correrse en ella, haciéndola llegar unos segundos después.

La acostó hacia atrás, subiéndose sobre ella, sin salir de su interior, para seguir besándola, mientras Candice intentaba recuperar el aliento.

Tomó sus pechos entre sus manos, y los masajeó suavemente, apretando sus pezones entre sus dedos, antes de bajar a chuparlos, haciéndola jadear.

Y la castaña sonrió, mordiéndose el labio inferior, escuchándolo ronronear. Le encantaba escucharlo ronronear, porque sabía que él estaba excitado, que estaba feliz.

Y llevó una de sus manos a la cabeza de Bastien, mientras él chupaba unos de sus pechos, y acarició suavemente sus orejitas, con los ojos cerrados, dejándose llevar por aquella deliciosas sensaciones que él le causaba.

***

—¿Puedo quedarme con ésta? —le preguntó mientras ella se vestía, tomando una camiseta de tirantes, de tela fina.

—Claro —le dijo confundida—. ¿Pero por qué la quieres, amor?

—Cuando te extrañe, podré tener tu aroma cerca.

Sonrió con ternura, y se acercó a él para tomarlo del rostro y darle varios besos cortos.

—Te amo, te amo mucho.

—Y yo a ti —le dijo mirándola a los ojos—. Te amo demasiado, Candy.

Sonrió y le dio un último beso, mientras tomaba su falda para colocársela también.

—Cariño, entre mañana y pasado, llegan mis primas, vendrán a quedarse en mi casa unas dos semanas, ya que se acerca mi cumpleaños.

—Está bien.

—Eso quiere decir que no podré venir a verte —le dijo afligida, acariciándole las mejillas.

Él la tomó de la mano, y le dio un suave beso en la palma de la misma, haciéndola sonreír.

—Está bien, amor.

La castaña se lamió suavemente los labios, antes de besarlo. Lo extrañaría demasiado en esos días.

—Cuida mucho a Goldie por mí, porque mi papá la traerá aquí.

—Lo haré —sonrió, pero su mirada lucía afligida.

—No me mires así —le dijo dándole besos cortos—. Ya falta menos amor, un año más, y cuando me vaya de aquí, te llevo conmigo.

La idea de ambos, la que habían estado hablando el último mes, desde que habían vuelto, era que cuando ella viajara a la ciudad, para poder estudiar en la universalidad, Candice se llevaría a Bastien.

Candice ya tenía un departamento en el centro, a muy pocas cuadras de su universidad, que su madre le cedería cuando ella cumpliera los dieciocho.

Pero el departamento era suyo.

Y de cierto modo, a Bastien le daba ilusión poder vivir con ella, salir de allí. Lo veía como algo imposible también, ya que aún faltaba más de un año.

Pero la ilusión de estar juntos, sin miedos a ser descubiertos, era algo que lo mantenía en pie.

***

—Quiero que la cuides con tu vida —le dijo serio—. Es lo que más ama mi hija.

Bastien observó a Goldie, y asintió con la cabeza, acariciándole suavemente la cabeza y el hocico.

—Lo haré, no se preocupe señor Von Der Nooth.

—Gabriel me dijo que pronto habrán corderos nuevos.

—Así es señor, hay varias hembras preñadas a muy pocos días de dar parir.

—Quiero que separes a seis, y los alimentes bien. En una semana será el cumpleaños de mi hija.

Lo miró confundido, frunciendo el ceño.

—¿Quiere a los corderos?

—Sí, quiero seis corderos.

—Pero-

—No te pregunté que pensabas al respecto, Bastien. Obedece simplemente lo que te estoy ordenando. Elige seis corderos, los separas del resto, y los alimentas para la próxima semana.

—Ellos sólo beben la leche de sus madres.

—Soluciónalo —pronunció antes de irse en su camioneta.

Bastien suspiró y observó a Goldie, con una sonrisa triste.

—Hay humanos muy crueles, preciosa. Ven, cepillaré un poco tu cabello. Candy me contó que a ti te gusta mucho eso. Y las manzanas —sonrió.

***

—El problema es que me gusta —le contó su prima, jugando con su ensalada de frutas.

—¿Pero él demuestra interés en ti? —le preguntó Candice, bebiendo un batido de durazno.

—Sí, pero no sé si interés sentimental, o sólo porque quiere sexo conmigo. ¿Han tenido sexo ya?

—Sí —pronunció con total naturalidad otra sus primas.

—No —murmuró Candice.

—¿No? —dijeron ambas al mismo tiempo—. ¿En serio no has tenido sexo? ¿Jamás estuviste con un chico?

—No —pronunció con fastidio—. Y no estamos hablando de mí.

—Vas a cumplir diecisiete años y no has tenido sexo ¿Al menos has besado a alguien? —preguntó divertida su segunda prima.

—Sí, lo he hecho. En fin, estábamos hablando del caso de Dana, no el mío —les dijo molesta la joven castaña.

Ella no podía hablar de Bastien, ni lo que tenía con él, ni nada de lo que hacían.

***

—Una semana después—

Era tan triste ver como las hembras buscaban a sus corderos, como los llamaban. ¿Y cómo hacerles entender a los humanos eso? Era imposible.

Para el cumpleaños de Candy, que se llevaría a cabo aquel día, las preparaciones habían comenzado muy temprano. Y con ella, la matanza de tantos animalitos.

El señor Von Der Nooth iba a preparar un gran banquete, ya que tenían demasiados invitados aquella noche. Muchas vidas se llevarían.

¿Qué pasó con la primavera llena de vida? ¿De alegría? ¿De amor? Ahora Bastien tendría un recuerdo muy amargo de aquel día.

Incluso, les habían regalado a varios trabajadores corderos, pavos y cerdos, para que se llevaran a sus casas para celebrar.

Bastien tomó a un pollito, y se sentó sobre la paja, acariciando sus plumitas, deseando que aquel día terminara pronto.

Su hermosa novia debía estar ansiosa por la noche, preparándose. Y él la extrañaba tanto. Deseaba tanto poder verla, abrazarla, besarla.

...

BastienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora