Kim era una jovencita de veintidós años, un poco tímida y asustadiza, que como muy pocos kanatitas fuera de la isla madre, tenía orejas y cola.
Kim tenía rasgos asiáticos, orejitas peludas de un color negro brillante, y una cola con el mismo tinte, esponjosa... Una cola que solía ocultar con vergüenza, porque Kim, no había nacido en la isla.
La joven vivía en un país muy alejado de su tierra natal, y como muchos niños, había sido apartada de su familia, para ser usados como regalos exóticos.
Su raza era más pequeña que la de los kanatitas, y mucho tiempo después, ya de adulta, Kim había descubierto que ella en realidad era Iosopalí, y no kanatita como creía.
Y a pesar que tenía curiosidad de regresar a su antiguo hogar, al investigar sobre su cultura y costumbres, había desistido a la idea. En esa pequeña isla las mujeres no tenían derecho a nada.
—Dios mío, estoy llegando tarde —pronunció nerviosa, bajando del ascensor.
Y estaba tan apurada, que se llevó por delante a un hombre alto, que venía caminando tranquilo hacia el ascensor, provocando que ambos tiraran todo al suelo.
—Lo siento ¿Estás bien? —le dijo preocupado, ayudándola a juntar las cosas.
—Sí, sí, yo lo lamento, fue mí culpa, perdón —pronunció nerviosa, apurándose a juntar todo—. Es que estoy demorada, el autobús se rompió a medio camino, creo que fue una de las llantas el problema. Y se suponía que era mi primer día de trabajo.
Cuando ella levantó la cabeza, fue ahí cuando pudo verla con claridad. Ojos almendrados negros, un fino delineado del mismo color, cabello y orejitas negras, rasgos finos. Figura esbelta, y estatura pequeña ¿Cuánto debía medir sin tacones? ¿Un metro cincuenta?
—Te irá bien, no te preocupes ¿Cuál es tu nombre?
—Yoshi Kim.
—¿La estudiante de intercambio que vino a hacer sus prácticas?
—S-Sí.
El alto azabache sonrió cálidamente, dándole la mano.
—Bienvenida, señorita Yoshi, mi nombre es Bastien.
Ella abrió los ojos sorprendida, antes de caer en cuenta quién era él.
—¿É-Él director de la clínica?
—Así es.
Su rostro tomó un color rojo rápidamente, y bajó la cabeza, apenada.
—Lo lamento mucho, en verdad lo lamento, s-sé que no es la mejor de las presentaciones, y-y m-mi imagen-
—Tranquila —sonrió divertido, con ternura, al ver como ella tenía las orejitas hacia abajo—. Todo está bien, y no has llegado tan tarde. Justo recién terminaba de atender a un paciente, y me dirigía a la cafetería por algo para beber. Llevo ya doce horas de guardia.
—Disculpe de todos modos —pronunció apenada.
—Está todo bien ¿De acuerdo? ¿Quieres un café?
—S-Sí.
—Acompáñame entonces —sonrió.
Con casi treinta y siete años, Bastien era director de la clínica de diagnóstico que habían fundado con Gillian, luego de que el azabache se recibiera de médico clínico.
Todos los años recibían estudiantes, para que pudieran hacer sus pasantías de último año allí, Y Kim había sido una de las seleccionadas.
Lo que Bastien no esperaba encontrarse, era alguien de su especie tan tierna. Era como una gatita miedosa.
El cabello de sus orejas se erizó, al escuchar un ruido fuerte en la sala, al mismo tiempo en que sus pupilas se dilataban, haciendo sonreír al médico.
—Tranquila.
—¿Qué fue eso?
—Uno de los camilleros, creo que chocó la camilla con una de las puertas —sonrió.
—A-Ah... Lo siento, mí especie es muy susceptible a los sonidos fuertes, somos algo miedosos —sonrió apenada, tomando su café—. Espero no sea un problema, porque suele... Tomarme por sorpresa los sonidos altos.
—Para nosotros no, pero supongo que será difícil para ti al principio. Es cuestión de que te adaptes.
—Sí... Gracias por darme la oportunidad de venir aquí, daré lo mejor de mí —sonrió.
—Será un placer tenerte aquí, Kim.
...
¿Posible nueva historia? 👀❤️