Candice Von Der Nooth, única hija y heredera de un gran imperio financiero, formado por su padre, dueño de miles de hectáreas, empresario en varias áreas relacionada a la industria ganadera, avícola, porcina y equina.
La jovencita de quince años, era poseedora de una belleza única, de piel blanca y grandes ojos azules, y cabello castaño oscuro. Sus padres, de cariño, cuando era una niña solían decirle Nieves, por el famoso personaje ficticio infantil.
Candice tenía una cierta fascinación por los caballos, incluso su padre le había regalado una yegua preciosa, de pelaje rubio, dorado, para su cumpleaños número quince.
Y es por ésta característica tan única, como su yegua, que la jovencita había decidido llamarla Goldie. El pelaje a la luz del sol, se veía como el oro brillante.
Si bien Candice no tenía casi limitaciones a su corta edad, su padre le tenía una prohibición muy particular, jamás acercarse al establo.
Y cómo sabía que la muchachita no iba a cumplirlo, porque decirle a un adolescente que no a algo, es incitarlo a hacerlo, le había hecho un establo sólo para Goldie, muy cerca de su casa principal.
Aún así, la jovencita estaba esperando el momento justo para ir sola al establo general, y ver que escondía su padre allí. Si tan empecinado estaba de no dejarla ir, es porque algo ocultaba.
Lo único que sabía, es que recientemente una de las yeguas había dado a luz, y ella se moría de ganas por conocer a la cría.
***
Aquel día, sus padres viajarían por negocios, y ella quedaría al cuidado de su nana, una mujer que no controlaba en lo más mínimo a la joven castaña, y mientras no la metiera en problema, la dejaba hacer lo que quisiera.
Es por eso, que Candice tomó a Goldie, y se fue en ella hasta el establo, curiosa, ansiosa por conocer al nuevo potrillo.
Y al estar a sólo unos pasos del establo, vio como un muchacho se acercaba con una cubeta con agua, sin notarla, ya que venía distraído, hasta tenerla en frente.
Soltó la cubeta, aturdido. Ella no debía estar allí ¿Qué estaba haciendo esa muchacha en aquel sector? No sabía quién era, pero imaginaba que sería alguien relacionada a su amo, ya que su ropa no era la de una trabajadora.
—Hola —sonrió perdiéndose en su mirada, sus labios... Era un hombre tan lindo.
Él abrió los ojos con temor, y se apresuró a tomar la cubeta y marcharse de allí.
—No, no, espera, no te vayas —le dijo siguiéndolo—. Espera.
Él no respondió, siguió caminando hacia el gallinero, intentando encontrar un lugar donde ocultarse. El señor Von Der Nooth se enojaría mucho con él, si descubría que una humana lo había encontrado.
—Por favor espera, sólo quiero hablar contigo.
Llegó hasta el gallinero, y al intentar tomar las llaves para abrir la puerta, éstas se cayeron al suelo, por su propio nerviosismo. Candice sonrió y se agachó para tomarlas.
—Ten.
—Gracias... Señorita —pronunció bajo, sin mirarla, con la cabeza gacha.
—De nada ¿Cuál es tu nombre? Yo soy Candice Von Der Nooth, pero todos me dicen Candy.
—¿Von Der Nooth? ¿Cómo el señor de aquí? —pronunció confundido.
—Si con eso te refieres a mi papá, sí —sonrió—. ¿Cuál es tu nombre?