COMIENZOS

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El tiempo suele pasar rápido cuando se está con las personas que realmente quieres, ojala pudiera se parar el puñetero minutero del reloj.

Y es lo que está sintiendo Luis en estos momentos al ver como dos personas le están ayudando a sentirse más vivo que nunca. No lograba sentirse así desde que hizo las maletas y puso rumbo a Alemania.

Y es que ahora mismo tiene a su hija de 4 años sentada encima de él mientras toca el piano y ve como a lo lejos les mira la catalana, aquella que se había ido a vestirse un poco mejor y que había dejado su flequillo salir a pasear.

-¡Mami!, ven con nosotros-pide la niña poniéndole cara de pena-este hombre no sabe tocar el piano-dice riéndose,

-¿Cómo que este hombre?-pregunta Luis riéndose y haciendo cosquillas a la pequeña.

En estos momentos, Aitana está sintiendo como que sobra, es un momento especial para los dos y quiere que Luis lo disfrute sin ningún tipo de ataduras o incluso amarguras.

-Pues enséñale, venga-dice Aitana mientras se muere de la ternura al ver a su hija con la persona de la que estuvo enamorada toda su vida.

Y es que su historia comenzó de todas las formas menos de una manera normal.

Él era camarero en un pequeño bar de Ourense donde solía trabajar todos los veranos para sacarse algo de dinero para poder permitirse seguir estudiando en la universidad y ella veraneaba con un par de amigas por la zona.

Así que una noche cualquiera, Aitana y sus amigas con ganas de pasarlo bien decidieron dirigirse hacia un bar llamado "oasis".

Aitana no le solía llamar la atención ningún chico de primeras, sino que necesitaba más tiempo, pero cualquier chica se volvería loca ante tal camarero.

A Luis le daba muchísima vergüenza eso de entrar a una chica y era evidente que cadada uno se había fijado en el otro, esas miradas quemaban.

Sin embargo, la torpeza del gallego lo estropeó todo y es que tirarle una cerveza al pantalón de la chica no era su mejor carta de presentación, o bueno sí porque tal vez si no lo hubiera hecho aposta, no hubieran comenzado a hablar.

-Perdona, perdona, en serio, estaba despistado-dice aparentando estar nervioso.

-No pasa nada-dice la catalana nerviosa.

-Si me acompañas al almacén te puedo quitar la mancha-propone el gallego sacando a relucir su sonrisa conquistadora.

Ella se miró las manos y asintió vergonzosa y no sabía exactamente el por qué, pero le siguió.

Se fío de él sin conocerle y no se arrepiente ni un solo día de seguirle para que le limpiara esa mancha de cerveza.

-¿Cómo te llamas?-pregunto él.

-¿Cómo te llamas tú?-pregunto ella.

-He preguntado yo primero-aclara.

-Pero me has tirado una cerveza encima-reprocha.

-Me llamo Cepeda-dice mientras ve cómo se empieza a reír-¿De qué te estás riendo?-pregunta acercándose a ella.

-¿Cepeda? ¿Qué clase de nombre es ese?-pregunta la catalana sin parar de reírse hasta que llega un punto en el que el chico que tiene en frente se acerca tanto que permite perder la razón para centrarse en la mandíbula y en las facciones que tiene, se muerde el labio e instintivamente alternan las miradas entre los ojos y los labios.

Ciencia Cierta o InciertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora