Cenas

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Nadie te enseña a ser fuerte, ni mucho menos a echar de menos, ese es el problema, la vida te va poniendo en tu camino a miles de personas pero te las va quitando poco a poco.

Aitana no puede dejar de pensar en la pasada tarde, no puede dejar en recordar en su tacto porque después de mucho tiempo se permite sonreír sin ningún motivo, pero tampoco se quiere ilusionar, ya que porque hayan pasado una tarde juntos sin tirarse de los pelos no significa absolutamente nada, y más con el pasado que arrastran.

A su vez, a su hija también se la ve pletórica y es que parece ser que tener un nuevo "amigo" que se llame Luis, que te lleve al parque y que comparta los mismos gustos musicales ayuda demasiado.

Por eso la catalana no puede sentir más felicidad en el pecho, si su hija es feliz, ella también lo será. Además, eso de saber que Jesús no vendrá hasta la semana que viene la hace sentirse más cómoda y libre.

-Venga mami, mami ¿preparamos ya la cena para Luis, porfi?-pide la niña mientras interrumpe a su madre de escribir.

-Cariño, todavía faltan por lo menos 5 horas para que venga-dice la catalana intentando tranquilizar a su hija.

Aunque sabe a ciencia cierta que ella está incluso más nerviosa que ella porque eso de tener al gallego a menos de 20 metros de cerca no la relaja mucho.

-Pero es que los macarrones que le voy a preparar son muy difíciles de hacer-dice la pequeña intentando despistar a su madre.

-Ahora dentro de un rato-intenta convencerla.

-Jo mamá, eres una cortarollos-se queja porque se aburre.

-Déjame terminar esta parte del libro y lo hacemos-termina cediendo mientras sigue inspirada.

Y es que ver otra vez a Cepeda hace que no pueda parar de escribir, tiene que seguir contando historias, su historia sin que nadie sepa nada, sin que nadie se dé por aludido, solo ellos dos, que lo sepan y es que juraron contar su historia y nunca decir la verdad, porque ellos fueron de esos que nunca iban a caer en la monotonía, parecía que iban a durar para siempre pero luego quedaron en un hasta nunca.

Todavía sigue doliendo y la preocupa inmensamente la razón por la que Luis no ha cumplido del todo su sueño y es que no renunció a él para que no lo hiciera. Su cabeza tuvo que dejarle ir aunque su corazón dijese lo contrario, perdiendo así la razón.

Tras haber escrito más de diez páginas del tirón, se dirige con su hija hacia la cocina a preparar al gallego la comida favorita de la pequeña, macarrones con tomate.

-Le van a encantar, ya verás-dice orgullosa la pequeña del flequillo.

-No lo dudo cariño-admite la catalana sonriendo a su hija mientras se muere de la ternura al ver su ímpetu para cocinar y es que la ha visto tan entusiasmada que no ha podido decirla que no cuando se ha empeñado en hacer su comida favorita.

Tras terminar el plato estrella de la noche se dirigen al baño para ducharse y mientras la pequeña se arregla el flequillo no puede evitar morderse el labio ante la ternura que le está pareciendo, pasa tan rápido el tiempo y está tan mayor.

-Hoy le voy a pedir que sea mi novio-pillando de improvisto a su madre.

-¿Ah sí? ¿Y te va a decir que si?-pregunta Aitana intentando seguir el rollo a su hija.

-Hombre pues claro-dice mientras se termina de peinar y su madre suelta una tímida carcajada ante la elocuencia de la niña.

Termina de arreglar a la pequeña y se va a jugar y es ahora, en frente del espejo, cuando por fin se mira y solo puede ver dos ojos que brillan y una leve sonrisa mientras suspira intentando relajar esos nervios porque hoy quieran o no, tienen que hablar.

Ciencia Cierta o InciertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora