CAPÍTULO ONCE

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—Tienes que ayudarme— solté en cuanto me cogió la llamada y continúe explicándole porque era tan importante que me arreglara.

—Voy para tu habitación —reía a carcajadas y yo negaba con el ceño fruncido a pesar de que no podía verme.

Para cuando llego, yo acababa de salir de la ducha y me encontraba sacando el vestido que había usado en la fiesta de bienvenida de la universidad, su color crema era simple y sencillo.

Cameron esparció sin cuidado todos sus cosméticos y se encargó de hacerme un maquillaje no tan exagerado, me recogió el cabello en un moño y riso un par de mechones sueltos. Cuando termino me dio espacio para que pudiera terminar de vestirme, tome unos guantes negros de satín que usaba en ocasiones especiales. Solo para cubrir mis nudillos heridos los cuales ya había curado luego de mi ducha.

Me dedico una sonrisa y se recostó en mi cama, ya se veía mucho mejor que hace unas horas.

— ¿Por qué la segunda ducha Sav?

—Necesitaba despejarme— mi humor cambio por su pregunta, sabía que se percató de mis nudillos.

— ¿Estas segura de que quieres ir a ese lugar, rojita? —Se levantó y tomo mi mano lastimada— ya no te había sucedido esto, ¿estás bien?

—Puedo manejarlo— solté cortante apartándome— ya paso mucho tiempo desde la última vez que estuve ahí, voy a poder manejarlo.

— ¿Sav si haces esto por Tayler? No vale la pena — en su voz percibí resentimiento y la mire, en realidad se veía realmente preocupada.

—Voy a estar bien— le dedique mi mejor sonrisa para tratar de calmarla pero no cambio su ánimo— además no creo que él se aparezca por ahí— me senté en la cama para colocarme unos tacones — voy a demostrarles a esos imbéciles a no menos preciar a la gente.

Esta soltó una carcajada y luego de unos minutos de tensión la vi sonreírme. —Prométeme que vas a llamarme si las cosas se ponen feas Savanna, me niego a permitir que alguien lastime a mí mejor amiga.

—Te lo prometo— nos abrazamos por un largo rato y luego nos encaminamos a su auto para que me dejara en el restaurante.

Como ya lo había dicho Cameron se había convertido en mí mejor amiga desde que nos habíamos conocido y sabia más cosas de las que me hubiese gustado contarle, ella estaba enterada de mis episodios con las fases de duelo y de algunos problemas que había tenido con mi familia eran cosas que nadie sabía excepto ella, desde la primera vez que se lo había contado se había convertido en mi mama osa tratando de protegerme de todo y todos.

Mis episodios con las fases de duelo comenzaron cuando tenía doce años, fue luego de pasar por un ataque de ansiedad provocado por uno de mis primos. Le gustaba meterse en nuestra cabeza y molestarnos con cuentos de miedo, al principio todo parecía muy inocente de su parte para los mayores que nos decían a mí y mis primos que el solo estaba jugando, pero no termino en cuentos, mientras crecíamos el dejo de molestar a los demás para enfocarse en un objetivo primordial, me convertí en su conejillo de india y ya solo no se trataba de cuentos de terror los que me contaba, sino que se había convertido en un demente, siempre me lanzaba comentarios refiriéndose a como seria clavarme un cuchillo directo en la frente, comentarios tan fuera de lugar que cuando quise ponerle un alto fue demasiado tarde, ahora jugaba y manipulaba mi mente, la atrofiaba cada vez que se encontraba frente a mí. Cuando él se encontraba conmigo le divertía la forma tan sencilla de manejarme a su antojo, me había hecho temerosa, ansiosa y llena de inseguridades. Trataba de evitarlo lo más posible pero no siempre resultaba, al final de todo éramos familia ese loco y yo, no podría desaparecer tan fácil. Y ahí estaba frente al restaurante de sus padres.

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