𝚍𝚘𝚜

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Abrió los ojos como si tan sólo hubiera parpadeado, en vez de dormir horas.
Su cuerpo se había despertado completamente, reclamando que su ciclo de sueño había llegado a su fin. Probablemente había tenido algún sueño intenso que no recuerda.

Miro hacía su derecha, viendo como las gotas corrían por la ventana a su lado; estaba lloviznando.

Se sentó en el sofá en el que había caído dormido, vio las tazas vacías de chocolate hasta la otra esquina del sofá, y también vio algo que le enterneció y entristeció la vista al mismo tiempo; era Dennis, hecho bolita en el piso, seguramente se habría caído en la noche y se quedó ahí, con frío... fastidiado, tal vez molesto.

Inevitablemente pensó, al ver al pequeño en el piso, que siempre que él tenía algún tipo de tranquilidad mental temporal, Dennis tenía que estar en el suelo, figurada o literalmente.
Una jodida metáfora que se metía en su cerebro como si usara un taladro.
Basta.

Se levantó y lo tomó en brazos, cargándolo al estilo nupcial, casi lo despierta pero al final Dennis terminó acurrucado en su pecho, durmiendo como un niño.
Lo llevo a la habitación y lo acostó en la cama, cubriéndolo con dos cobijas, primero la suya y luego la de él. Dennis le había dicho que la simple acción de olerlo, saber que estaba ahí, lo tranquilizaba. Seguía sin entender como alguien como él podría llegar a calmar a ese ángel durmiente, siendo un desastre andante.

Se sentó en una silla acolchonada azul, estaba colocada al lado de un gran ventanal que cubría toda una pared de la habitación, veía al rubio sentado ahí con frecuencia, generalmente mirando hacia el horizonte mientras escribía algo en su computadora o tomaba un té caliente de jazmín.

Pero él veía a Dennis, lo veía de la misma manera en la que él veía un horizonte, admirándolo con querer y una pizca de nostalgia.

Dolía como el infierno verlo.
Esa era la puta verdad; dolía.
Pero sabía que estaría muerto si no fuera por Dennis, era complicado y no esperaba que nadie lo entendiera.
Lo amaba a su manera, la única que podía.

Sólo distráete Richie. Hazlo bien. Sé bueno.

Se levantó de su lugar para ir por su computadora la cual estaba en una de las mesas de noche, y se volvió a sentar.

Abrió la Mac y entró a unos archivos que le había mandando su manager hace unos días, unos guiones que tenía que checar para su nueva rutina pasados a un programa de escritura en el que él mismo podría editarlos después. Sí, la mayoría de las cosas que decía en sus shows eran creadas por él, pero también recibía ayuda, al igual que todos los demás comediantes.

Entró en un escrito sin título, lo cual le extrañó pero aún así siguió leyendo.
Parecía imposible y hasta irónico pero ese guion le estaba haciendo soltar varias risas; grandes, pequeñas, despreocupadas. Y si él estaba así sabía que a los demás los haría carcajear.

Beep beep bocazas Tozier, parece que algún desgraciado te va a llevar la delantera dentro de poco.

Pensó, sonriendo para sus adentros.

Le devolvió algo, una pizca de lo que él fue alguna vez. De lo que luchaba tan desesperadamente por conseguir.

Era tan extraño reír con ese filtro que parecía llevar su existencia. Tonos azules, grisáceos, remarcaban tus ojos; haciendo notorias tus lágrimas.

Risas después, iba por la cuarta página de esa dichosa comedia cuando en medio de una oración se cortó, no había más.

Se quedó unos segundos pensando en que hacer, hasta que, extrañado, se salió del archivo con la intención de volver a entrar y que mágicamente se cargara todo el escrito. No podía simplemente terminar así.
Pero cuando salió se percató de otros elementos que no reconocía, no había rastro de sus cosas y no pudo creer que hasta ahora se haya dado cuenta; esa no era su computadora.
Eso no era algo que él debió haber visto, eso no era algo que siquiera estaba terminado... aun así era de lo mejor que había leído.

𝐆𝐡𝐨𝐬𝐭𝐢𝐧 | reddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora