Me encontraba perdido en el vasto bosque, pero había algo de lo que estaba seguro: aún me encontraba en la frontera del norte. ¿Dónde exactamente? No lo sabía. Solo sabía que debía salir de ahí lo más rápido posible.
De repente, una voz me interrumpió.
—¡Lo siento mucho! No me fijé por dónde caminaba. ¿Estás bien? —me dijo el lobo, que parecía el alfa de la manada, extendiendo una mano hacia mí para ayudarme a levantarme.
Lo miré, algo desconcertado, pero traté de calmarme.
—Mmm... sí, estoy bien —respondí, algo intranquilo—. Pero... tengo que irme —dije, levantándome rápidamente y alejándome.
—¡Soy Tao! —gritó el alfa a mis espaldas.
Yo simplemente le dediqué una mirada fugaz antes de seguir mi camino. No podía perder ni un segundo más.
—Serás mío, hermoso... —murmuró, pero ya no lo escuché. El viento y mi prisa me alejaron de sus palabras.
Al fin, después de lo que parecieron horas de caminar, llegué a la frontera. Un alivio me recorrió, pero al darme cuenta de lo que había delante, mi corazón se detuvo por un instante. Mi pueblo... ya no existía. Todo lo que una vez conocí estaba reducido a escombros y cenizas. ¿Cómo podría sentir amor por un lobo que había destruido todo por lo que alguna vez luché?
Avancé sigilosamente, sabiendo que varios lobos del norte rondaban por los alrededores. No podían descubrir mi guarida. Si lo hacían, acabarían con todos. De pronto, una voz conocida me hizo detenerme en seco.
—Jimin... —se oyó a lo lejos, con una mezcla de desesperación.
La voz era suave, pero tenía una carga de dolor que me hizo dar un paso atrás. Pero no podía quedarme allí, no podía distraerme ahora. Aunque la tristeza me inundaba, tenía un propósito. No podía fallar.
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Mientras tanto, en otro rincón del reino, dos figuras se encontraban en una habitación pequeña, pero cargada de tensión.
—Mgnn... E'dawn... —gemí, entre besos y respiraciones agitadas. La pasión nos envolvía, pero sabía que era una lucha interna que no podíamos ganar. —Nosotros... no podemos estar juntos.-
E'dawn me miró con ojos llenos de deseo, pero también de una tristeza palpable.
—Deja de pensar en eso ahora —dijo con voz grave, mientras me tomaba por la cintura y me acercaba a su boca en un feroz beso—. Solo estamos tú y yo. Eso es lo que importa en este momento.
Si alguien llegaba a descubrir este romance prohibido, sería nuestra perdición. Nuestras familias estaban comprometidas con otros lobos para consolidar alianzas que fortalecerían a las manadas, y cualquiera que supiera lo que realmente sucedía entre nosotros destruiría todo lo que habíamos construido.
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En otro lugar, más allá de las fronteras de los reinos, un encuentro entre deidades estaba a punto de cambiar el curso de los acontecimientos.
—Padre... —dijo Universo con voz solemne, acercándose al trono divino.
Dios, sentado en su majestuoso trono, lo miró con desprecio.
—¿A qué se debe tu visita, hijo? —preguntó, su voz tan fría como el hielo.
—Debes terminar con esto. Se supone que tú eres el bueno —respondió Universo, su tono firme pero lleno de desesperación.
Un viento gélido azotó la sala, y de un golpe, Universo cayó al suelo con fuerza.
—Nadie, absolutamente nadie, me da órdenes —rugió Dios, levantando su bastón con furia. Un trueno retumbó a su alrededor, como si el universo entero temblara ante su ira. —Lárgate.
—P-padre... —dijo Luna, quien había estado observando en silencio. Se acercó a Universo, tocándole la frente con suavidad, una chispa de compasión en sus ojos—. Quédate. Te curaré.
Dios miró a su hija con desdén, pero no dijo nada.
—Hija, quiero que termines con esto. Debes detenerlo, antes de que se apodere de todo. Si no lo haces, no tendremos salida —Le dijo Universo agonizando.
—Padre... —susurró Luna, aunque el miedo se reflejaba en sus ojos.
Luna y Sol, los dos hijos de Dios, poseían poderes extraordinarios. Luna podía curar, mientras que Sol tenía la capacidad de causar destrucción. Eran fuertes, pero no lo suficientemente como para derrotar a su propio padre. Solo podían confiar en la última generación: Jimin y Jungkook. Ellos eran la última esperanza.
Pero para eso, Jimin y Jungkook tendrían que sobrevivir a la guerra que se avecinaba. Tendrían que ser más fuertes, mucho más fuertes, si no querían morir en vano. La batalla que libraban no solo era por sus vidas, sino por el destino de todos los reinos.
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No sé si me odian por esto, pero bueno, aquí sigo, ¿verdad? uvu Sé que a veces siento que esto ya no tiene mucho sentido, pero de alguna manera, me divierte seguir escribiendo
Espero que todavía sigan apoyando esta historia. ❤️ Todo tipo de críticas, tanto buenas como malas, son bienvenidas y, de hecho, ¡me ayudan muchísimo a mejorar!
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《Herederos》Kookmin
RandomJeon Jungkook un lobo Alfa negro, hijo de la Luna y Park Jimin un lobo Omega blanco, hijo del Sol ambos representan la vida y la muerte. Jimin tiene prohibido ir al lado norte pero que pasara cuando este encuentre a un lobo herido al otro lado de la...