— ¡Qué... No! ¡Yo no me casaré con Hyuna! —gritó Jungkook, su rostro marcado por la furia. No podía creer lo que escuchaba.
— ¡Tienes que hacerlo! —insistió Namjoon, su voz firme, pero con un toque de desesperación. — Es necesario. Necesitamos que dejes descendencia. Además, ya tienes 22 años y sigues soltero, ¿qué estás esperando?
Jungkook apretó los dientes y se dejó caer de golpe en el gran sillón de la sala principal, dejando que su cansancio lo envolviera. Miró a su amigo con desdén.
— Nam, creo que ya te lo he dicho antes. No quiero nada con nadie, no ahora. Estar pendiente de un Omega... o lo que sea, me parece una molestia. —sus palabras salieron frías, casi sin emociones.
Namjoon lo miró, sus cejas fruncidas con preocupación.
— ¿Desde cuándo has cambiado tanto, Jeon? —dijo, casi incrédulo. — Ya no eres ese lobo sediento de sangre que conocí. Los demás lobos de la manada están empezando a dudar de ti. Ya no creen que seas el verdadero Lobo de la Muerte. Tal vez deberías acabar con la manada del Sur, demostrarles que aún eres quien eras.
Jungkook cerró los ojos, intentando calmar la tormenta interna que rugía en su pecho. No quería ser ese lobo despiadado de antes. Ya no lo era. Pero la presión era cada vez mayor, y la manada necesitaba verlo fuerte, invencible, como siempre.
— Lo haré... —dijo finalmente, su voz tan baja que apenas fue un susurro, aunque su mente ya estaba ocupada en otra cosa. Pensaba en los dos lobos del Sur, esos a quienes había decidido salvar antes de cualquier cosa. Primero salvaré a esos dos lobos del Sur. —esa idea lo inquietaba, pero sabía que debía hacerlo.
Namjoon, sin notar el dilema interno de su amigo, asintió con entusiasmo.
— ¡Perfecto! Prepararé a los lobos. Mañana al amanecer nos lanzaremos al ataque, no perdonaremos nada. —su tono era eufórico, como si todo ya estuviera decidido, como si nada pudiera interponerse en su camino.
Jungkook se quedó en silencio, pensando en las palabras de Namjoon. Aunque no podía evitar sentir que algo más estaba en juego, no podía dejar de lado las expectativas de la manada.
La batalla que se avecinaba no sería solo contra la manada del Sur. Era una batalla interna. ¿Quién era realmente ahora?
Al día siguiente, alrededor de treinta lobos estaban alineados, sus músculos tensos y ojos centelleando con anticipación. La manada del norte siempre había ansiado atacar, pero el lobo negro, Jungkook, se había mantenido firme en su negativa. "No es el momento," había dicho una y otra vez. Pero hoy, parecía que la hora finalmente había llegado.
Jungkook se alzó en el centro, su figura imponente, y miró a su manada con una determinación palpable.
—¿Están listos para atacar? —su voz resonó en el aire como un trueno.
—¡Listos! —respondieron los lobos al unísono, sus ojos brillando con la misma ferocidad que el suyo.
Un rugido de aprobación recorrió la fila de lobos mientras la manada se preparaba para lanzarse a la caza. Sin una palabra más, Jungkook dio una señal con la cabeza.
Y como una ola oscura, la manada comenzó a moverse, corriendo con una velocidad feroz, el suelo temblando bajo sus patas mientras se dirigían a la frontera del sur.
Pov Jimin
Estaba sumido en un sueño profundo, ajeno a todo lo que ocurría fuera, cuando de repente, la puerta de mi cuarto se abrió de golpe. Tae irrumpió en la habitación, jadeando, su rostro pálido como un lienzo y cubierto de sudor frío. Al verlo en ese estado, supe de inmediato que algo horrible estaba pasando.
—¡Ha entrado la manada del norte! —dijo, su voz temblando de desesperación.
Esas palabras fueron suficientes para que mi corazón se detuviera por un instante. Sin pensarlo, me levanté y corrí hacia el centro de la casa, reuniendo a los lobos más cercanos. Pero cuando finalmente llegamos al campo de batalla, ya era demasiado tarde. La manada del norte había comenzado a arrasar con todo, y el aire estaba impregnado del olor metálico de la sangre.
Vi cómo nuestros guerreros caían uno tras otro, sin piedad, y cada rugido de dolor era como una puñalada en mi pecho. Era como si el tiempo se hubiera detenido, pero mis ojos no dejaban de buscar una figura entre la tormenta de caos y muerte.
Mi única preocupación era encontrarlo. La cabeza de los lobos del norte, el líder, el causante de todo este sufrimiento.
Hasta que finalmente lo vi. El lobo de la muerte.
Mi corazón dio un vuelco y una oleada de furia me invadió. No dudé ni un segundo, corrí hacia él con la velocidad de un relámpago, y sin pensarlo lo lancé contra el suelo. La tierra sucia quedó impregnada en su pelaje oscuro, y algo en su aroma peculiar me detuvo por un momento. Había algo en él, algo que no podía descifrar, pero no era el momento de perderme en eso.
Lo observé fijamente mientras el lobo, sorprendido, se mantenía inmóvil por un breve segundo. Estaba completamente atónito, y por un momento, todo a mi alrededor se desvaneció. Era como si el tiempo se hubiera detenido, dejándonos a ambos atrapados en un instante cargado de tensión. Solo pude oír mi propio rugido feroz resonando en la quietud del aire.
—Lobo de la vida... —dijo, su voz baja, casi como un susurro, pero clara como un grito en mi cabeza.
Mi mente estaba nublada, mi respiración agitada. Estaba demasiado enfadado, mi mundo giraba solo en torno a una cosa: la sangre de mi manada, los cuerpos de mis hermanos caídos bajo las garras de los lobos del norte.
—¿QUIÉN TE CREES QUE ERES PARA ATACAR A MI MANADA? —rugí con todo el odio que podía reunir, mis ojos destellando con furia mientras me acercaba a él.
El lobo de la muerte me observaba, su mirada fría y calculadora. No reaccionaba, solo me estudiaba, como si intentara descifrar cada movimiento que hacía. Era como si estuviera viendo más allá de mi furia, más allá de mis palabras.
—Jimin. —Susurró, como si mi nombre fuera la clave para entender lo que ocurría, como si ya supiera quién era yo, como si algo en sus entrañas ya lo hubiera anticipado.
Mi respiración se cortó al escuchar mi nombre, pero no me detuve. ¿Por qué estaba tan calmado? ¿Por qué no luchaba?
¡JIMIN! ¡Tenemos que irnos, rápido! ¡La manada del norte ha aniquilado casi a todos! —gritó Tae, con el rostro pálido y los ojos llenos de desesperación.
Mi corazón dio un vuelco al escuchar sus palabras. ¿La manada del norte? ¿Cómo podían haber llegado tan rápido? Sentí como si el aire me faltara, mi cuerpo estaba paralizado, incapaz de procesar lo que estaba pasando. Pero lo que Tae dijo después me hizo temblar.
¡Jungkook! —dijo Tae, sin poder contener la angustia.
Mi mente, aún nublada por el miedo y el desconcierto, se negó a aceptar lo que estaba escuchando. Jungkook... ¿Él? ¿El lobo de la muerte? No podía ser cierto. No podía ser el mismo Jungkook, mi primer amor, el que había conocido años atrás, lleno de fuerza y pasión, pero que ahora estaba destrozando todo a su paso.
No... Él no puede ser el lobo de la muerte...
Mi mente estaba en caos, las imágenes de los lobos caídos, de mi manada destrozada, se mezclaban con recuerdos del pasado, cuando Jungkook y yo compartíamos sueños y risas. El mismo Jungkook, el que me había prometido que nunca nos separaríamos... ¿Cómo podía ser este el mismo lobo que había arrasado con vidas inocentes?
No, Tae... esto no puede ser... —susurré, la confusión y el dolor invadiendo mi pecho.
Mi voz se quebró, y las lágrimas amenazaron con caer, pero algo dentro de mí me decía que no podía rendirme ahora. Tenía que entender qué había sucedido. ¿Cómo había llegado hasta este punto?
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《Herederos》Kookmin
De TodoJeon Jungkook un lobo Alfa negro, hijo de la Luna y Park Jimin un lobo Omega blanco, hijo del Sol ambos representan la vida y la muerte. Jimin tiene prohibido ir al lado norte pero que pasara cuando este encuentre a un lobo herido al otro lado de la...