Parte sin título 9

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seguido de ello me levanta como si no pesase nada sobre uno de sus hombros, estoy dispuesta a patalear hasta que reconozco el calor de su tacto, es Peeta quien me lleva como costal de papas.

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-Eres tan terca como una mula-corro tanto como puedo, lo más lejos del baño de sangre a mis espaldas

-PEETA!-algo raspa mi pantorrilla izquierda, provocando que por poco pierda el equilibrio entre tener a Prim en mi hombro como un costal de harina y la mochila que he tomado en mi otro hombro

-No sueltes nada-no he parado ni vuelto a bajar mi ritmo-no planeo volver a ese lugar por un buen tiempo-

-yo tampoco-

cuando mi aliento no me da para nada más que gemir y sentir como el ardor en mis pulmones molesta como cada que salía a correr en invierno, decido tomar un respiro y bajar todo por un instante hasta que se escucha un sonido proveniente de unos arbustos

-Narra escritora-

Peeta había tomado inmediatamente uno de los cuchillos de su cinturón, lanzándolo en el acto contra lo que saliese del arbusto de moras junto a ellos

-debes de trepar ahora, Prim- pero la vista de ambos estaba clavada en el, antes, tembloroso arbusto

-es solo un conejo, Peeta-el susurro de la pequeña rubia a penas llegó a oídos del joven junto a ella

-demasiado ruidoso para ignorarlo- la sangre salía del inmóvil animal, manchando el blanco pelaje que lo cubría

-no era necesario-los ojos le lloraban demasiado pronto

-será la cena-tomó al pequeño animal para despellejarlo tal cual había aprendido en la sala de entrenamientos-el conejo nos servirá para tener energías-

ese era el Peeta que Prim sin lugar a dudas no conocía en absoluto. No le interesaban los animalillos, no le importaba que ella llorase, solo parecía enfocado en correr y cazar. Aunque el tiempo en la arena llevaba unas cuantas horas, él ya no era el Peeta que conocía.

-Prim-por fin logró escucharlo nuevamente-te pregunté por tu mochila ¿Qué es lo que lleva dentro?-él ya se encontraba juntando unas ramitas para cocinar el conejo-necesito que la cheques pronto, tenemos que hacer cuentas y cocinar esto antes de que caiga la noche-

Tomando ambas mochilas comenzó a sacar todo su contenido:

una cuerda

un saco de dormir

un par de calcetines

unos anteojos oscuros muy raros

un par de botellas vacías

un botecito de yodo

unas galletas saladas

y tiras de carne seca

sumado a esto un juego de cuchillos bien encajados en el cinturón de Peeta, ¿Con quién o cuantos habrá peleado para obtener ese pequeño arsenal y salir junto con una mochila como premio?

Entonces tomó atención al físico de su compañero de distrito, tenía rasguños y cortadas en la ropa, unas manchas de sangre en ciertas zonas de sus brazos, pecho y espalda, aunado a esto el rose del cuchillo que le habían lanzado a la pantorrilla.

Sin embargo él parecía estar como si nada, más centrado en hacer una especie extraña de agujero en el piso, para después de ello cubrirlo de alguna manera que desconocía posible, todo para evitar que el humo muestre el punto en que se encuentran

PAN CON  QUESODonde viven las historias. Descúbrelo ahora