Parte sin título 18

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-PEETA, peeta, peeta no!- despertó fría de pies a cabeza, sudorosa y temblando, lo buscaba, llena de temor, con su mano izquierda por toda la cama con el fin de encontrarse con ese cálido bulto como cada mañana... no había nada junto a ella y eso la hizo temblar aún más. Miraba a todas partes como le era posible divisar en las penumbras de aquella habitación: la puerta, las cortinas y los muebles grandes eran lo que más lograba distinguir. No podía permanecer más tiempo acostada, tenía que encontrarlo tan pronto como le fuera posible. Estaba lista para sentir un frío piso bajo sus pies y helarse hasta los huesos, sin embargo el tacto fue cálido y afelpado... una alfombra la única alfombra que habían tenido era una que ella había hecho con trozos viejos de tela para ponerla en la entrada en aquella temporada de invierno para que su hermana no metiese tanto lodo a la casa después de conseguir la comida o ir al quemadero.

Era extraño estar en ese lugar, tan cálido, sabía que afuera estaba helando debido a los cristales formados en la ventana abierta que Peeta solía dejar abierta, eso la congelaba cada que él se salía de la cama.

Siguió su camino en dirección a la puerta para salir en su búsqueda. El olor a dulce fue suficiente para estar tranquila de nuevo, su chico del pan se encontraba en la cocina, preparando alguna cosa nueva para llevar al Distrito.

Los enormes pasos del rubio resonaron por las escaleras y el pasillo hasta detenerse justo a mitad de estas, la tomó para asegurarse de que en efecto estaba absoluta y completamente a salvo, de nuevo, como cada mañana. 

-¿otra vez eso?- suspiró en cuanto confirmó lo de siempre, a la misma hora

-lo siento, sigue pareciendo tan...- lo abrazó fuertemente, con el deseo de no ser soltada -estaban ahí, todos nos perseguían y querían comernos- la humedad no tardo en hacer presencia en la playera del panadero

-pero ahora estamos a salvo- acariciando su rubio cabello intentaba consolarla

-pero casi te pierdo- los sollozos le ganaron la partida nuevamente -te desangrabas y yo no tenía nada para ayudarte como se debía- se aferraba tan fuerte como podía de sus brazos-

-Prim- la abrazó un poco más -Prim debes de entenderlo- la soltó con el propósito de acunar su rostro con ambas manos -eso ya pasó, ahora solo debemos de trabajar para superarlo- 

-Peeta- pronunció apenas pudo -Peeta- sus labios no se movían -PEETA- los oídos le retumbaron y comenzó a sentir el cuerpo pesado -PEETA DESPIERTA- el dolor en la cabeza le impedía abrir nuevamente los ojos... él solo había parpadeado por mucho menos de un segundo -PEETA-

Algo húmedo lo cubría, una figura gris y borrosa se encontraba ocupando la mayor parte de su alcance visual

-que bueno que regresaste- le caían gotas saladas en el rostro, provocando picazón -llegué a creer que no volverías *jamás podría dejarte* quería responder, pero se dio cuenta de que a penas lograba mantenerse despierto. El susurro que salía de su compañera no tenía nada que ver con los gritos que lo habían traído de regreso -estuviste inconsciente por dos días y tres noches- lo tomó del rostro para continuar con su trabajo. Todo le parecía demasiado oscuro aún, no lograba acostumbrarse

-¿en dónde estamos?- la ronquera penas lo dejaba pronunciar bien las palabras 

-a salvo- escuchó agua junto a él e inmediatamente una fresca tela sobre la piel le brindaba un confort que no creía llegar a sentir de nuevo -aquí no han llegado, pasan hasta por en frente de nosotros y no lo sospechan- siguió poniendo las compresas frescas sobre cada parte de su piel expuesta

-¿cómo llegamos?-

-te arrastré hasta aquí- contestó, orgullosa de su hazaña

Peeta quería preguntarle muchas otras cosas, pero el sueño lo vencía demasiado rápido ¿cómo lo hizo? ¿ha estado comiendo algo? ¿cuantos tributos seguían con vida? ¿que tal si solo quedaban ellos dos y como ella no se atrevía a terminar con su vida, solo le inventaba aquello?

-Prim, ¿cuantos quedamos?-

-solo cinco- estaba emocionada -y si permanecemos juntos nos irá bien-

-solo... solo uno sale- 

-no Peeta, esta vez saldremos los dos- el panadero no podía más con sus parpados y el inminente sueño acechando venció en la batalla que sostenían. Solo algo cálido en sus labios fue lo último que alcanzó a sentir... una compresa demasiado suave, pensó.

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-peeta- después de gritar durante demasiado tiempo ahora solo podía susurrar asustada, tenía miedo de haber sido escuchada y que estuvieran en camino a matarlos, pero al ver que las horas pasaban sin ruido alguno por respuesta aprovechó la segunda oportunidad, tratando de ser lo más silenciosa posible, mientras lo tocaba para buscar indicios de alguna esperanza, se dio cuenta de que aún respiraba, poniendo dos dedos en un punto del cuello. Seguía con vida.

No tenía nada para ayudarlo, de solo verlo lloraría hasta desvanecerse, sin embargo no podía darse el lujo de ser débil, este era su momento para voltear las cosas y demostrar que también podía ser de ayuda. Lucharía por mantenerlo con vida. Así que tomó todas sus fuerzas para ponerse de pie y alcanzar a ver lo que ahora los rodeaba, el lago no estaba demasiado lejos, casi podría decir que estaba a unos cuantos metros de la cornucopia. Todo le dolía al moverse y la noche se hacía cada vez más espesa como para quedarse ahí por más tiempo.

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-esto debe de ser bueno- la copa en su mano solo giraba con el liquido que contenía e iba de una mano a otra

-es mejor que bueno- ambos miraban las pantallas, estudiando la situación para proceder lo mejor posible

-¿qué no es justo lo que él evitaba?- 

-pero el chico está fuera del juego, y ella no lo hace nada mal-

-¿cómo venderás la idea?-

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-ella...lo besó- Katniss se encontraba perpleja ante la acción de su hermana 


PAN CON  QUESODonde viven las historias. Descúbrelo ahora