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¿es a caso un tarado?- gritaba la morena en la pequeña sala de aquella vieja casa

-deberías de calmarte, no puede hacer nada mas- para su sorpresa el joven a su lado comienza a dar argumentos a favor del rubio frente a ellos

-claramente puede desacerse de ella y así asegura una amenaza menos para Prim- practicamente se encuentra sacudiendo al chico-es un peligro-

-calmate Katniss-la dulce voz de su madre hizo acto de presencia con un tono frío, muy a su pesar aún no la perdonaba, pero seguía amandola-la cena está lista, es mejor que coman si no quieren lastimar al pequeño- dijo esto último con una pequeña sonrisa, su nieto estaba en camino, solo con un mes de edad, pero en camino

la joven pareja se acerco a ella, el moreno muy felíz con su suegra por sus atenciones a pesar de lo que había provocado y el cómo habían logrado ser uno solo.

-un pequeño muy fuerte- acarició el bulto inexistente en el vientre de su amada

-tanto que ya me estruja las tripas-contestó la ojigris mientras tomaba camino al baño

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la noche había caído pesadamente, la luna artificial que les habían puesto bien podría pasar como la verdadera, había despertado por las fuertes rizas que se escuchaban a kilómetros.

-te lo digo, deben de guardar silencio-la voz de un varón sonó sobre las demás

-solo nos divertíamos-respondió una de las chicas

-solo debemos de buscar, deben de estar dormidos-las voces eran variadas y por la diferencia de timbre bien podría decir que eran cuatro los que se encontraban llegando a su árbol

Buscaba impaciente a Peeta, seguramente él estaba en algún lugar de ahí abajo, dormido y sin haberlos escuchado como ella. Su corazón latía demasiado rápido y las manos le sudaban, el miedo a caer de la rama se hacía presente al igual que el temor a ser descubierta por algún reflejo de la luz en su rubia cabellera, tomando en cuenta el último punto decidió por ponerse la gorra de la chaqueta, cubrirse en el saco de dormir hasta debajo de la nariz, dejando suficiente espacio para ver un poco de lo que sucedía.

Tenía que encontrar alguna manera de advertir a Peeta, pero si lo hacía, en el caso de que ellos no los hayan visto aún, podrían darse cuenta del escondite que ahora tenían. 

Estaba atada de manos y pies, sin opciones de ayudar a su compañero, estaba herido y cansado, seguramente el sueño lo atrapó dejándolo como una piedra, lo único que podía hacer era ver como caminaban tan cerca de dónde él dormiría.

Ahogó un gritó cuando los vio lanzar una daga en su dirección, las lagrimas cayeron de sus ojos cuando ellos se acercaron a los arbustos y sacaron algo de ahí.

-es un conejo-exclamo decepcionado uno de ellos

-felicidades, mataste un conejo- se burlaba una de ellas

-es comida, da igual-

-tenemos de sobra en la cornucopia, tira eso-

Peeta no estaba en su lugar, ¿la había abandonado? ¿la había dejado a su suerte? o ¿le había pasado algo en realidad? lo habían lastimado realmente y no le había dejado tratar con la herida mientras aún podía salvarlo y se había ido a morir a un lugar lejos para que no pudiese verlo en ese estado en la mañana.

Una piedra cayó justo en su cabeza, volteó con miedo, pensando lo peor.

Otra piedra llegó, esta vez a su regazo. Al forzar su vista unas ramas al frente de ella se movían.

¿Cómo lo había logrado? Subió a un árbol y no se ha caído, pero ahí estaba, a salvo, lejos de los profesionales.

El alivio llegó a su pecho y pudo retomar su lugar, guardando las dos piedresillas, ocultándose cuanto podía.

Peeta realmente estaba sorprendido de la ayuda que supuso la chaqueta y ese saco de dormir para ocultarla a la perfección.

Mientras tanto él solo se quedaba alerta lo que se debiese de hacer si llegaban a percatarse de ella.

Los sonidos de los cañones comenzaron a lastimar sus oídos, el estruendo llamó la atención de los profesionales, todos contaban cuantos habían muerto en el primer día. 8 eran los que había contado Peeta.

Luego de ello los indeseables visitantes se marchaban en busca de más vencedores.

Peeta comenzó a bajar del árbol en cuanto desapareció de su campo de visión la luz de las antorcha y lámparas, con todo su motín cargado se dirigió a la basé del árbol de Prim, recogió y limpió el conejo, después de todo la comida no se hace menos en los juegos del hambre.

Lanzó una soga con un metal de tres puntas, así lo hizo hasta que esta se quedó bien atorada en una buena rama, con la ayuda de esta logró llegar cerca de Prim

-con que así es como lo hiciste-

-por poco y me descubren, provoque que las ramas se moviesen mucho-señalo el árbol de enfrente -

-¿que llevas encima? -

-comida y más provisiones--sus ojos brillaban-no pasarás hambre, Prim-

-Peeta- a penas era un susurro-¿de dónde has sacado todo eso? -

-de por allí, unos de los 8 estaban por aquí y tomé lo que pude-

-¿ya estaban muertos cuando llegaste? -

-por supuesto--agachó la cabeza por pena a su mentira mientras ella pensó que era por pena de robar a los muertos

-¿tendrán pan de casualidad?-sintiéndose mal por lo que suponía Peeta había pasado al tomar las cosas, decidió cambia de tema

-sólo galletas, es lo más cercano que tenemos--sacó un pequeño paquete para dárselo por completo a ella junto a un pedazo del conejo que ya habían calentado en la tarde

-delicioso--a penas se entendía lo que decía mientras masticaba

No soportaba mentirle así, pero todo era por ella y de seguro al final de los juegos no le mostrarían las cosas que él haría por ella, si tan solo tuviesen piedad en ese aspecto.

-¿no crees que es mucho lo que comemos? - dejó de masticar un rato

-tenemos suficiente y hasta de sobra, no te preocupes - acarició su mano desde la rama de abajo

...

-Peeta-

-¿pasó algo? - había despertado de golpe al escucharla, su prioridad era mantenerla a salvo y había soñado que la quitaban de su lado

-extraño a Katniss- bajó su mano para recibir contacto del rubio

-yo también la extraño--tomó su pequeña mano con la punta de los dedos, era todo lo que podía alcanzar desde su lugar

-cuéntame algo Peeta- ella miraba a la luna que ya casi se ocultaba

-lo que quieras cuñadita- dura puñalada

-no me digas así- recordó las cámaras--si sobrevives y te casas con ella, seríamos como hermanos- dolía aún más, pero era necesario remediar de alguna forma lo que había dicho

-esta bien, ¿cómo te digo? -

-solo di mi nombre-

-muy bien, Prim, ¿que te cuento? -

-¿porque Katniss? - la mataba esa pregunta desde que tenía sentimientos por él, y necesitaba saberlo...









PAN CON  QUESODonde viven las historias. Descúbrelo ahora