—Bev.
Cuando Beverly ha tomado el celular y está en medio de marcar el número de Bill, Ben aparece en la sala de estar con una expresión muy preocupada dibujada en su rostro.
—¿Todo está bien? ¿Sucedió algo?— pregunta la pelirroja, sintiéndose inquieta.
Ben traga saliva.
—No lo sé— frota sus manos en un gesto nervioso—. Tienes...Tienes que ver algo...
—¿Qué? ¿Le pasa algo al niño?
—Solo... sígueme— pide. Beverly asiente y camina detrás de él hacia el baño. Al principio, no nota nada inusual (no más inusual que el niño desconocido que está en su bañera), pero luego Ben le pide que se acerque un poco y lo ve con claridad.
—Oh por dios— la pelirroja se tapa la boca con ambas manos y retrocede torpemente un par de pasos.
El niño, Georgie, voltea hacia Bev y le sonríe suavemente, casi como si estuviera disculpándose por asustarla.
Porque sí, Beverly está asustada. En el brazo izquierdo de Georgie hay una gran cicatriz que lo rodea por completo, son marcas de dientes que si bien lucen curadas y no dejan más que el recuerdo de lo que fue, son tan grandes que quien las hubiera hecho bien podría...haberle arrancado el brazo.
—Debo...Debo llamar a Bill ahora mismo— dice a Ben.
Éste asiente. Ella se aleja por el pasillo para buscar su celular. Es una pena que no pueda beber alcohol, porque le vendría bien ahora mismo.
—¿Billy?— Georgie sonrie esperanzado—. Ha pasado mucho tiempo desde que ví a Billy.
Ben se acerca al pequeño para terminar de bañarlo, siempre cauteloso.
—¿Cómo es que estás aquí, Georgie?— no puede evitar preguntar.
Georgie eleva la mirada al cielo.
—La tortuga no pudo ayudarnos— pronuncia con gravedad—. Así que nos regresó el favor.
—¿Nos?
Georgie se limita a asentir mientras juguetea con la espuma.
....
Bill Denbrough sabe perfectamente lo que es cargar con la culpa. Lleva arrastrando ese saco durante veintisiete años, tal vez incluso por más tiempo.
Primero, había dejado a su hermano salir solo ese día de lluvia y lo había perdido para siempre de la forma más horrible. La culpa lo destrozó a él y la muerte de Georgie a su familia. Supone que ese fue el inicio, al menos el de su historia.
Inició una cruzada que era imposible ganar sin perder mucho primero, involucró a seis chicos, sus amigos. Sus vidas se vieron enredadas con Eso por su culpa, o al menos es lo que siempre ha pensado.
El suicidio de Stanley, culpa suya. Él no lo cuidó y lo perdió en las alcantarillas, luego lo olvidó y no pudo impedir que muriera. Y tampoco Eddie. Dios, Eddie, su primer amigo de la infancia. Lo había tratado tan mal antes de entrar en las cloacas solo por sentir miedo, y luego no había tenido la oportunidad de disculparse...
Culpa, la maldita culpa llevaba un año exacto consumiendolo. A diferencia de Richie, que había dejado el trabajo un buen tiempo, Bill se había refugiado en el suyo: nuevos libros, contratos para películas, fama en ascenso. Ahora tenía claro su final, siempre agridulce.
O eso creyó. Ahora que tiene a Stanley Uris en la otra habitación, toda la coraza que había construido se desmoronaba.
—¿Richie?— habló al teléfono.
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Una segunda oportunidad | Reddie.
Fanfic«Hubiera querido habérselo dicho» Dicen que las segundas oportunidades no existen, pero quiénes dicen eso se equivocan. Ha pasado un año desde lo ocurrido en la batalla final de los perdedores contra Eso. Richie ha retomado su vida, o al menos lo ha...