Capítulo 11.

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Georgie Denbrough dormía en el asiento de un avión (al que había entrado con documentos falsos, obviamente) cuando sintió la descarga eléctrica recorrer todo su cuerpo.

La tortuga no había hablado de las implicaciones. De todas formas, Georgie ni siquiera sabía que significaba la palabra “implicaciones”, así que tal vez no importaba. Maturin hablaba con Georgie porque el pequeño había sido el sacrificio necesario para que Bill Denbrough y los otros seis entraran en la lucha, y en cierta manera parecía correcto, casi poético.

Georgie solo sabía dos cosas que la tortuga le había dicho: que debían reunirse para recibir el mensaje, y que la tortuga no podía intervenir.

Oh, y que Eso estaba muerto, pero Eso y la tortuga no eran las únicas fuerzas en el universo.

—Georgie, pequeño, despierta— escuchó la voz de la dulce pelirroja mientras se estremecía entre sueños—. Georgie, cariño, es solo una pesadilla.

El pequeño abrió los ojos. Estaba de vuelta en el mundo, estaba allí de verdad.

Pero no estaban a salvo aún, y aunque era muy pequeño para entender muchas cosas, eso lo sabía a ciencia cierta.

....

A Eddie le temblaban las manos. Tiemblan tanto que Richie tiene que quitarle con cuidado el vaso de agua que le ha dado, porque se está derramando.

Richie siente un torbellino sacudir y destrozar sus nervios. Hasta ahora, sólo se había dejado llevar por el momento, pero si lo piensa Eddie lleva un año muerto (y de paso Stanley igual). ¿Cómo es posible que simplemente volvieran? ¿Cómo pudo pensar que no habría consecuencias?

El de lentes se pasa las manos por el rostro, impotente, y vuelve a mirar a Eddie: Está pálido, algo despeinado, y lleva puesta la sudadera gris del propio Richie, que le queda larga de mangas. Su mirada se pierde al frente, en algún punto de la habitación.

—Llamaré a Bill— dice Richie al fin.

Eddie alza la vista y lo observa brevemente: Luce cansado, lleva una camisa verde de lunares negro y unos jeans. Juguetea con su teléfono de forma nerviosa (tal vez para canalizar los nervios que lo invaden sin golpear paredes).

—Espera— Eddie se pone de pie y se acerca a él.

Richie descubre en ese momento que hay una gran diferencia entre la soledad y poder estar al lado del más bajito. Eddie lo envuelve en un fuerte abrazo y Richie corresponde, sintiendo que puede enfrentarse a lo que sea si lo tiene a su lado.

—Te quiero— murmura Eddie, aferrándose a él.

—Dios, y yo a tí— Richie le acaricia el cabello sin deshacer el abrazo—. No tienes idea de cuánto.

Antes, Richie no pudo proteger a Eddie. Ahora, no está dispuesto a perderlo, y peleará.

Aunque, ¿contra qué?

....

Bill acaricia la espalda de Stanley con suavidad. Lo ha apartado de los trozos rotos del vidrio de la fotografía y ahora están sentados en el sillón.

—¿Te s-s-sientes mejor?— le pregunta.

El judío se pasa ambas manos por los risos, suspirando

Una segunda oportunidad | Reddie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora