Capítulo 20.

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Richie abrió los ojos dejando escapar una exhalación brusca. La luz cegadora comenzó a desvanecerse poco a poco.

—¡Eddie!— gritó al instante. Se puso de pie, la preocupación carcomiendole las entrañas, agarrándose un costado con la mano, ya que ahí se había golpeado contra las rocas.

—¡Aquí!— respondió Kaspbrak, y Richie sintió el alivio al instante.

La luz dorada se va disipando. Eddie llega hasta él y lo abraza con fuerza. Richie no puede evitar el quejido que se escapa de sus labios ante aquel movimiento. El más bajito se separa de él y lo mira con preocupación, sobretodo cuando lo ve agarrarse el costado.

—Estas herido...

—No es nada— Richie sacude la cabeza, pero aún así Eddie revisa la herida. Tiene un moraton violáceo bastante feo, pero nada más. Eddie le acaricia suavemente la zona afectada y vuelve a acomodarle la camiseta.

Mientras, Richie ve que Ben le está ayudando a Bill levantarse. Max ya está de pie. Se alarma cuando no ve a Beverly, pero al final la ubica cerca de la puerta esa rara, como si la explosión que los arrojó lejos no la hubiera tocado.

—¡Bev!— Ben corre hacia ella, pero choca contra una barrera invisible.

—¡Ben!

Todos se acercan, preocupados. Beverly está intacta, literalmente dentro de un especie de burbuja.

—Tenemos que sacarla— dice Ben, desesperado.

—¿Qué demonios hace ahí dentro? ¿Y que es esa mierda?— masculla Richie, tratando de camuflar su preocupación.

Tranquilos, eso los protege. La liberaremos cuando esto haya terminado— la voz que dice ésto proviene de una mujer que acaba de salir de esa extraña puerta. Tiene el cabello dorado tan largo que roza el suelo, ambos ojos descubiertos pero los mantiene cerrados. Lleva un vestido blanco también largo con unos vuelos al final que le cubren los pies. Tiene una aura de elegancia y una piel pálida como la luna.

—¿Los?

A Beverly Marsh y su bebé, ellos tienen un destino escrito— dice con naturalidad, para sorpresa de todos—. No somos asesinas, respetamos los planes y los tiempos, nada más.

Ben mira a Beverly con una sorpresa absoluto.

—¿Bev?

Ella asiente lentamente con la cabeza, confirmandolo. Dioses, no quería que su esposo se enterara de ésta forma.

—¿Por qué no me lo dijiste? ¡Pudiste...!

Ella sacude la cabeza, interrumpiendolo.

—No es el momento para discutir sobre ésto— le dice—. Ya la oíste, estaré bien, solo... Salven a Mike.

Ben asiente a regañadientes y Bill tira de él con suavidad para alejarlo de la burbuja que protege a Beverly.

Antes de que cualquier otro pueda hablar, de la puerta salen también la mejor de antes, la del vestido negro que vieron en la calle, y otra de vestido rojo cuyos ojos son cubiertos por su flequillo. Ésta última trae a Mike a rastras, atado con gruesas cadenas que sueltan fulgores dorados.

—¡Mike!— exclaman al verlo, preocupados.

Él los mira, entre aliviado y apenado. Trata de hablarles, pero la mujer de rojo se lo impide.

Mike Hanlon no nos interesa— dice la de vestido negro, relamiéndose los labios—, su destino es otro. Sólo es el cebo.

—¡¿Po-Por qué hacen ésto?!— reclama Bill—. Tal vez el destino simplemente cambió, ¿no p-pueden aceptarlo?

Una segunda oportunidad | Reddie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora