Se levantó con más energía de la normal, o más bien dicho, de la que estaba acostumbrada. En su nueva casa le habían enseñado que aquellas eran las fuerzas que a ella le correspondían, pero que debido al pésimo entorno energético en el que hasta entonces había vivido, éstas se habían ocultado. Ahora sí se reconocía. Cada vez que sentía todo aquello fluir dentro de ella para extenderse hacia sus extremidades sonreía. No sabía cómo había sido capaz de pasar tantos años escondiendo aquello, cómo había podido reprimir toda la magia que amenazaba con salir de cada partícula de su cuerpo. Era lo natural, lo que el universo le había otorgado. Ella era magia, y nada ni nadie podía privarla de serlo.
Pasaba los días probando cosas nuevas, permitiéndose experimentar nuevas sensaciones y compartir sus avances con el resto del grupo. Reía mucho más que como lo había hecho en su anterior casa y aprendía más que en su antiguo colegio. Aprendía cosas útiles, cosas que le servían para comprender el mundo y desear seguir aprendiendo. Era feliz. Jamás antes se había declarado así a ella misma, siempre había habido algo, en ese mundo terrenal y simple, que la separaba del camino de la plena felicidad. Y todo se lo debía a las estrellas.

ESTÁS LEYENDO
Pide un deseo, Annabeth
Short StoryLa familia, el pasado y el presente son tres ejes que se entrelazan entre sí. Annabeth Stan a sus catorce años de edad solo conoce el presente. Pero sabe que hubo un pasado: uno con un padre que se marchó y una abuela de largos cabellos. Sabe que su...