Tres

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La señora Sertbauth había dejado de creer en los milagros. Y nadie podía culparla.
Cuando aquella noche oyó los gritos y las súplicas de su vecina, decidió ayudarla. Aquella pobre mujer le recordaba a ella en un pasado no tan lejano; ambas sabían lo que se sentía al estar perdido y sin oídos dispuestos a escuchar. Tal vez por temor, o simplemente por falta de interés. No lo sabía, y tampoco pretendía entenderlo. ¿Cómo desear ser alguien sin un rasgo de humanidad?

Cuando abrió la puerta intentando calmar los llantos de la joven madre, no pudo evitar pensar en Josep. Su Josep, aquel niño resuelto de sonrisa feliz.
'¡Tiene que ayudarme! Mi pequeña no está en su cama, se la han llevado'. Le había dicho la mujer.
Pero ella ya lo sabía. Annabeth no iba a volver.

Pide un deseo, AnnabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora