Tyton la había besado aquella noche. Había sido su primer beso, algo torpe y sin duda esporádico, pero dulce y verdadero. Tal y como tenía que ser, ¿no? Y ella siempre creyendo que todas aquellas películas eran una chorrada, la simple fantasía de alguien que se obligaba a sí mismo a escribir todas esas patrañas aún sabiendo qué efecto tendría en gente como ella enterarse luego de que esas cosas no pasaban, que simplemente no existían. No sabía cómo era posible, pero desde que había conocido aquellos ojos oscuros con la profundidad que merecían ya nada le parecía igual que antes. A menudo tenía la sensación de que el polen de las flores resplandecía con mayor intensidad y que el sol se encaprichaba en pasar más horas empapando su piel que escondido. Aquello sonaba a locura, sin duda, pero así era como lo sentía.
Algunas noches se preguntaba si todo aquello que estaba viviendo sería para siempre, si Tyton y ella seguirían mirándose así por siempre. Su parte racional le decía que no, que por supuesto el amor se acaba en algún punto de la vida y su historia pasaría a formar parte del gran montón de corazones rotos y desfasados que hay en el mundo. Pero su otra parte, allí donde alberga el alma, le gritaba que no fuese tonta, que un sentimiento así de grande no podía morir de la noche a la mañana, por muchas noches y mañanas que pasaran. Y este último pensamiento era el que permanecía con ella la mayor parte del tiempo. Le quería, no como una posesión ni de forma obsesiva. Se había dado cuenta de que cuanto más libre era él mayor era la atracción y amor que crecía en su pecho, si es que eso era posible.
Ahora le miraba embelesada, de un modo que meses atrás ella misma habría descrito como patético y estereotipado, propio de aquellos que creen que se debe mirar así a alguien sólo porque así es como aparece escrito en los libros. Pero no, aquello no iba con ella, todo eso de los estereotipos quedaba lejos de Tyton y ella. Annabeth le miraba así porque no sabía hacerlo de otra forma, porque no podía enfocar sus ojos en el chico sin que le saliera aquella sonrisa tonta a la que ya se había acostumbrado.
Estaban en el pasillo de la habitación de Annabeth, un pasillo largo y de paredes granate que al principio le había recordado a un hotel antiguo. La muchacha permanecía sentada en el suelo, con la cabeza y la espalda apoyadas en la pared y con las piernas rodeadas por los brazos. Delante de ella estaba Tyton, con aquel semblante serio pero a la vez cálido que tanto le caracterizaba. "Es como si fuéramos uno", dijo una vocecita de pronto en la cabeza de Annabeth cuando llevaban ya un largo rato manteniéndose la mirada. Se ruborizó ante la simple idea de que ellos dos pudiesen ser uno. Últimamente aquel tipo de pensamientos cruzaba con fervor por su mente, y a pesar de lo que meses atrás hubiese podido pensar, había aprendido a acogerlos sin culpa ni ningún tipo de inconveniente. Por la forma en que la miró el chico supo de inmediato que sus mejillas coloradas no le habían pasado desapercibido.
El asomo de una sonrisa burlesca apareció en la cara del joven.
–¿Quieres que te vuelva a besar?
Obteniendo el efecto esperado, el calor que Annabeth sentía en los mofletes se fue extendiendo hasta ocupar parte de su cara y, aunque no lo quisiese admitir, de otras regiones de su cuerpo. Permaneció callada, con las ganas tontas de decirle que sí aunque él ya lo supiera. El cuerpo del chico de levantó con cautela del suelo, mirándola con una media sonrisa, y se acercó hasta quedar justo delante de ella. Por supuesto Annabeth ya se había levantado del suelo y le esperaba con los hombros levemente reclinados sobre la pared. Sus caras estaban cerca, muy cerca la una de la otra, y las respiraciones de ambos sonaban agitadas. Apenas separaban sus labios unos centímetros y la chica suplicaba mentalmente que lo hiciese ya, que no podía esperar. Y, como si él supiera que ese corto espacio de tiempo iba a incrementar sus ganas, cerró los ojos y juntó sus labios con los de ella.
Era explosivo, como cada vez que se besaban. Ya no quedaba ni rastro de aquello que había empezado nueve días atrás como algo tímido, aunque la sensación en el pecho y el anhelo por más proximidad seguían ahí. Movían los labios con deseo, queriendo formar parte del cuerpo del otro y con ganas de más. Siempre quedaba ese algo demandante en ambos, esas ganas de más. Cuando al fin se separaron salieron al bosque. No a la zona de prácticas ni a ningún otro lugar donde reunirse con sus amigos. Caminaron entre risas y siseos hasta llegar al segundo claro del bosque, aquel donde Tyton le había pedido que le acompañara la noche del primer beso. Se sentaron en la orilla del río con los pies descalzos. Annabeth no sabía explicar cómo, pero aquello se sentía como estar en casa, no en casa como con su madre, sino en casa de verdad, en su hogar, donde realmente pertenecía. Se tumbó junto al chico de ojos negros apoyando la cabeza en su regazo. Había algo terapéutico en escuchar el piar de los pájaros y el sonido de la cascada, en estar tumbada allí, en medio de la nada, junto a él.
–Estoy feliz –dijo sin meditarlo dos veces–. Me gusta estar aquí, contigo, con todos.
–¿Conmigo un poquito más, no? –rió Tyton a la vez que fingía preocupación.
–Contigo siempre más, pero solo un poquito –se burló la pelirroja guiñándole un ojo, a lo que el chico respondió dándole un leve empujón bromista, antes de que ella se incorporase sobre él y le diese un escueto beso en los labios para después salir corriendo. El chico soltó un gruñido como queja antes de abrir los ojos y verla desaparecer detrás de un viejo roble.
–¿Quieres que te vuelva a besar? –imitó sus palabras escondida entre las ramas de un viejo árbol– Entonces vas a tener que...
No pudo terminar la frase, porque de un momento a otro dos brazos firmes la aprisionaban contra el tronco de madera.
–Me duele que me subestimes, Annabeth –murmuró Tyton antes de volver a fundir sus bocas en un apasionado beso.
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¡Hey! No sé si alguien estará leyendo esta historia, pero si es así y has llegado hasta aquí, te recuerdo que hay una estrellita ahí abajo que puedes apretar si te gusta lo que lees :)
También me sería de gran ayuda saber qué te está pareciendo la historia <3

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Pide un deseo, Annabeth
Short StoryLa familia, el pasado y el presente son tres ejes que se entrelazan entre sí. Annabeth Stan a sus catorce años de edad solo conoce el presente. Pero sabe que hubo un pasado: uno con un padre que se marchó y una abuela de largos cabellos. Sabe que su...