Ocho

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Tyton sujetaba su cintura con una mano y Annabeth no podía evitar sentir el murmullo de un cosquilleo ascender y descender repetidas veces por su vientre. La estaba ayudando a concentrar gran parte de su poder en la palma de las manos, tal y como a él le habían enseñado unos años antes, y le había dicho a Annabeth que debía, sobretodo, mantener la concentración. Pero de momento a la muchacha le estaba costando mantener la concentración. Le estaba costando, incluso, mantener una respiración regular.

Inclinó un poco la cabeza y cerró los ojos, siguiendo los pasos que tan suavemente le narraba Tyton al oído. Y entonces, 'Flush', en su mano derecha apareció una pequeña esfera azul que desprendía luz propia. Dio un salto de alegría sin poder evitarlo y se dio la vuelta para envolver al pelinegro en un abrazo, que tardó un poco más en ser correspondido.

Lo había logrado, al fin, después de casi mes y medio de practicar a todas horas. Había empezado practicando sola, en la habitación que compartía con Antara solo cuando ésta no estaba. No quería que la viera, ya que de algún modo sentía vergüenza al ser tan inexperta. Desde el momento que pisó aquella casa se le había dejado más que claro que no debía avergonzarse por tener poco dominio de sus habilidades, porque allí nadie, jamás, la juzgaría. Y era cierto, todos habían sido muy buenos con ella desde el primer momento, pero de todos modos no podía evitar sentir cierto recelo a hacer el ridículo. Por eso mismo practicaba a escondidas de su compañera de habitación.

Y lo hubiera seguido haciendo sola, de no ser porque un día se puso a improvisar en el patio de prácticas, después de la clase con el señor Theks. Pensó que estaba sola, que todos sus compañeros ya se habían marchado, pero entonces escucho a alguien justo a sus espaldas. No fue una voz, sino una presencia, y cuando se dio la vuelta comprobó que efectivamente sus instintos de percepción no le habían fallado. Aquel chico se había ofrecido a ayudarla, y ella no quiso decirle que no.

Desde entonces suspiraba por él, como tantas veces había visto a otras adolescentes hacer en las películas.

Pide un deseo, AnnabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora