Capítulo 5

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Sus ojos se volvieron a cerrar perdiendo fuerza en su agarre, pero, siguió sin soltarla, rendida tomó una toalla pequeña que tenía de respuesto, la mojó en agua fría apoyándola en su cien

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Sus ojos se volvieron a cerrar perdiendo fuerza en su agarre, pero, siguió sin soltarla, rendida tomó una toalla pequeña que tenía de respuesto, la mojó en agua fría apoyándola en su cien.

—Qué descanses, extraño — susurró siendo consciente que en algunos minutos podía llegar a dormirse.

Luz, calor, molesta luz.

¿Eh?, ¿luz?.

Automáticamente abrió sus ojos encontrándose arropada entre sus mantas, su ropa era la misma de ayer sin estar mojada, corrió escaleras abajo encontrando a Rocco jugando con su peluche preferido, pero no había señales de un hombre grande lleno de músculos, corrió hasta el baño encontrando que todo estaba limpio como lo había dejado antes de ir a ver a Penélope y llevarla al zoológico donde comenzó todo.

Comenzó a abrigarse para salir directo al zoológico, pasó por su mesa de luz donde tendría que haber quedado el botiquín de primeros auxilios, la camisa de él o algo, pero solo había un papel blanco sin escribir.

Se acercó hasta la mesada de la cocina ya que algo había llamado su atención.
Una taza de café humeante estaba sobre la mesada invitándola a tomarla, tomó entre sus manos la taza observando lentamente toda la taza tratando de descubrir si había algo inusual en la misma, no encontró nada, mientras tanto estaba buscando la caja de café en saquitos, sabía cuantos tenía en esa caja ya que amaba con locura el café y el diseño de la caja en la que venía, la abrió descubriendo que tenía quince sobres.

—Están todos, pero de dónde salió este café.

Siguió buscando alguna explicación lógica en su cerebro, sin saber que al mismo tiempo su taza estaba apoyada en un lugar que no tenía superficie.

—¡¿Qué?!— gritó viendo como la taza rompía todas las leyes de la gravedad, estaba ahí inmóvil sobre algo que no se veía, Natasha se acercó e intentó palpar la superficie que no encontró ya que ni sus dedos la encontraron.

—No puede ser.

Dejó el café ahí y salió disparada hacia la puerta, iría a ese maldito zoológico, desde que entró a ese lugar muchas cosas extrañas comenzaron a pasarle.

Tomó un taxi para llegar más rápido al lugar, bajó pagando su tarifa dando media vuelta para encontrarse frente a frente con el famoso zoológico cerrado, es como si nunca hubiese abierto, rejas oxidadas, el cartel despintado, la boletería llena de maderas bloqueando la visión.

—Todo, ¿fue una mentira?.

Su mente y cuerpo se negaban a creerlo, como si estuviera poseída intentó abrir la reja del establecimiento sin conseguirlo a la primera, la segunda falló y la tercera se logró por haber sacado un destornillador del bolso, no sabía que hacía ahí, pero serviría.

La cadena se abrió cayendo estrepitosamente sobre el suelo con el candado.

—Entra, Natasha —se susurró a sí misma.

Dio unos pocos pasos descubriendo volantes del zoológico esparcidos por todo el suelo descuidado, los hábitats de los animales se encontraban sucios, esqueletos de algunos se hayaban en posiciones aterradoras, se sentía como una película de terror, tomando muchísima valentía siguió el camino, llegando al hábitat de los monos encontrando una figura un tanto escalofriantemente.
Era el hombre que las había atendido en la boletería con la boca llena de gusanos y el rostro desfigurado.

—Dios, dame fuerzas.

Llegando a la última atracción con las cascadas que eran solamente de plástico con la pintura completamente descolorida y mucho moho por todos lados, en la placa que mostraba todos los animales se encontraba un lobo, un pequeño lobo lindo color negro que llamaba la atención por su pelaje y color de ojos, sus pelos comenzaron a ponerse de punta al darse cuenta que algo no estaba bien, todo esto no está bien.

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Amor Salvaje©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora