Un zoológico abriría sus puertas el día martes trece, los niños y adultos iban y venían con los famosos boletos dorados mostrando alegría por todos los animales que verían y conocerían, solo que uno de estos era demasiado peculiar.
Un zoológico.
Una...
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Después del gran interrogatorio de los dos policías, la dejaron ir, con la condición de presentarse mañana en la estación para declarar todo lo que había dicho esa noche.
Mintió.
Jamás estuvo con su novio "Mike", tuvo que hacer creer a los policías que se había fugado con su novio y que estaba cansada de trabajar, tuvo que hacerlo, ya que jamás creerían que viajó en el tiempo a una época en donde los hombres se convertían en bestias, las mujeres usaban faldas y los hombres trajes, la tacharían de loca, todavía no estaba bien para entrar a un manicomio.
Todavía tenía que resolver el misterio que la llevó hasta ese mundo.
Aún debía buscar respuestas y no descansaría hasta encontrarlas.
Después de un regaño por parte de su sobrina y hermana de corazón, la dejaron que se bañara y por último su hermana de corazón, Jude, le prestó su habitación para dormir más cómoda, ella iría a dormir a la habitación de Penélope.
Y con eso acostó su cuerpo cansado sobre la superficie blanda y se dejó estar.
Parte de su cuerpo se sentía pesado, sus párpados se encontraban todavía cerrados, lo único que podía mover eran sus manos, sujetó la sábana de seda con demasiada fuerza.
—Estas no son mis sábanas.
Dejando de lado la pesadez de su cuerpo, se incorporó instantáneamente sobre la cama encontrándose cara a cara con él.
Nada cuadraba en su campo de visión, estaban en una habitación totalmente distinta, paredes azules, cortinas blancas y luz, mucha luz.
—¿Dónde está mi hermana?, ¿Penélope?— tomó su cabeza entre sus manos observando cómo él se acercaba sin mediar palabra.
Su cuerpo que se encontraba de pie a su costado, acercó su cabeza con lentitud.
—No estoy en condiciones de responder.
Sus labios la tomaron desprevenida, su boca, esa bendita boca jugaba con su labio inferior, esos labios querían enterarse en todo su existir, su cuerpo reaccionó conforme a la estimulación. Juntó ambos brazos acercando su cuerpo más al de ella.
—Estás demasiado traviesa— susurró con esos labios hinchados antes de volver a tomar los suyos.
Sus piernas enredaron su estrecha cadera conforme lo acercaba más a ella.
—¡Tía!.
—¡Nat!
—¡Natasha!
Despertó observando a su sobrina con su pijama de conejito y sus ojos hinchados, su hermana de corazón con una expresión de preocupación.
—Pensé que te perdíamos— susurró su hermana antes de abrazarme.
—Sí, tía, casi desapaleciste.
Una sensación de miedo y ansiedad se instaló en todo su ser.
En cualquier momento iba a terminar desapareciendo.
—Mejor, bajemos a desayunar.
Conforme se levantaba, el ambiente se encontraba bastante frío, aún con un swetter de lana y unos pantalones de polar el frío calaba sus huesos.
—Tía, no hace musho flio— su pequeña observó su rostro antes de que su campo de visión se volviera negro.
Risas
Eran risas de esos malditos monos
Podía sentir el como su cuerpo recibía todo tipo de agresiones que le ocasionaban, de un momento a otro todo quedó en silencio, como si fuese un maldito sueño, pero esa maldita oscuridad no se iba.
Unos pasos pesados comenzaron a sumbar en sus oídos, el sonido de algo siendo arrastrado le daba escalofríos por todo el cuerpo.
—Has hecho muy mal, humana. No te alejaste cuando te dí la primer advertencia, y aún así todavía sigues aquí.
Su voz ronca causaba espasmos en su cuerpo, su corazón latía a mil por hora.
—Adivina, adivinador. El cuerpo de un ser humano decorará todo este lugar, amenos que sepas diferenciar lo falso de lo verdadero, cuando lo sepas serás soltada, pero si no lo logras, a muchos de aquí no les importaría jugar contigo.
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