Capítulo 10

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Su aliento caliente rozó su cuello haciéndola erizar, comenzó a alejarse lentamente encontrándose con un Hunter vestido de camiseta y pantalones ajustados

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Su aliento caliente rozó su cuello haciéndola erizar, comenzó a alejarse lentamente encontrándose con un Hunter vestido de camiseta y pantalones ajustados.

—¿Natasha?—custionó mientras la observaba.

No le prestó atención, su atención estaba puesta en los árboles que lo rodeaban, solo que estos parecían querer irse, ni estar siquiera cerca de el, los árboles estaban pintados en la pared, pero estos se alejaban lentamente.

¿Estaba loca?

Su cuerpo se sentía frío, una oleada de viento frío la agolpó, el olor a café y combustible quemado, ¿café?, ¡café!.

—¿Qué haces niña parada ahí?—una mujer le preguntaba con un gorro de lana y un saco violeta.

La miró bien, encontrando en su panorama las carteleras de productos que había en Nueva York, la gente comprando de aquí para allá, y un tráfico que era parado por ella.

—Disculpe— haciéndole caso a la señora se movió de ahí, se quedó observando por un largo rato como idiota las propagandas de comida rápida, perfumes, ropa, elementos electrónicos.

—¡Estoy aquí!— observó su ropa viendo que traía el vestido azul de la mansión.

Mirando a ambos lados cruzó la calle preparándose para caminar hacia la casa de su hermana de corazón.

Solo quedan dos cuadras más, ya llegas Natasha se recordaba, afuera de un edificio se podían apreciar las luces de una patrulla, no, eran tres

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Solo quedan dos cuadras más, ya llegas Natasha se recordaba, afuera de un edificio se podían apreciar las luces de una patrulla, no, eran tres.

Con mucha rapidez comenzó a moverse más rápido, cansada y sudada logró llegar hasta el edificio, tocó la gran puerta del edificio, Nieves seguro había cerrado por prevención, siguió tocando hasta que le abrió Penélope que apenas verla se lanzó a llorar en sus piernas.

—Tía cleí que te peldía—susurró su pequeña mientras lloraba desconsolada.

Un grito se oyó y su hermana de corazón también se encontraba abrazándola.

—¡¿Dónde estuviste?!— le gritó histérica.

La miró encontrando que tenía unas ojeras gigantes, ojos hinchados y estaba un poco baja de peso.

—En mi casa.

—No seas mentirosa Natasha Belikov, fui a tu casa desde hace dos semanas, te llamaba, te busqué, la policía también lo hizo, no te encontraba y eso me partía el alma a Penélope y a mí, llamé a tus dos trabajos ninguno me respondió, todos daban ocupados.

Su voz sonaba cansada y se veía fuera de sí, la abrazó tratando de calmarla.

—Ya estoy aquí, no me iré más.

—¿Tía?— la pequeña Penélope preguntó colgada de su piernas.

—¿Sí, amor?.

—Un hombre vino buscándote, era grande y se transformaba en algo todavía más grande, era agradable.

—Penélope deja de mentirle a tu tía, ningún hombre vino aquí.

—Tú no lo viste mami, pero el sí vino.

Su cuerpo se volvió a erizar, se dió vuelta todavía en la calle en presencia de los policías que estaban esperando a que deje de hablar para interrogarla.

Miró entre toda esa oscuridad de los edificios, su piel se volvió a erizar, ella no estuvo por dos semanas.

—Si no estuve por dos semanas, eso quiere decir, que existe algo más, algo más en este mundo— se susurró mirando por un momento a la pequeña Penélope, su mirada no decía nada.

—Si no estuve por dos semanas, eso quiere decir, que existe algo más, algo más en este mundo— se susurró mirando por un momento a la pequeña Penélope, su mirada no decía nada

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Amor Salvaje©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora