Capítulo 12

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Una carcajada siguió después de otra y así hasta que volvió a caer inconsciente

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Una carcajada siguió después de otra y así hasta que volvió a caer inconsciente.

Volvió en sí rápidamente observando su entorno, encontrándose en la misma habitación que estaba antes de caer inconsciente.

Se levantó de la cama corriendo a tomar su sobre todo que estaba encima de una silla, tomó el vestido celeste que estaba sobre su sobre todo, lo dobló y guardó en una bolsa, debería devolverlo.
Fue en dirección al armario color crema, encontrando sus tenis que servirían para lo que tenía pensado.

Bajó las escaleras aspirando inmediatamente una fragancia demasiado seductora para su estómago.

En la cocina se encontró con Penélope y Elizabeth, su hermana de corazón.

—¡Tía!— gritó su sobrina antes de lanzarse sobre ella.

Aceptó el abrazo y se dispuso desayunar tranquilamente con ambas.

Terminaron de desayunar en silencio mientras Penélope miraba uno de sus programas de TV favoritos, lavó los platos y fue en dirección al recibidor tomando otro saco negro que la cubría completa de pies a cabeza haciendo rápidamente todo bastante acogedor.

—¿A dónde vas?.

—Necesito saber qué pasará con la empresa y el hospital, también necesito ver el estado de mi departamento, además de saber sobre Rocco.

Cerró la puerta dándose media vuelta encontrando en su panorama un parque lleno de niños agitados por los juegos nuevos.

Comenzó a caminar sobre la vereda aspirando el aire frío que le daba escalofríos.

—Natasha....

Susurros, otra vez esos malditos susurros.

—Natasha...querida—susurraba la maldita voz en forma burlona.

—¡¿Qué quieres?!— gritó hacia el cielo llamando la atención de unas cuantas personas que pasaban por su lado.

Río con esa maldita risa sutil y demasiado ronca.

—Te daré una pequeñita ayuda.

Solo quedó en silencio esperando su respuesta.

—Para saber distinguir entre lo verdadero y falso, deberás saber que las ventanas del alma son más opacas que el corazón de los que te rodean.

La pesadez de su cuerpo se fue, en su mente estaba puesta esa última frase. "Las ventanas del alma son más opacas que el corazón de los que te rodean".

—Dame fuerzas, Dios.

Retomó su camino, no sabía por qué, pero algo le decía que fuese a la empresa.

Tomó el bus de siempre, encontrando al mismo señor que las había llevado a ella y Penélope hasta el zoológico.

—¡Buenos días!— saludó amablemente.

Natasha entró como de costumbre, pagó la tarifa mediante tarjeta.

Iría hasta el hospital, algo dentro suyo le decía que vaya.

El viaje duró unos cuantos minutos, se bajó en su parada teniendo ante su visual el hospital.

Las puertas corredizas le dieron la bienvenida, el hospital con el suelo blanco inmaculado y los pacientes sentados esperando ser atendidos en los asientos la recibieron, el olor a fármacos en el ambiente le decía que estaba en casa.

Sin su uniforme sería confundida como cualquier otra persona esperando ser atendida por un especialista.

Se acercó hasta la recepción, Ellie la recibió con una gran sonrisa cuando la vió.

—¡Nat!—soltó contenta yendo rápidamente para abrazarla.

Natasha aceptó el abrazo sintiéndolo bastante reconfortante, hace mucho no la abrazaban tan fuerte.

—Te extrañé Ellie— susurró aún abrazada al cuerpo de la mujer de avanzada edad.

—Imagino que habrás venido a verlo a él— dijo con una sonrisa.

Natasha no entendía nada, ella venía a verla y ver como se encontraba todo el hospital.

—¿Podrías llevarme con el?, por favor, Ellie— preguntó amablemente tratando de mantener la calma.

—Sí, vamos.

Con eso último dicho, la guió por el pasillo del hospital, se cruzaban con otras enfermeras que saludaban a ambas, subieron al segundo piso con el ascensor.

—¿Qué hacemos en las habitaciones de los, ya sabes, ricos?.

Un pasillo del segundo piso era exclusivamente para familias con bastante poder, la decoración del hospital cambiaba totalmente a la de otros pasillos, en estas habitaciones se usaba un mejor equipo que en la otras, además las enfermeras se mataban por ingresar como usuarias a este pasillo, al pasillo de los ricos.

La puerta blanca 512 las recibió a ambas.

—Tienes veinte minutos antes que vengan a revisarlo, entra, niña, todas las noches te llama gritando y jamás despierta.
Él ha estado en coma desde mucho tiempo.

Natasha trataba de hacerse una idea de lo que vería a continuación.
La habitación la recibió, era extensa, un vaporizador la desconcertó, esta habitación era bastante costosa de alquilar y no entendía por que un hombre la llamaba a gritos por las noches, estando en coma.

Se acercó a una distancia prudente de la cama, en donde yacía una cuerpo con la bata del hospital conectado a un respirador, Natasha se desconcertó al reconocer ese cabello negro como la noche y esas cejas pobladas, su cuerpo no respondió rápidamente.

—El está aquí— susurró con voz queda—. Estás aquí Caleb

Temblorosa se acercó hasta estar cerca del cuerpo de Caleb, con cuidado acercó su mano hasta el cabello desordenado del ser que la había querido ayudar, algo dentro suyo le decía que era el.

Su cuerpo se encontraba bastante sensible, no era muy consciente de lo que llegaría a hacer.

—¿Qué te hizo estar en este estado?— preguntó a la nada sin esperar respuesta.

Su mano bajó observando el brazo lleno de pinchazos de agujas, con moretones violeta, con su dedo índice rozó uno de los dedos de la mano abierta de Caleb, sus manos frías la desconcertaron aún más.

—¿La calefacción estará encendida?— dijo tratando de buscar la fuente de calor que debería de estar encendida.
Quiso alejarse a buscarla cuando una mano grande y fría se encontraba apresando su muñeca.

Amor Salvaje©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora