Advertencia : daddy kink, malas palabras, bondage, +18
Partes : 1/1
Maratón : 4/6
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Estaba al límite.
Músculos apretados, mandíbula fija, manos deslizándose hacia arriba y hacia abajo por sus muslos mientras intentaba calmarse por lo que parecía ser la centésima vez ese día. Normalmente, era bueno para mantener sus emociones bajo control. Siempre se mantenia sereno, tomando todo con gracia.
Pero no esta vez. Oh no, estaba lejos de mantener la calma. De hecho, se sintió como un carrete de hilo que se desenredaba. Lo único, o mejor dicho, la única persona que podía volver a juntarlo, eras tú.
Y es precisamente por eso que estaba de camino a casa en ese mismo momento.
Estaba lloviendo, golpeando furiosamente contra el techo del coche en el que actualmente estaba encerrado. Encajaba con su estado de ánimo. Normalmente hablaba con su chofer, pero no esta noche. Estaba demasiado nervioso, y no quería hacer el ridículo siendo descortés con el hombre. Entonces terminaría teniendo que disculparse más tarde por ser un idiota.
Así que mantuvo la boca cerrada, abriéndola sólo para pronunciar las palabras "gracias" cuando lo dejaron en la puerta de su casa. Se enfrentó a la implacable lluvia, agachando la cabeza mientras corría hacia la puerta, entrando.
El olor de las velas perfumadas de otoño y la comida le saludó en el momento en que entró. El reconfortante calor de su hogar se asentó en sus huesos, y se relajó solo un poco, aunque todavía sentia esa abrumadora frustración arremolinándose dentro de él como las nubes de tormenta que actualmente llenaban el cielo.
Podía oír el estruendo de los platos en la cocina mientras se quitaba los zapatos y se quitaba su abrigo, colgándolo en el perchero para secarlo antes de acolcharlo al otro lado del pasillo con los pies vestidos con calcetines. La visión con la que fue recibido sólo profundizó su necesidad de aliviar sus tensiones. Sólo ibas vestida con una de sus camisas, con las piernas a la vista. Y cuando te inclinaste para abrir un armario, él vio tu trasero cubierto por una finas bragas. Pero, sin embargo, se resistió a la tentación de acercarse a ti y de follarte contra el mostrador más cercano.
En vez de eso, se apoyó en el arco que llevaba a la cocina, mirándote mientras revoloteabas, dando los últimos toques a la cena que habías preparado cuidadosamente. Él te había llamado más temprano en el día, diciéndote lo miserable que lo estaba pasando, y tú te habías compadecido de él y habías decidido tener una buena cena cuando llegara a casa, sabiendo que algo de comida abundante le ayudaría un poco.
Cuando te volteaste para poner la olla de sopa sobre la mesa, encontraste a Bill mirándote. "Llegas justo a tiempo", le dijiste, sonriente.
"Así es ", contestó, sus labios sonriendo suavemente.
