Rendición

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-Déjate llevar, Lu- Murmuró él, atrapándola entre sus brazos con su cálido aliento chocando contra su rostro, y su cuerpo tan cerca del suyo que apenas podía contenerse.

Sin embargo, para su frustración ella no hizo nada mas que mirarlo por debajo de sus largas pestañas como si la situación no tuviera nada que ver con ella.

 Valerio maldijo entre dientes.

-Mierda Lu, ¿Cuántas veces vamos a seguir haciendo esto?

-¿Hacer qué?-Preguntó ella inocentemente, no obstante, su voz tembló, imperceptible para cualquiera que no fuera él, delatándose en el proceso.

Entonces Valerio la presionó contra la pared, ambas manos agarrándola de los brazos mientras le susurraba al oído - Sabes muy bien de lo que estoy hablando.

 Lucrecia se estremeció ante el roce de su boca contra su oreja y sus ojos se cerraron involuntariamente.

Envalentonado por tan visible reacción, él continuó -Me deseas- Aseguró dejando un rio de besos sobre su cuello. 

- Val...- Gimió ella levemente, -no podemos- suspiró ella con resignación.

-¿Por qué no?

- Porque somos hermanos- Contestó ella antes de empujarlo con la suficiente fuerza como para liberarse y dirigiéndose al escritorio donde colocó ambas manos sobre la fría mesa de madera tratando de tranquilizar los latidos de su corazón. 

Valerio se paso la mano por el pelo, había perdido la cuenta de cuantas veces habían tenido el mismo argumento y camino hasta pararse detrás de ella.

- ¿Por qué no admites que somos más que eso?- Exigió él rodeando su cintura y atrayéndola hacia él -¿No te cansas?

Lucrecia se mordió el labio inferior, era difícil recordar porque tenía que mantenerse alejada de él cuando estar entre sus brazos se sentía tan bien. 

Valerio le levantó la barbilla, obligándola a enfrentarlo en el espejo y plantando el más ligero de los besos en su mejilla -Deja de fingir que no quieres esto.

Por un momento, ella se inclinó hacia él, el impulso de girarse entre sus brazos y besarlo sin restricciones ganando la batalla, porque aunque ella no lo admitiera en voz alta, ella sabía que su hermano tenía razón, ella lo quería más que nada. Y es por eso que tenía que salir de ahí antes de hacer algo de lo que se arrepentiría. 

Así que llevando su codo hacia su costado Lucrecia se soltó de su agarre y camino hacia la puerta. Ella fue a girar el pomo de la puerta cuando la mano de Valerio se posó firmemente sobre ésta manteniéndola cerrada. 

Ella se volvió hacia él  con los ojos entrecerrados. 

¿Cómo se atreve?  Pensó con indignación

- Déjame ir Valerio- Exigió Lucrecia levantando la cabeza para mirarlo a los ojos.

-No- Respondió él manteniendo el contacto visual.

Valu- Momentos robadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora