Capitulo 67

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Apocalipsis.

Los demonios se inmovilizaron frente a nosotros, Harry estaba frente a mí, su rostro no me dejaba ver ninguna emoción pero me estaba observando sin apartar su mirada ni unos segundos, yo también lo miraba petrificada y estupefacta, perpleja e incrédula.

¿Harry? ¿Del lado de los malos?

Estaba con ellos pero lo último que se me ocurrió pensar era para quien pensaba combatir Harry.

Mi orgulloso rencor relució a luz pues una inmensa furia tocó mi corazón haciéndome odiarlo al instante en el que lo vi. ¿Como podía estar ahí parado sin hacer nada? ¿Como se olvidó de mí así de fácil? ¿Soy tan fácil de olvidar? Quise preguntárselo ese preciso momento pero ninguna palabra cedía a salir.

Todo el cuerpo me ardía, me quemaba, sentí algo tan indescriptible que dudo que alguna persona lo haya sentido jamás, mis manos y mis labios se enfriaron mientras que mi corazón enloquecido parecía querer salirse de mi cuerpo.

–esto será una distracción para ella. –dijo entre dientes Nicholas al mismo tiempo que miraba a Harry.

Encerrada en mi mundo y absorta en mis pensamientos no podía incorporarme en mi entorno, no podía ver otra cosa además de sus ojos verdes claros, nada aparte de su rulos húmedos rosando su rostro, no existía nada para mí que no fuera él, el hombre que quebró mi corazón en miles de trozos, el hombre perfecto que se fue sin decir siquiera adiós. Sus sonrojadas mejillas y labios me invitaban a besarlo, su apetitoso cuerpo me seducía a tocarlo, su parcialmente crecida barba me decía que no se había estado cuidando últimamente, el movimiento de su pecho delataba la agitación de su respiración. Quien otro tan hermoso como ese demonio detestable y vil? En cuestión, sí había otro igual de hermoso que él pero aunque miles de chicos tuvieran su mismo físico puedo asegurar que este Harry era único.

Dos mitades dividían mis impulsos, una de mis mitades quería romperle la boca de un beso a ese hombre, anhelaba su cuerpo protegiendo el mío, soñaba con contar cada uno de sus lunares, quería secuestrarlo para hacerlo mío y amarrarlo a mi cuerpo para siempre. Mi otra mitad pedía a gritos que me alejara, que no lo mirara, que me haría sufrir, que jugó conmigo, que ese hombre no se merecía mis lágrimas, que debía odiarlo, que nada podría sanar nunca las heridas que me dejó y esas heridas aun estaban abiertas y seguían haciéndome daño, ese dolor nada podía borrarlo.

Sacándome del ensueño sonó la voz de Tom.

–no quiero conversaciones. –la calma en su tono de voz era algo impresionante–. No quiero discutir esto. Han pasado los tres días oscuros y esto tiene su fin, todo acabara aquí, no quiero piedad, no quiero llanto, quiero ver la sangre de todos ustedes derramada. –volteé a verlo cuando escuché el dolor en la voz de este hombre. Casi pude abrir la boca cuando vi una lágrima rodando por el rosto de Tom. Realmente estaba llorando?–. Este es el fin. Yo lo llamo Apocalipsis. –prosiguió–. Dudo que alguien sobreviva al octavo día.

Sentí tanto miedo.

–esto es por ti Devonne. –dijo Tom echándole un vistazo al cielo negro.

Sin previo aviso me vi envuelta entre una aglomeración de furiosos demonios.

Ese hombre, Robert, saltó sobre mí y un dolor en mi abdomen profundo y punzante me dejó inmóvil, gemí adolorida para darme cuenta que mi estómago sangraba y una enorme daga estaba clavada por encima de mi ombligo.

Mi espalda se congelaba por el crudo contacto de mi cuerpo caído sobre la nieve. Robert no me dejaba hacer movimiento alguno puesto que me estaba aplastando, era más fuerte que yo, era obvio que todos lo eran, yo era tan débil.
Robert de repente desapareció de mi vista, Hashton le había dado un empujón y ambos rodaron por la superficie glacial. Se apalearon con sus propios puños. La cuchilla continuaba sobre mi abdomen, un torbellino de depresión olvidada volvió hasta mí y no quise luchar por mi vida, me dije que dejaría el arma allí hasta desangrarme y así poder descansar en paz el resto de la eternidad.

El filo de la daga se deslizó fuera de mi abdomen y abrí los ojos previamente cerrados a causa del dolor. Paul estaba con el arma en sus manos.

–Levántate niña. –Me dijo la muerte–. Tienes que pelear, ya estás preparada.

Me puse de pie pensando que moriría desangrada por la magulladura en mi estómago. Otro demonio venia directo desde el cielo hacia mí, pude ver como su cuerpo caía sobre el mío y no me quedaba tiempo para escapar, la bestia de ojos rojos me atrapó con sus garras y unos afilados colmillos caninos se contemplaban desde donde yo estaba, utilicé mi fuerza tratando de aventarlo lejos pero no era cierto eso de que yo era fuerte, yo era tan quebradiza como una figura de cristal, tan frágil como el pétalo de una rosa. Solté un grito de dolor cuando los enormes colmillos se clavaron en mi garganta.

Hice un esfuerzo increíble por moverme a pesar de las heridas, puse una de mis manos sobre la empuñadura de mi espada, el demonio seguía pegado a mi cuello y con mi rodillada golpeé su entrepierna lo más fuerte que pude hacerlo. Quedó tendido sobre la nieve manchada con mi sangre, saqué la pesada espada y con la técnica adecuada me puse en guardia, hice una línea, apunté hacia el hombro de mi contrincante, apoyé uno de mis pies sobre su abdomen duro como una roca y luego terminé por pasar mi espada hasta el lado izquierdo de su pecho, solo debía inclinarme hacia adelante y atravesarle el corazón, solo eso, un leve movimiento. No podía hacerlo, temblaba mi mano y el demonio me observaba adolorido bajo mi pie y hasta se pintaba arrepentido. ¿Como alguien podía matar tan fácilmente a diestra y siniestra? ¿Como podía ser tan fácil asesinar a alguien? Yo sentía que no podía ser tan déspota para hacer algo así, no tenía el valor que se necesitaba.

Silencio, fue todo lo que escuché, solo el sonido de las aves nocturnas y malévolas, solo el bullicio del aire rozando mi piel, solo la respiración y los corazones de todos los que me acompañaban, todos estaban mirándome esperando mi reacción.

–_______ hazlo ahora. –me susurró la vocecita del angelito Nathaniel.
–es un demonio, no es una persona. –Escuché a Hashton–. Tú puedes mi amor.

¿Y Harry?¿Donde estaba Harry?

Quité mi mirada del demonio de los colmillos para buscar a ese otro demonio, para encontrar a Harry. Lo encontré con la vista, él estaba detrás de uno de los ángeles asechando con una flecha en su mano a punto atravesar el pecho del arcángel. De inmediato pensé en gritarle que tuviera cuidado pero fue demasiado tarde; Harry clavó la flecha envenenada en el pecho de ese hermoso joven arcángel, lo vi fallecer al instante.

La furia dentro de mí se incrementó, Harry era un asesino de sangre fría, tuve un impulso tener bajo mi poder a Harry para que sea él quien se atreva a luchar contra mí.
Otra vez posé mi vista en el demonio de los colmillos y con toda la rabia contenida en mi interior me moví y… Lo asesiné. Maté al demonio.
En mis mejillas rozó la humedad de una lágrima que goteó desde mis ojos. Sentí una mano tocando mi hombro y con la mirada perturbada volteé a ver a este hombre hermoso que estaba tras de mí, era Enoc.

–lo has hecho muy bien. –me dijo este ángel.

Las ráfagas de viento eran terribles, viví una guerra efectuándose frente a mis ojos, una guerra en la que yo debía participar, yo era una guerrera más, yo debía luchar. Mis compañeros ángeles abrieron sus alas gigantescas y blancas, volaban por los aires azotando demonios, por otra parte Harry estaba asesinando a nuestros ángeles como todo un experto, no flaqueaba ante la fuerza de ninguno.
En lo que Hashton pudo acercarse a mí corrió a mantenerme entre sus brazos, la calidez de su cuerpo alivianó mi frio, puso su mano sobre la herida de los colmillos que había en mi cuello y está sanó de forma instantánea, su abdomen tocaba el mío y debajo de este la herida hecha por la daga también comenzaba a regenerarse. Venteé su sangre que tenia olor a hierro o a minerales, vi que su antebrazo sangraba con una herida por la cual yo mataría para poder sanarla.

–¡Cuidado! –me gritó Hashton al mismo tiempo que me lanzó lejos evitando que otro de estos monstruos hundiera sus colmillos en mi piel.

Un estremecedor pánico me hostigaba, todo sucedía tan rápido que no sabía qué hacer, Hashton estaba debajo de un demonio de colmillos, al otro lado estaba Tom con las manos entrelazadas en el cuello de Nicholas para estrangularlo. Busqué con la mirada al padre Robert pero no logré encontrarlo, la multitud de guerreros era demasiado amplia como para encontrar a una persona en específico, pero por supuesto no aparté mi mirada del asesino de Harrry, el chico que no me recordaba, no sabía quién era yo. Todavía me parecía increíble que Harry de verdad haya olvidado mi existencia, y aun más increíble que estuviera allí.

Sostuve mi arco y lo cargué con una puntiaguda flecha venenosa, desde el suelo apunté directo hasta ese Robert con nuevo cuerpo que había regresado del infierno, él estaba batallando con Enoc y yo solté la liga que mantenía a la flecha en su lugar, el arma salió disparada a toda velocidad hasta que la detuvo el contacto con el dorso de Rpbert enterrándosele de sorpresa hasta matarlo. Otra muerte más cargaba en mi conciencia y pesaba mucho.

–Hashton ellos son demasiados. –Indicó el arcángel Uriel con frustración–. Hay muchos más de ellos, han poseído a todos los humanos que dejaron vivos, son millones y millones de demonios. ¡Que vamos a hacer?
–no lo sé solo sigue luchando.

Presa por el pánico me percaté de que Tom se estaba acercando corriendo hacia mí, a regañadientes conseguí mover mis piernas, corrí tan veloz como pude sobre el asfalto cubierto con hielo, mis pies resbalaron y caí de espaldas deslizándome muchos metros lejos en bajada, mi cabeza golpeó contra el tronco de un árbol del que me aferré para detener mi caída.

Casi sentí temblar el piso cuando Tom cayó a mi lado incorporándose desde las alturas con un salto, cayó agachado y el hielo bajo sus pies se agrietó. Me levantó de los hombros, acto seguido, me lanzó a los aires y aterricé sobre el vidrio parabrisas de un auto estacionado en el pavimento.

El dolor fue intenso, me dejó sin aliento el impacto de tal azote, el vidrio terminó agrietado en fragmentos minúsculos.

En ese momento apareció Harry con los ojos brillando en la opacidad de la oscuridad.

Saltó sobre mí, mi cuerpo tembló, casi había olvidado lo que era sentir el contacto con su piel, entré en un estado de Shock, casi había olvidado el ardor que me proporcionaba su piel, las quemaduras placenteras que me dejaba, casi olvidaba su aroma masculino y exquisito, las descargas eléctricas que me dejaban inmóvil, el suave contacto con su cuerpo, me estremecí de manera sobrenatural.

Mi pecho se contraía y expandía de manera febril y dolorosa, literalmente no podía respirar, Harry me estaba capturando de los brazos y cada exigua fricción me transbordaba a otra dimensión, me dejaba extenuada y hacía que mi sangre subiera hasta mi rostro acalorando mis mejillas, estaba inerte a punto de sufrir un padecimiento mortal debido a todas las inexploradas emociones que rebosaban mi ser.

No me moví.

Su rostro estaba amenazadoramente cerca, advertí el repiqueteo de su corazón sobre mis costillas, latía avivado como el mío, en ese punto podía morir de placer pero también sentía miedo como ninguna vez lo había sentido anteriormente, no supe si era miedo de él o miedo de perderlo, mi mente se debatía esa cuestión, mis labios retemblaban, no supe si era por frio o por él; esa abrumadora forma en la que me miró fijamente a los ojos me agrietó las entrañas en pedazos.

Verlo ahora tan cerca se sentía como una patada en el estómago y como tocar el cielo con las manos. Sus labios añiles debido al frio estaban separados de los míos por tan solo centímetros.

De pronto me sorprendí cuando Harry comenzó a simular que forcejeaba conmigo pero lo cierto es yo no oponía la mas mínima resistencia.

–Corre. –me murmuró al oído facilitándome un pequeño espacio de separación entre su cuerpo y el auto para que yo me escabullera.

De verdad no quería escaparme, la idea de estar bajo su cuerpo me cautivaba de sobra. Sin embargo mi pavor me hizo huir, me escurrí entre su cuerpo, bajé del automóvil y me eché a correr, Harry me seguía, fingía seguirme, lo tenía corriendo detrás de mí pero yo sabía que apenas se estaba esforzando por moverse para darme ventaja, si realmente hubiese querido atraparme lo haría sin ningún esfuerzo, ya yo estaba al tanto lo rápido que corría ese perfecto demonio.

–no la dejes ir. –gritaba Tom.

Harry se dejó caer adrede, apoyó sus manos en sus rodillas y aparentó estar muy cansado, respiraba aparentemente agitado con una ligera tos falsa.

Me alejé trotando con torpes trancos, no me atreví a volver a mirar hacia atrás pero sabía que alguien me seguía, no estaba segura de si era Harry o tal vez Tom pero oía los pasos resquebrando el hielo detrás de mí.

Jadeé por la fatiga, ya no conseguía seguí corriendo, mis piernas estaban debilitadas, no podía respirar, no lograba ver casi nada tras toda esa niebla, intenté perderme entre el laberinto de aquellas calles pero no logré mantenerme el paso, fui disminuyendo el ascenso por el efecto de la penuria. Algo me agarró de la espalda y un dolor ponzoñoso en la nuca nubló mi visión y me hizo perder el sentido del audio, caí sobre el hielo y lo último que recuerdo fue el frio que sentí cuando fui arrastrada a través el suelo gélido.

Me despertó un sofocante calor, una gota de mi sudor se deslizaba desde mi frente hasta mi ceja. En cuanto abrí mis ojos vi a Nicholas, yo estaba sobre el suelo de cemento, mi cabeza apoyada en la pierna de Nicholas que estaba sentado a mi lado. Me encontraba en una especie de refugio, me refugiaba de las llamas, solo me resguardaba del fuego el techito de un templete, el cielo era rojo y rosado, estaba lloviendo fuego, líneas flamígeras de fuego caían desde el cielo. El sol persistía sepultado, lo único que mantenía la ciudad iluminada era todo ese fuego.

Amedrentada vi la apocalíptica escena como sacada de una película. Ángeles y demonios combatiendo, algunos montados sobre caballos enormes y robustos, otros sangrando, muriendo como moscas y matando a sangre fría.

Hashton debajo de las crueles garras del poderoso William West, y Harry a punto de ser asesinado por el arcángel Enoc.

La voz del padre Robert a mis espaldas balbucía palabras en otro idioma inentendibles para mí, me asusté tanto que mi primer instinto fue correr, me puse erguida y un dolor en la parte de atrás de mi cuello me entumeció la piel, me toqué el cuello y este sangraba.

–¡______ ten cuidado con ellos! –me gritó Nicholas cuando yo me lanzaba a correr debajo de la lluvia de fuego, cuando estuve fuera del sobrecielo que me cubría sentí ardientes quemaduras insustanciales como las que te hace el fuego artificial, intenté no gritar.

Estaba en medio de una pelea entre alas, colmillos y ojos rojos y felinos. A este punto ya todos los demonios se habían vuelto indecentes, sus cabellos estaban despeinados, su ropa rasgada, lucían heridas con sangre tan oscura como el petróleo; los ángeles tenían sus armaduras y escudos quebrados, algunos llevaban las alas heridas, lo que les impedía volar, otros tenían sus rostros perfectos magullados con sangre brillante y roja como la de Hashton y Harry, y otros en su abdomen y cuello desnudo cargaban con heridas de garras y colmillos, todos atenuados debido a la depauperación.

Cuerpos fallecidos estaban extendidos por toda la superficie terrestre, la ciudad se estaba convirtiendo en cenizas por las llamaradas que la envolvían y por último miles de espectros pasaban expeditos de aquí para allá poniéndome los pelos de punta.

Un lamento que se oyó detrás de mí, me dejó fosilizada, era un alarido de agonía del padre Robert.

Murió.

En cuanto me giré a verlo acababa de ser exterminado por un demonio. Por primera vez vi a Nicholas llorar, el padre Robert era como su padre, también Hashton derramó una lágrima al verlo, aquello me lastimó, la gente que yo quería estaba siendo lastimada.

Recordé las palabras de Hashton: "Verás morir a mucha gente, debes entender que en una guerra eso es normal y no puedes detenerte a llorar, en momentos de lucha tus sentimientos no pueden salir a la luz." "Además prepárate para que la gente que quieres falte en algunas ocasiones".

Me encogí, no alcancé a reprimir mis ganas de llorar, ya estaba harta de las lágrimas, agobiada del sufrimiento.

Me di cuenta de que no llevaba armas conmigo, entonces recordé el puñal de plata que había ocultado en mi ropa, con esta tajante arma mortal en mis manos corrí hacia la bestia que acababa de matar al querido padre Robert, me lancé con fuerza hasta ese robusto hombre de garras enormes y me dejé llevar por los impulsos de mi ira, enterré la navaja en su espalda hasta que sentí que su corazón había sido perforado, presa en el pánico solté la daga, vi caer al tipo en el suelo y me eché a llorar con impotencia y consternación. Se me hacía muy difícil matar.

Enamorada de un demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora