Capitulo 71

334 30 0
                                    

Conocí el paraíso en persona, me entregué a él,
le entregué todo de mí, en mi mente yo sabía que ahora más que nunca yo le pertenecía y que él me pertenecía también, yo era suya y él era mío, solo estábamos él y yo en ese lugar oscuro sin ningún otro abrigo que las sábanas de nuestro cuerpo, me sentía protegida entre sus brazos, suspiraba recostada en la hierba con mi cabeza recostada en su pecho.

–Te amo, te amo, te amo. –susurraba Harry con la voz entrecortada, sin aliento y no paraba de besarme los labios repetidamente. –te amo.

Los dos luchábamos para respirar.

–¿te he lastimado? –pregunto él con preocupación al ver mi cara.

Mi dolor más agudo se debía al miedo que sentía de que Harry volviera a marcharse.

–Harry, jamás me dejes.
–jamás lo haré. –nos abrazamos con más fuerza.
–te amo. –Le confesé acunada en sus brazos–. Desearía que me ames igual.

Los brazos de Harry me apretaron más, sentí que se romperían mis huesos.

–¿que dices? –demandó–. Tú no puedes imaginarte cuanto te amo, no puedes.
–tú me abandonaste.
–no sabes cuánto me hiciste falta. –aseveró–. Estaba muriendo solo porque tú no estabas, jamás dejé de amarte.
–entonces, ¿por qué te fuiste?
–ya te lo dije, tenía que protegerte de mí. Soy un demonio, todavía no logró entender cómo estás viva.

Solo entonces me sentí terriblemente culpable, me sentí fatal, me sentí como una cualquiera. Mi esposo acababa de morir y yo acababa de entregarle mi virginidad al tipo que lo asesinó que además era su propio hermano.

–Hashton. –trascendí para mí misma y deje disgregarse una lágrima.
–no quise hacerle daño, lo juro. Hay maldad dentro de mí, no pude controlarlo, lo siento mucho, muchísimo.

Le creí.

–¿me amas? –cuestionó palpando mis labios con sus dedos.
–más de lo que crees.

Mi corazón latía haciendo algunas repentinas pausas y acelerado a la vez. Él puso una mano sobre mi corazón, su nariz rozaba la mía.

–estaría despierto el resto de mi vida solo para sentirte así, solo para escuchar los latidos de tu corazón y sentir tu respiración en mi cuello. Haría cualquier cosa por tenerte de este modo, a mi lado por el resto de la eternidad, cualquier cosa por sentir tu piel, tener tu olor, mirar tus ojos, por escuchar tu voz, por verte dormir. Moriría cien veces para salvar tu vida.

¿Como unas simples palabras podían llenar tanto tu alma? Cada bocanada de aire que salía de su boca formando aquellas palabras me hacia morir y revivir tantas veces como era posible. La vibración que producía su voz cuando me hablaba al oído me producía leves escalofríos en todo el cuerpo. Su rostro tenía el más sublime rubor rosa.

–no quisiera que murieras para salvarme, no vuelvas a repetir eso. ¿Que haría yo, sin ti?

Otro de sus deletéreos besos me dejó sin habla. La forma en la que nuestros cuerpos se entrelazaban era descomunal, nos teníamos uno al otro como si de eso dependiera nuestra vida, totalmente unida, aferrándonos como si no existiera otra cosa en el mundo, como si respirar fuera cosa de dos.

Mi cuerpo entero aun palpitaba.

–juro que te amaré aunque pasen mil vidas. –me dijo–. Espero que seas solo mía él durante toda la eternidad.
–juro que serás el único hombre al que voy amar en la infinidad de los tiempos. Soy tuya, tú eres mío. –sonrió.

Escuchamos el sonido de ramas quebrándose al ser pisoteadas, eran pasos, alguien se acercaba.

En un soplo me puse de pie sintiendo un trivial y punzante dolor en el vientre, Harry y yo nos colocamos nuestra vestimenta en menos de tres segundos.

Paul apareció desde la penumbra.

–Harry. –Llamó la voz de Paul–. Harry tu hermano rompió tu maldición.
–¿Qué? –preguntó él.
–Hashton escribió palabras sagradas de ángel, escribió que si él moría antes de la luna llena del octavo día serías liberado de la maldición y te transformarías en un mortal. Ahora puedes ser feliz príncipe del mal, eres un simple mortal por si no lo habías notado.
–¿hablas enserio?
–si Harry. –dijo fastidiado.

Séptimo día de caos.

Volví con Harry a la escena de la batalla para darme cuenta que los demonios estaban venciendo esta conquista, quedamos muy pocos clementes, la masacre de ángeles había sido fatal, fue tremendo darse cuenta de que solo quedaba Uriel, Nathaniel, Lenya, Nicholas, Paul y otro par de ángeles más llamados Miguel y Aniel. Adónde se había ido nuestro batallón de ángeles? Y lo peor de todo es que eran alrededor de unos ochenta demonios aproximadamente contra solo nueve, eso, solo si contábamos a Harry como uno de nosotros. Estamos perdidos, pensé.

El padre de Harry lanzó un ataque hacia Harry y hacia mí, algo parecido a una flecha encendida en llamas se acercaba a la velocidad de la luz, nada podía hacer para detener mi muerte, iba a impactarme y ya no estaba Hashton para sanarme y seguir salvando mi vida pero estaba Harry, solo tuve tiempo para pestañear y tomar la mano de mi amado, tragué saliva, a penas rocé sus dedos cuando observé que la flecha se había detenido en medio del aire, a cinco centímetros frente a mi rostro estaba la flecha flotando, el fuego en esta se había disipado, volví a parpadear y la flecha cayó al suelo.

–lo hiciste muy bien ______. –me felicitó Harry.

¿Yo lo hice?

Todos esos demonios se aventuraron a arremeternos, iban directo a acabar con los pocos buenos que quedábamos, lo lograrían y el mundo sería de ellos, harían de la tierra un infierno, se agotarían las almas puras en el mundo. Sería el fin del caos. Solo nosotros no íbamos a lograr acabar con todos ellos.

En ese preciso momento estaba preparada para morir, cerré mis ojos y apreté la mano de Harry con toda la fuerza que me quedaba. De repente se escuchó un estruendo escalofriante, era el bullicio atroz de un trueno, sonó como el grito de una bestia, sonaba tan fuerte que parecía que el cielo se hubiese partido en dos, el eco ensordecía mis oídos, era como si el cielo se estuviera desgajando, nunca en mi vida había escuchado un relámpago tan estruendoso, un torbellino se comenzó a formar sobre nuestras cabezas, en las negras nubes se podía observar la tormenta a punto de romperse, en el horizonte un huracán de tempestad venia a arrasar con nosotros, el calor se hizo insoportable cuando el suelo comenzó a arder, en toda mi vida nunca había visto tanto fuego junto, las edificaciones de la ciudad de Rostock ardían, todo se carbonizaba, era como estar en el mismo infierno, las candentes flamas nos ceñían y eso detuvo el paso de las demoniacas bestias, todo seguía ardiendo, todo se tornó color naranja, el calor hacia enrojecer mis mejillas y hacia que mi cabello calado de sudor se me pegara a la piel. La mano de Harry entrelazada a la mía me proporcionaba la fuerza ineludible para apoyarme sobre mis pies.

Truenos, rayos y centellas era todo lo que se veía y escuchaba, la tormenta eléctrica iluminaba el cielo y pude ver esas azules luces como flashes. Agua, hielo y nieve se precipitó a caer desde las alturas, mi rostro y mi cuerpo estaban humedecidos con sudor, lágrimas y agua dulce de todas esas precipitaciones.

Todo era un caos, el clima se volvió un fenómeno natural, yo casi estaba segura de que en otros lugares del mundo todos los volcanes del planeta estaban haciendo erupción y de que quizás en Australia el mar se había desbordado. Todo lo que veía en ese instante era fuego y agua por doquier, luces y resplandores, nieve y glaciales de hielo cayendo en picada desde el cielo negro azulado y destrucción.

No sé cuánto tiempo pasé atrapada en la tormenta, toda la ciudad estaba hecha polvo, no había forma de que el fuego se extendiera más, por un instante sentí que el cielo iba a desplomarse sobre mí, jamás vi desastre natural mas grande, jamás escuché truenos tan aterradores, el aire olía a dióxido de carbono y a cenizas, los demonios ya no estaban al alcance de mi vista porque el fuego los cubría, oí gritos de dolor y pánico de todos esos malignos seres, comencé tragar tanto humo que se me era imposible respirar, el gris humo hizo que me ardieran los ojos y que sintiera un terrible mareo. Abracé a Harry cuando sentí que iba a desvanecerme, él me arrulló en sus brazos como a un bebé.

–Amor, todo acabó. –Me informó en un susurro–. Acabas de matarlos a todos ellos, eres una heroína, el caos ha terminado.

Lo tenía tan cerca de mí que me dolían los labios por besarlo, supuse que él adivinó lo que yo sentía porque me dedicó un intrascendente besuqueo que me dejó deseosa por más.

–te amo. –lo escuché hablarme pegado a mis labios.

Iba a responderle lo mismo pero un fuerte golpe nos azotó y caímos al suelo. Era el arcángel Uriel que ahora se encontraba encima de mi amado con una daga.

–No debe quedar ningún demonio en la tierra. –Clamó el ángel luchando contra Harry para clavar el puñal en su corazón–. Todos ustedes deben morir.

Una hostigadora tos me martirizó y no me dejaba escrutar media palabra. Enflaquecida perdí el conocimiento.

Octavo día. (Después del caos)

–_______, _______. –gritaban dos lejanas voces.

Atendí al llamado y me desperté.
Aquellas eran las voces de Nicholas y Nathaniel que venían a caballo galopando en los adentros de aquel monte donde yo me encontraba ahora. Nicholas venia herido y sin aliento, el joven ángel Nathaniel estaba resplandeciente, limpio y sin un rasguño.

–Uriel secuestró a Harry. –Me notificó Nicholas–. Los dos lucharon y acaba de matarlo, Uriel mató a Harry.

Se abrió un hoyo en mi corazón, derramé unas cuantas lágrimas.

–¡No! –chillé histérica-. No es verdad, eso no puede ser cierto.

–señorita Styles, acabamos de ver que Uriel le clavaba su espada hasta traspasarlo.

Nicholas y Nathaniel se volvieron a ir cabalgando, me dejaron sola sentada sobre el césped y trastornada.

Mi llanto enajenado y convulsivo no me dejaba pensar en nada, la palabra Harry se repetía en mis pensamientos, nunca había estado tan decaída en mi vida. Me revolqué sollozando sin ninguna razón de vida.

–Él me prometió que no iba a dejarme. –Dije bramando y llorando desconsolada–. Me dijo que no iba a irse.
¿Harry por qué me dejaste? ¿Por qué otra vez me dejaste? Repetía yo casi sin creer que esta vez había sido de verdad para siempre.

Me tumbé en el crecido pasto, a mi lado vi una de las flechas envenenadas.

Debo acabar con mi dolor, pensé.

Me arrastré abatida, extendí el brazo y tomé el arma mortal, la agarré con las dos manos y pasé la punta envenenada de la flecha por mi boca, un sabor amargo se desprendió y me tocó los sentidos, corrió por mi garganta y entró a mi organismo, era cuestión de segundos para que la sustancia tóxica hiciera efecto, cuestión de segundos para irme a otro mundo.

Algo sofocante estaba dentro de mí, sentí como se cerraban mis pulmones y mi garganta impidiéndome el paso de aire, punzadas en todo mi cuerpo me mantenían débil y lastimada, todo empezó a cambiar de color para mí, me mortificaba el simple y pausado sonido de mi corazón luchando por latir.

Escuché el cantar de los búhos, los espectros malignos se acercaban a mí, me susurraban palabras sin sentido, nunca antes me sentí tan cerca de la muerte.

La asonancia de unas pisadas se aproximaba a mí, sentí su fuerte presencia erizarme la piel, sabía que tenía que ser Harry acercándose, nadie podía hacerme sentir de esa forma con tan solo estar cerca.

Lo vi emerger entre los arboles con una horrible herida abierta en su estomago, supe que esa debía ser la herida de la espada que Uriel le había clavado, venia corriendo hacia mí, agitado y sin respiración.

Me encontró delirando prácticamente sin vida alguna.
Está vivo, pensé.

Estaba vivo y solo eso me importaba.

–¿______, que hiciste? –Se lanzó a mi lado y me acarició el cabello con desespero–. ¿Que hiciste? ¿Que hiciste?

Esa fue la primera y última vez en esa vida que lo vi llorar.

Su hermoso rostro sonrojado estaba cubierto de cristalinas lágrimas que me dolían en el alma. Harry impaciente pasaba sus manos por mi rostro y mi pelo intentando revivirme de algún modo.

–¿por qué mi amor? ¿Por qué? –me decía–. ¿Como me haces esto a mí? No te vayas, no me dejes aquí.

Se me cayó alma a los pies, se me partía el corazón con cada lágrima que derramaba, no era justo que un tipo como él estuviera llorando, no era para nada justo.

Sus labios tocaron los míos, quizás sería el último beso, por eso me regocijé tanto como alguien puede hacerlo cuando está a punto de morir. Quise rodear su cuello con mis brazos pero mi debilidad no me lo permitió.

–Te amo. –Me dijo mirándome con los ojos llenos de dolor–. Nunca olvides que te amo.

Después de decir esto lo vi alzar una metálica navaja, la puso en su cuello y se desgarró la garganta, solté mis últimas lágrimas cuando él se recostó a mi lado, cogió mi mano y entrelazamos nuestros dedos.

Enamorada de un demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora