23.

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El tiempo para él pasaba de una forma demasiado lenta, sentia los minutos como si fueran siglos enteros, y cada momento de ellos eran casi una tortura. Tuvo a su bebita en sus brazos solos unas pocas horas, sus primeras horas de vida. Ahora tocando su vientre no se sentía abultado, no sentía sus pataditas, y todo por un descuido; No culpaba a Milo bien sabia que su amado esposo no soportaba mucho tiempo con hambre, lo entendía era una necesidad de su cuerpo, algo inevitable.

Si tan solo no se hubiera dormido, aunque cansado como estaba era imposible que se mantuviera despierto un solo minuto más, debió haberlo hecho, haberse forzardo a tener los ojos abiertos, recorrer una y otra vez  con sus dedos el rostro de su hija hasta grabarlo en su memoria, pero sus fuerzas no eran muchas en ese momento y había caído dormido sin darse cuenta. Un nuevo suspiro de Milo lo saco de sus pensamientos, estaba seguro que quería ir él mismo a recuperar a Dariela y a Dégel, este ultimo era casi como un hijo para ambos, y pensaba que le frustrada no poder ir a ayudar, solo por su culpa por tener que cuidarlo.

Milo noto un cambio de actitud en su pareja, se veía más triste como si se sintiera culpable. La culpa le llego a él, su bello frances no la tenia , suponía que se culpaba por mantenerlo en esa habitacion cuidando de él en vez de ir con Kardia. Tomándolo por sorpresa lo rodeo con sus brazos, con un amor y cariño que solo podia dárselo a él, a su hermoso pelirrojo, el hombre que lo hacia feliz, por quien haría lo que fuera.

- Aquí el unico culpable es Hyoga, que se le ocurrió desquiciarse en mal momento, Kardia los encontrara, traerá a los dos de vuelta, y Hyoga no escapara te lo prometo- lo abrazo con más fuerza siendo correpondido.

- Debí haberme dado cuenta antes, mucho antes de que quedara ciego vi las cosas raras que hacia.

Recordaba bien que muchas veces lo vio sonreir con una satisfacción extraña cuando mataba algún insecto, nunca le importo atropellar a perros o gatos callejeros, por más que le dijera que eso era de salvajes parecía no importarle, ahora se daba cuenta que desde ese entonces estaba medio loco y que la muerte de Mystoria sin querer lo empeoro todo.

- Bueno, como íbamos a saber que esto iba a pasar, la investigación apuntaba a cualquiera menos a él. Solo nos queda esperar.

Su celular sonó rompiendo la poca calma que tenian. Ambos esperaban que fueran buenas noticias. Cuando vio quien lo llamaba quiso tirar el celular contra la pared más cercana.

- ¿¡Que quieres maldito pato desinflado!?- su grito asusto a Camus que no esperaba esa reacción- ¿¡Donde tienes a mi hija y a Dégel!? Si les tocaste un solo pelo ¡Te parto tu fea cara a golpes! 

Una risa sinica se escucho al otro lado, como quería molerle la cara a golpes y lo haría una vez que lo tuviera frente suyo.

- Tiempo sin hablarnos Milo, pero no sé de quien hablas solo tengo aquí a mis hijos.- la paciencia del griego se había ido muy lejos de ahí, pero se controlaba solo para no armar un escándalo.

- Escucha hijo de... ¡Perra!, la paciencia no es mi fuerte y mucho menos contigo, habla de una vez.

- Bien, que aburrido eres. ¿Sabes necesito dinero? Y sé que tu tienes mucho, si me lo das te devolvere el bebé.

Mentía, sabia que estaba mintiendo, sin embargo una pequeña parte suya quería creerle, quería creer que si entregaba ese dinero su hija volvería con ellos, habia un detalle que no le cuadraba, solo entregaria a la niña ¿Que pasaría con Dégel? No podía dejar a ese niño con él, ni loco.

- Los quiero a ambos, sino no te dare nada.- dijo firme sin titubear, si creía que aceptaría cualquier acuerdo estaba equivocado.

Hyoga por su lado reia internamente, si supiera que no le entregaria a ninguno de los dos, una vez que tuviera ese dinero en sus manos escaparía lo mas lejos que pudiera para que nadie volviera a saber de ellos.

Testigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora