Smile for me. - Capítulo 11

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Louis entonces comprendió, que si bien puedes escapar de los demás, no puedes escapar de ti mismo.

No puedes escapar de tu mente, porque está dentro de ti…porque es parte de ti.

Solo en su habitación, mirándose a sí mismo en el espejo, se dio cuenta de todo lo que nunca sería. Y se cuestionó absolutamente todo. ¿Cuál era el sentido de su vida? ¿Acaso alguna vez, aunque sea un momento efímero, podría ser feliz? ¿Podría escapar de esa jaula?

No.

La jaula se había cerrado, él mismo había ayudado a hacerlo. La jaula estaba cerrada con candado y la llave había sido eliminada.

Podía morir ahora. Podría simplemente morir, antes de que su alma se marchitara completamente, antes de que pudiera sentir más dolor. Esperaba, si es que moría, que todos lo recordaran como la persona que era antes de que toda esa mierda llegara a su vida; que lo recordaran por las sonrisas que había sacado, por las vidas que, para bien o para mal, había marcado.

La idea del suicidio nunca había sido una opción. Hasta ahora.

Louis sabía, Louis estaba perfectamente consciente de que esa era una decisión permanente para un problema temporal. Pero, temporal puede ser un lapso de tiempo de toda una vida. Y él no quería esperar para averiguarlo.

Sabía que el dolor que sentía se transmitiría a otras personas que él amo y le amaron, como sus hermanas, Pilar, e incluso sus padres. Pero esas personas ahora no le toman la mínima importancia. Tal vez, sólo su muerte les dé una idea de lo importe que era para ellos. Sonaba egoísta, pero Louis quería que sus padres le notaran, quería que se dieran cuenta de que, en la muerte, en el momento de tu hora, no importa lo que fuiste; gay, lesbiana, hetero, eso no importa. Lo que importa es cómo fuiste con los demás, contigo mismo; las cosas buenas que mejoraron el mundo, aunque sea un poco; las vidas que marcaste; qué tan grande fue tu amor, no a quién fue dirigido. Eso, es lo que te hace ser recordado, amado.

Pero nadie se da cuenta de eso cuando estás vivo. No, todos esperan a que mueras para recordar las cosas buenas de tu vida. Todos te aman al momento de tu muerte; todos te llevan flores cuando ya estás muerto, porque la culpa es más grande que la admiración.

Sí, definitivamente la muerte es encantadora. Te vas de este mundo de mierda. Te vas, a quién sabe dónde, pero te vas.

Pero no podía dejar las cosas así.

Había una persona que necesitaba una explicación, había una persona que nunca se lo perdonaría si cree que murió enojada con ella.

No podía hacerle eso, por más daño que esa persona le haya causado.

Las estrellas brillaban mucho esa noche.

La brisa de otoño le hacía temblar, lo acariciaba, le daba un calor que nadie más parecía querer brindarle.

Tocó el timbre de la casa que le traía tantos recuerdos, y unos segundos después, unos ojos verdes le miraron sorprendidos por la inesperada visita.

—Hola. —murmuró Louis, sintiéndose algo cohibido con la presencia de su amiga.

De alguna manera, no culpaba a Harry por enamorarse de Pilar. Ella era bonita, y una muy buena persona. El único problema es que Harry se enamoró de una ilusión, la idealizó completamente. Harry se enamoró de la persona que él creía que era Pilar, de la persona que en realidad era Louis. Harry, sin saberlo, se había enamorado de él. Y con ese consuelo le bastaba.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Pilar. Sorprendentemente, su voz no sonaba molesta.

—Vine a arreglar las cosas.

Pilar arqueó una ceja.

—Ahora tú quieres arreglar las cosas…

—Eres mi mejor amiga, Pilus, no quiero pasarme la vida enojado contigo. —La mirada que le lanzó a Pilar le indicó que estaba siendo sincero. —Y, si algo me pasa, no quiero morir sabiendo que mi mejor nunca me perdonó.

Movió nerviosamente sus manos, sabiendo que esas palabras guardaban una verdad, un hecho.

Pilar sonrió.

Desapareció los pocos metros que había entre ellos y, ahí, bajo el umbral de su puerta, lo estrechó en un fuerte abrazo.

El calor de Pilar se sentía mejor que el de la brisa de otoño. Y, por un leve momento, Louis sintió como si volviera al pasado, cuando las cosas no eran una completa muerda, cuando él era verdaderamente feliz. Recordó los buenos momentos con Pilar, con sus antiguos amigos que eventualmente lo fueron abandonando. Y se dio cuenta de que si bien los amigos no son para siempre, los recuerdos sí lo son, y los recuerdos valen la pena, y los amigos también, a pesar de que te lastimen, a pesar de que te rompan el corazón; sabes que cuando una persona llega a tu vida, ésta, para bien o para mal, nunca volverá a ser la misma. Y se dio cuenta, de que lo poco que había vivido, había valido la pena. No se arrepentía de nada de lo que había hecho, y no se arrepentiría de lo que haría después.

Moriría joven, ese sería el recuerdo que quedaría de él. El de un chico joven, fuerte, con demasiadas cosas por delante. Así era como quería quedarse el resto de su existencia.

Se separó de Pilar, y le dedicó una sonrisa.

—¿Te veo mañana? —preguntó Pilar inocentemente.

—Sí. —mintió.

Louis bajó las escaleras del porche de la casa de Pilar, dispuesto a irse, cuando Pilar le gritó.

—¿Estamos bien?

Louis dio media vuelta y la miró.

—Sí.

—¿Seguro?

Louis asintió.

—Completamente. No quiero que lo olvides.

Pilar frunció el ceño, sin saber a qué se refería.

—¡Te quiero, Boo!

Louis trató de no llorar. Estaría pronunciando las últimas palabras que le dedicaría alguna vez a Pilar, la chica que más amó en este mundo, la chica de la cuál se llevaría un pedazo de su corazón al morir, la chica que había hecho lo mismo con él.

—Yo también te quiero, Pilus.

Louis no lo resistió. Subió de nuevo las escaleras del porche y le dio un abrazo. Su último abrazo, por los buenos tiempos, por los amigos que siempre fueron, por todos los buenos recuerdos, los buenos momentos juntos, los buenos momentos que nunca llegarían a tener.

—No olvides que te quiero.

Y, luego de pronunciar esas palabras, se fue.

Pilar ahora entraría a su casa, y dormiría, sin saber que era la despedida.

Pero Louis sabía que así era mejor. Odiaba las despedidas.

Este no era un adiós. Al fin y al cabo, todos terminarían en el lugar a dónde él iría pronto.

Smile for me - Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora