𝟏 𝟗

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— ...

— ...

— ...

— ...

Y-Yo.

— Espera, ___. Primero... — Eunsang volteó su mirada a Yohan, y su posición también. Repentina e inesperadamente Lee tomó del cuello a Kim, y con una mirada y un tono aterrador le habló. — Escúcha, y escúchame bien, idiota, esta será la primera y última vez que lo diga: si te atreves a romperle el corazón, hacer llorar, o lastimar de alguna forma a ___ estarás clavando tu propia tumba. ¿Entendido? — Kim quedó atónito y asintió con su cabeza reiteradas veces. — Bien. Pero quiero que sepas que no me agradas ni un poco, así que te estaré vigilando.

— Aah... — todos estaban sorprendidos.

Puedes continuar. — las chicas estaban sorprendidas pero regresaron a la charla que estaban teniendo, al igual que ___.

Pues, de alguna forma todos se enteraron de ello, Cho trató de provocarme, Sakura se metió en el asunto y salió perjudicada por mi culpa. — secaba sus lágrimas, tenía los párpados hinchados.

___, amor... No es tu culpa.

— ¿Pero? ¿De quién es entonces? Ni yo puedo descifrarlo.

— ___, cargas mucho contigo. Necesitas descansar.

Necesito que papá venga con el hielo para Sakura.

— ¡Ahí está llegando! — exclamó Yuri. El freno de un auto y el motor apagándose sonaron repentinamente, el señor Kang entraba presuroso con hielo para el inflamado pómulo de la mayor de las muchachas.

Buenos días, señor Daniel. — saludó Eunsang al verlo entrar, Yohan imitó a Lee en un intento por ser respetuoso.

Buenos días, Eunsang y... — su papá ya conocía a Eunsang es un amigo de la infancia. Pero el rostro de Yohan era nuevo para él.

Kim Yohan, señor.

— ___, este es el hielo para Sakura.

— Gracias, papá. — obtuvo el hielo y lo colocó sobre la mejilla de su amiga.

A-Auch.

— Esto es necesario para que la inflamación baje.

— Chicos, estaré en mi despacho si necesitan algo más.

— Gracias. — dijeron todos.

Papá, gracias otra vez. — dijo ___ abrazando a su papá.

No te preocupes, pequeño astro, es un gusto ayudar. — revolvió su cabello y desapareció de la sala.

00:00 a.m.:

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Minerva... — ___ se paseaba por una especie de sala, luego cruzó uno pasadizo que tan largo lo hacía parecer infinito. Antes de llegar a la cúpula del elegante invernadero de la casa pasó por la escalera o escaleras principales que parecían cruzarse y mezclarse entre sí como las escaleras infinitas de Escher. — ¿Minerva...?

___, querido, que bueno que llegas. Ven, toma asiento. — dijo señalando el sofá de terciopelo chino a su lado, dejó el libro que leía que se encontraba en un idioma raro. — Pero... ¿No crees que es muy tarde? — tomó un sorbo de champagne o algo así de una pequeña copa con una forma sin igual.

Tu nunca duermes.

— Sin embargo, estaba ocupada.

— Perdón, pero...

— Se porque estás aquí.

— ¿Cóm-

— Lo sé, todo.

— ¿Qué debo hacer? La gente sale afectada por mis acciones, por el acoso que recibo a diario. Golpearon a Sakura por mí culpa, Minerva...

— Que atroz.

— ...

— Tienes que defenderte.

Pero, no quiero hacer daño.

— Al defenderte no estás practicando daño alguno, estrella.

Yo no se cómo.

— Sh, Sh, Sh... — ___ la miró desconcertado ante sus elegantes y finos movimientos. — Sí sabes cómo.

— ¿Estas segura?

De alguna forma u otra todo tiene que detenerse, lo bueno y lo malo, tienes la capacidad... y yo te doy el permiso. Defiéndete, cariño. — dijo regresando a su libro. — Ahora, puedes regresar a descansar, mañana es un día nuevo, pequeño astro.

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