Capítulo 21

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Abrí los ojos y me encontré con el techo de la habitación - ¿cuándo y cómo llegue aquí? – me incorporé en la cama, miré al frente y vi a Dante acostado en el piso de la habitación, me retiré el cabello de la cara y me bajé de la cama.

- Dante ¿tú me trajiste a la habitación? – pregunte y negó con la cabeza - ¿sabes quién me trajo? – asintió y yo enarqué las cejas - ¿quién fue?

Él me miró como diciendo "sabes que no puedo hablar, ¿verdad?", sinceramente en ese momento me sentí como una tonta.

- ¿Brandon? – lo miré y Dante negó con la cabeza - ¿los guardias? – volvió a negar – fue Elián, ¿verdad? – suspiré y asintió

Me acerqué a la ventana y vi que el cielo se había vuelto de un color oscuro – no era negro pero tampoco era gris, era como una mezcla – habían dos círculos dorados que lo iluminaban y no había estrellas.

Salí de la habitación y me encontré en los pasillos que eran iluminados por velas que eran sostenidas en candelabros, estaba caminando sin rumbo por los pasillos ya que no sabía a donde ir, cuando escuché varias voces que venían de una habitación.

- Solo nos la tienes que entregar – dijo una voz grave pero a la vez melodiosa – así nadie va a salir perjudicado

- ¿Estás diciendo que traicione a uno de mi raza? – dijo otra – acaso, ¿no sabes lo que significa lealtad?

- A veces es necesario hacerlo – dijo una tercera voz – es mejor sacrificar una vida antes que a cientos

- No voy a entregarla aun cuando tenga ir a la guerra por eso – respondió la segunda voz

- No hagas algo de lo que te puedes arrepentir, Lucifer – dijo de nuevo la voz – perder a tantos solo por un simple error

- No es un error – la voz de Elián se escuchó más fría – y está bajo mi reino, lo que significa que tiene mi protección y me debe obediencia

- Es solo un peón más en un juego de ajedrez y es mejor sacrificar a un peón antes que sacrificar al rey

- Un verdadero rey sabe cuándo tiene dar su vida por sus súbditos – repuso Elián, me acerqué más a la puerta para escuchar mejor

- Ella no es más que un error y tú estás cometiendo otro muy grande al dar tu vida por una simple humana mitad demonio – dijo la tercera voz haciendo que mis manos se cierren en puños

- Di lo que quieras pero eso no va hacer que cambie mi opinión

- Es nuestra última oferta – la voz se hizo más grave – o la próxima vez que vendremos será para declararte la guerra

- Los estaré esperando – dijo Elián y escuché unos pasos – hasta entonces

Corrí hacia otro pasillo y luego a otro, no quería que me vean escuchando tras la puerta, vi que había llegado a un pasillo que daba a un balcón, salí por la puerta y me apoyé en el barandal mirando al cielo.

Mi cuerpo estaba temblando y no era de miedo, era de ira y de impotencia, habían declarado la guerra y eso no era bueno, no quería que muchas filas murieran solo por mi culpa, no era justo para nadie y entendía si no querían morir por una simple humana.

Una ráfaga de aire me envolvió haciendo que mi cabello se elevé, las dos lunas estaban casi juntas iluminando mejor la superficie, a lo lejos vi dos diferentes siluetas que estiraban sus alas y volaban entre la oscuridad, una detrás de otra jugaban a atraparse en el aire.

Alguien se paró a mi lado haciendo que retire la mirada del cielo y mire al lado, encontré a Elián quien miraba a mi dirección con una sonrisa, sus ojos rojos me miraban con un brillo especial haciendo que me pregunte ¿por qué lo hacía?

- Es una bonita noche, ¿no? – habló Elián mirando al cielo

- Es la primera que veo pero es preciosa

- Nuestro cielo no es como el suyo o el de los ángeles – comentó – pero es hermoso a su manera – dijo y noté su amor por su reino

- La belleza es subjetiva – dije sonriendo – todo está en cómo la mires

- Tienes razón, pequeña humana

- Deja de decirme pequeña humana – me quejé con un puchero

- ¿Por qué?

- Porque no me gusta – me crucé de brazos como una niña caprichosa y él rió

- Es gracioso que te comportes como una niña caprichosa cuando no lo eres

- ¿Y tú cómo sabes qué no soy caprichosa? – pregunté con una ceja enarcada

- Porque no soportas a esas personas – dijo con su cara a centímetros de la mía - ¿o me equivoco?

- Aunque me duela admitirlo tienes razón – acepté mirando a otro lado

- Pero eres orgullosa – su dedo se enredó en un mechón de mi cabello – y eso es un pecado

- Todos somos pecadores – me encogí de hombros – nadie puede ser un santo

- Tienes razón – dijo con una sonrisa – y por eso no vas a aceptar cuando te diga que estabas escuchando hace unos minutos atrás de la puerta, ¿verdad?

- Para que decir que no, si es verdad – suspiré - ¿va haber guerra? – pregunté preocupada

- No lo sé – admitió dejando caer los hombros – pero si es necesario la habrá

- Pero yo no quiero que nadie muera – susurré – y si para eso es necesaria mi muerte, no voy a dudar en dar mi vida

- ¿Vas a morir por unos simples demonios? – preguntó incrédulo

- No son simples – protesté y nuestras miradas chocaron – y yo no puedo dejar que mueran tantos solo por mí, somos iguales y yo no traicionó a mis amigos

- ¿Tus amigos?

- Sí, mis amigos – asentí – yo pertenezco aquí y si para evitar la guerra tengo que morir, lo voy hacer

Los labios de Elián chocaron contra los míos haciendo que abra los ojos como platos, sus manos viajaron a mis caderas y me atrajeron a su cuerpo, sus labios eran suaves y tenían un sabor agridulce y no me resistí, le seguí el beso, mis brazos se enredaron en su cuello y mis manos fueron a su cabello.

Un gruñido salió de su garganta haciendo que yo me pegué más a su cuerpo, cuando los labios de Elián me besaban simplemente todo a mi alrededor desaparecía y deseaba estar solo con él.

- Pase lo que pase siempre te protegeré – dijo y con un beso selló la promesa

La Princesa del InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora